Esta tarde hay convocado un evento alrededor de las trincheras del Congreso con la clara intención de que haya hostias. Yo ya di mi opinión en septiembre y la única diferencia es que ahora hay más gente que dice lo que yo decía entonces, permitid que me vanaglorie. Así que hablaré de las causas remotas o primeras causas de la situación que ha llevado al ministerio del Interior a organizar una nueva trifulca.
Según los liberales ortodoxos, la crisis que nos azota fue causada por el Banco Central Europeo, que se dedicó alevosamente a bajar los tipos de interés, lo que provocó –era indefectible- una orgía de crédito que ha acabado como ha acabado.
Como cualquier explicación de un hecho complejo mediante una única causa es, necesariamente, parcial, por no decir interesada – cuando no estúpida- yo me apunto al carro del arbitrismo y sugiero más causas únicas:
La falta de autoestima:
La gente está tan descontenta consigo misma, que necesita permanentemente hacer ostentación de signos externos de ser estupenda para que los demás le tengan envidia. Por ejemplo: torrefactarse con rayos UVA (sobre todo si son del PP), depilarse todo el cuerpo de barbilla para abajo, llevar costosos ropajes de marca, degustar carísimos gin tonics con extraños ingredientes escanciados con rituales mágicos, conducir coches caros o… hipotecarse.
Entregar de por vida una parte sustancial de tus ingresos a un banco, con las consiguientes privaciones,ha sido (y –ojo- sigue siendo) muestra de status: es algo que te diferencia de esos pordioseros inmaduros que viven de alquiler.
Obviamente, si los hispanos e hispanas tuvieran más interés en disfrutar de la vida que en angustiarse por la imagen que proyectan hacia sus semejantes, se lo pensarían dos veces antes de hacer el canelo pagando, durante toda su vida útil, diez veces el valor real de una casa.
Remontándonos más allá en la búsqueda de las primeras causas, llegamos, lógicamente, a la razón de que se haga tanta tontería que, obviamente (somos arbitristas, no lo olvidemos) no es otra que el sistema educativo.
El colegio:
Se supone que sirve para suplir la incapacidad de los padres para educar a sus hijos, bien porque su nivel de Matemáticas o Historia no alcanza, bien porque son demasiado estúpidos y es conveniente facilitar a los niños unas concepciones del mundo más acordes con la realidad.
¿Cumple el colegio tales funciones? A las pruebas me remito. Si el colegio cumpliera la función para la que, al menos en teoría, es sostenido con fondos públicos, los jóvenes humanos terminarían la ESO dominando algunas habilidades básicas como:
- No firmar nada sin leerlo antes.
- Si no entiendes lo que has leído, preguntarle a alguien que sí lo entienda para que te lo explique.
- Si, una vez que te los han explicado y lo has entendido, te parece que, la verdad, es una burrada que no debes firmar, no firmar.
Pero, claro:
- Firmas sin leer, porque leer lo que firmas significaría reconocer que no estás al cabo de la calle de todo el tema: ¡Reconocer que no sabes algo! ¡Horror!, se van a reír de mí los otros niños. Eso jamás. Firmo.
- No preguntas. Lo mismo de antes, pero aún peor, porque, encima, si alguien es capaz de llegar a esta 2ª fase, no le va a pregunta a un abogado, qué va, qué va… Los abogados no son de fiar (los banqueros, sí, por alguna extraña razón) y, además, son carísimos. Quita, quita, no me voy a dejar cincuenta eurazos para que me den disgustos. Le pregunto al vecino, que ya tiene una hipoteca y, a ver, qué me va a decir, ¿que no haga el gilipollas como él?
- Suponiendo que alguien le haya echado huevos suficientes como para llegar hasta la 3ª fase, haya leído, haya preguntado y se haya acojonado, ¿va a dejar por eso de firmar? ¡NO!, no hombre, no… no va a reconocer que es un acojonado. Aparte, que la negativa a firmar no sólo le reportaría la humillante mofa de todos sus amigos y conocidos ya esclavizados de por vida por su banco, sino, con toda probabilidad, el divorcio. O sea: que, de todas formas, firma.
