Hay que tener en cuenta que la división étnica de Ruanda no responde exactamente al patrón que se da en casi todos los países africanos. Ruanda era uno de los pocos Estados organizados que existían en el Africa subsahariana y que subsistieron como tales hasta la época de la colonización.
Por su lejanía y alto grado de organización, se libró de la trata de esclavos árabe, resistiendo todas las expediciones esclavistas. La última la del legendario tratante Tippo Tibb, conocido de Stanley, que atacó Ruanda con una tropa de unos dos mil hombres, entre árabes y nativos, con armas de fuego y muy malas intenciones. Sólo sobrevivieron unas decenas y desde entonces, dejaron en paz a los ruandeses.
Los batutsi, pueblo de origen nilótico, llegaron a la zona con su ganado a mediados del s. XV, desde el Nordeste, y se establecieron en aquellas tierras, de clima benigno y fácilmente defendibles por su orografía. Las relaciones con los pobladores anteriores, mayoritariamente de etnia bantú oscilaron entre la guerra abierta y los tratados de reparto del territorio. Hay que tener en cuenta que en un principio, la población era escasa y no existía el gran desequilibrio actual, pero que, como es habitual, las poblaciones de agricultores tienden a aumentar bastante más que las ganaderas que, en todas partes han practicado un cierto control de la natalidad.
A lo largo de los siglos siguientes, los batutsi fueron incorporando no sólo los reinos (o jefaturas tribales) existentes en el actual territorio de Ruanda, sino los de lo que hoy es Burundi y de la parte Sur de la actual Uganda y la Este de la actual República Democrática del Congo. El “Gran Ruanda.” Llegando a existir un Estado bastante organizado gobernado por el Mwami, Rey, que era reconocido como superior por los demás “reyes” locales. El Mwami tenía un ejército bastante eficaz y el monopolio del comercio y, muy especialmente, -ojo- de la cerveza. (La habilidad cervecera de los ruandeses ha sobrevivido hasta la actualidad, en que la Primus es la cerveza más bebida de todo el África central)
En cuanto a la división étnica, ya vemos que no se produce por la intervención colonial que obligó a convivir a la gente al mezclar territorios. Las etnias ya estaban mezcladas, y de hecho, cuando llegaron los primeros colonizadores, la integración estaba bastante avanzada en virtud de un sistema más o menos feudal, en el que un campesino o ganadero sin demasiados posibles, reconocía a otro más próspero o a un noble como señor, a cambio de tierras o ganado en usufructo y protección jurídica y militar. Para esto no existía distinción entre bahutu y batutsi, formándose con el tiempo clanes extensos, cuyos miembros pertenecían a las dos etnias, y cuya lealtad era “política” a la cadena de señores “feudales” y al clan, no a la “etnia”.
A finales del s. XIX, Alemania, partiendo del “África oriental alemana”, actual Tanzania, penetró en el Gran Ruanda. Como lo que realmente le interesaba al Gobierno del Kaiser era poder controlar el comercio del Congo Belga (Zaire – RDC) hacia el Índico a través de su colonia (Tanzania) no intervino demasiado en la política interna, llegando incluso a controlar la sobreactuación de los misioneros católicos, mayormente los Padres Blancos.
La Primera Guerra Mundial, también afectó bastante a la zona, pero el ejército colonial alemán, junto con el ejército real ruandés, hicieron frente a todos los intentos de invasión por parte de las tropas coloniales de Francia, Gran Bretaña y Bélgica, ganando la guerra en esa parte de África. No obstante, tras la derrota, esos territorios se le cedieron a Bélgica, que unió parte al Congo y dividió el resto entre sus colonias de Ruanda y Burundi.
Aunque se mantuvo la monarquía, la administración colonial belga fue mucho más intervencionista y no puso ningún freno a la actuación de los misioneros, enfrentados a la estructura social tradicional y al Rey, que no veía con buenos ojos las conversiones al Cristianismo. De hecho, de acuerdo con las teorías racistas imperantes en la época, fueron los belgas los que instituyeron la división “racial” entre batutsi, bahutu y batwa (pigmeos), al instaurar un documento de identidad en el que constaba la “raza”. Como la supuesta raza era difícil de dilucidar en muchos casos, se adoptó el criterio de que si alguien tenía más de 10 vacas, se le censaba como mututsi.
Durante la época belga (1919-1962) por la autoridad colonial y los Padres Blancos que actuaban como un poder fáctico, teniendo a su cargo la educación, se fomentó la creación de una élite tutsi y una masa hutu, diferenciando de modo en parte artificial ambas etnias. En los últimos tiempos, en cambio, tremendamente preocupados por la traumática situación en el Congo, con el caos en que se desarrolló la descolonización, se intentó que eso no pasara en Ruanda, de modo que Bélgica mantuviera el control del país después de la independencia. Para ello, se cambió de política por completo, abandonando a los batutsi y tratando de inculcar en los bahutu una conciencia de estar oprimidos, no por los belgas, sino por los batutsi.
Aquí sí que existe una responsabilidad grave de la administración belga, al apoyar a un partido de corte radical- racista PARMEHUTU, y preparar en 1959 unas elecciones fraudulentas que llevaran al poder a su líder, a la vez que se enviaba al Mwami al exilio.