Con lo que, aunque el colegio te haya enseñado un método de pensar, no ha conseguido mejorar tu autoestima: no te consideras juez de tus propios actos y dueño de decidir lo que quieres hacer con tu vida.
Y la cagarás.
Conclusión: puestos a buscar únicas causas, todas parecen plausibles; pero, en realidad, todas concurren a la causación del daño.
Si lo de la autoestima os parece estúpido, igual de estúpido es, por sí solo, lo de los tipos de interés: Si el hecho de que los tipos de interés anden por los suelos implica –indefectiblemente- que se va a montar una burbuja inmobiliaria, por la misma regla de tres, ahora que llega el buen tiempo y decenas de miles de muchachas de dieciséis años salen a nuestras calles caracterizadas de putas, entonces debería –indefectiblemente- montarse una orgía de violaciones.
Oiga, no es lo mismo: si violas a una chica y te pillan, te meten en la cárcel.
A, pues sí: no es lo mismo.
Dibujito de cabecera: Viñeta del gran Forges en El País.
Bravo, ¡bravo! Se habrá quedao usted bien, ¿no? Hay que echarle un par de huevos para ponernos este pedazo espejo delante.
ResponderEliminarLe hago un pequeño apunte: ahora no se llaman padres, se llaman mamis y papis (lo que significa que esto sólo puede ir a peor).
Cierto, Sra. Garland. Mamis y papis. Soy un antiguo y no actualizo el nivel de imbecilidad ambiente. Es que aún me queda un resquicio de fe en la humanidad, aunque no lo parezca.
Eliminar¿No se supone que advertir de las consecuencias jurídicas de tales actos es la labor de los notarios?¿No son los notarios árbitros imparciales que dan consejo a ambas partes y se aseguran de la comprensión y legalidad de los actos quejijijijijijiji
ResponderEliminarY así todo.
Pues sí señor: los notarios tienen la obligación de explicar el tema a la gente que va a firmar. No lo hacen, claro. Pero también se da el caso de que los registradores de la propiedad antes podían (tenían la obligación de) negarse a inscribir en el Registro las hipotecas con cláusulas abusivas. Pero, cosas de la vida, el Gobierno sacó una norma de esas que sacan los gobiernos para impedirles hacer tal cosa.
ResponderEliminarO sea, la culpa es de los maestros.
ResponderEliminarNo te sulfures, que es broma.
En fin... una entrada muy acertada.
Un saludo.
Pau, obviamente, la culpa es universal. Puestos a echar la culpa, se la podemos echar a los jueces: si los de la orgía de crédito, los promotores y constructores, los concejales de urbanismo, los ministros del ramo y los conseguidores de todo tipo les tuvieran miedo, tampoco habría sucedido esto.
EliminarEl boom inmobiliario no se produjo sólo por la facilidad del crédito, sino porque el gobierno de Aznar, al permitir hipotecas a 40 años, lo que permitió fue que los promotores subieran arbitrariamente el precio de los inmuebles, simplemente incrementando su margen de beneficio (porque los materiales: el cemento, el hierro, los ladrillos, no subieron), ya que, al repartir el precio entre 35 años en lugar de 15, la gente, simplemente, podía pagar más.
Ahora tenemos gente que compró un piso en Seseña (Toledo) por 250.000 € (o sea, que está pagando 500.000), se encuentra que ese piso ahora vale 100.000 € y, no sólo sigue teniendo que pagar 500.000 durante toda su vida útil, sino que no puede deshacerse de él, ni de la hipoteca. Es un error que sólo se puede cometer una vez en la vida. Y te la jode para siempre.
Amén.
ResponderEliminarYa te digo, la culpa de Zapatero y la reforma educativa ...
ResponderEliminarEstá claro que no hay una única causa de todo, pero la que apuntas es claramente clave. El sentido común debería haber avisado a mucha gente de que entramparse para 40 años es una barbaridad, y que te esclaviza en el tiempo (la deuda) y en el espacio (la casa, que puede tener defectos, puede venirte un vecino arriba que ponga una escuela de zapateado, puede venirte mal si cambias de trabajo....). Menuda locura; ahora, la cosa es que la locura de muchos la pagamos ahora todos, incluso los que nos negamos en su momento (pese a la presión ambiental) a meternos en un piso...
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