Lo que los belgas y, en parte, los franceses, trataban de garantizar era un régimen que atendiera a sus intereses una vez llegada la inevitable “descolonización.” El proceso se desarrolló entre 1959 y 1962, año oficial de la independencia. Durante dicho proceso, se produjeron las primeras masacres de batutsi.
En 1973, el Jefe del Estado Mayor del Ejército, General Juvenal Habyarimana, dio un golpe de Estado, ante la amenaza de ser depuesto, que lo condujo al poder, como Presidente y jefe del Ejército, cargos que mantendría hasta su asesinato en 1994.
Hay que señalar que Habyarimana, al igual que los principales mandos del Ejército, en su mayoría bahutu, aunque incluso en la primera junta militar había un mututsi, había pasado por las academias militares francesas y por las enseñanzas sobre guerra revolucionaria propias de la Guerra Fría que se impartían en la Escuela Superior del Ejército en la propia Ruanda, a cargo de oficiales franceses. En ellas se enseñaban las técnicas de encuadramiento y control de la población que tan buenos resultados les dieron a los franceses en Argelia y que constituyeron la base de la doctrina occidental posterior.
Ello tiene mucho que ver con el genocidio del 94, ya que esos principios, sin las limitaciones y frenos de un estado europeo, se aplicaron a la perfección.
En el año 73, se produjeron nuevas matanzas de batutsi, acusados por la propaganda de intentar reimplantar la monarquía (en la práctica, para camuflar el golpe de Estado de Habyarimana) y se inició la horrible práctica de cortar las piernas por la rodilla a los tutsi “para que tuvieran la estatura de una persona normal.” No obstante lo cual, el Gobierno francés comenzó a interesarse cada vez más por Ruanda, hasta sustituir de hecho a Bélgica como potencia postcolonial hacia 1978, durante la presidencia de Giscard D’Estaing.
El país funcionaba más o menos bien, para los estándares africanos, hasta que a finales de los 80, principios de los 90, se inició, contra la dictadura de Habyarimana una oposición cada vez más fuerte, no sólo tutsi, sino de todos aquellos que pretendían un cambio de régimen y cierta democratización del país. La represión desembocó en la creación del Frente Popular Ruandés, a partir de los refugiados en Uganda donde a los batutsi autóctonos tras la partición colonial se sumaban miles de exiliados, que habían ayudado a alcanzar el poder a Yoweri Museveni, el actual presidente ugandés (Paul Kagame, líder del F.P.R. y actual presidente ruandés, llegó a ser Jefe del Estado Mayor del Ejército Ugandés, previo paso por academias militares en Estados Unidos).
Cuando comenzó el enfrentamiento abierto, con apoyo de Uganda y, por este medio, de los Estados Unidos, Francia incrementó su apoyo al Gobierno de Habyarimana. Cuando se llegó a la guerra abierta, en el año 90, Dicho apoyo francés llegó a una gigantesca operación clandestina para, primero, transportar y abastecer a las unidades de élite del ejército de Zaire a la zona de operaciones y, a continuación, armar al Ejército ruandés con armamento egipcio financiado oscuramente e incluso a la implicación directa de unidades militares francesas en los combates. La rápida intervención de Francia y Zaire, hizo fracasar la ofensiva del F.P.R., con las consiguientes masacres de batutsi. Las represalias se sucederían a cada incursión exitosa del F.P.R.
De hecho, lo que estaba en juego era el control de la región de los Grandes Lagos y sus ingentes recursos naturales, que Estados Unidos había decidido disputar a Francia dando su apoyo a Uganda y al F.P.R., anglófonos y protestantes, frenta a los gobiernos de Ruanda y Zaire, católicos y francófonos. Esto tuvo mucho que ver con la actitud de la Iglesia no sólo nativa. (excluyo a los Padres Blancos)
La guerra había desequilibrado por completo la economía ruandesa, de forma que el FMI y el Banco Mundial, obligaron a Habyarimana a iniciar una política de ajuste económico al estilo de la época, es decir, reducción de servicios sociales, privatización de las empresas públicas, eliminación de medidas proteccionistas, etc., con el resultado habitual de sumir a la población en la miseria, mientras las ayudas exteriores se gastaban por medio de todo tipo de subterfugios en armamento. Ni que decir tiene que la lamentable situación económica fue imputada a los tutsi por la propaganda gubernamental.
A pesar de todo, en 1993, la guerra estaba casi perdida por el Gobierno, con parte del país en manos del F.P.R. Se celebró en Arusha (Tanzania) una conferencia de paz, que llegó a un acuerdo de reparto del poder entre el Gobierno de Habyarimana y el F.P.R. de Kagame (el actual presidente) que incluía la integración en el Ejército ruandés (F.A.R.) de los miembros del A.P.R. (Ejército Popular Ruandés, el brazo armado del F.P.R.) Dicho acuerdo era inaceptable para el ala dura del Gobierno y del Partido único que, no sólo verían muy mermado su poder, sino que se enfrentaban a eventuales represalias por las barbaridades cometidas durante la guerra, en la que ya habían muerto unas 300.000 personas entre 1990 y 1994.
En abril de 1994, cuando el presidente de Ruanda volvía de la conferencia de paz a Kigali, acompañado de su Jefe de Estado mayor y del presidente del vecino Burundi y parte de su séquito (en un avión donado por Francia y con tripulación francesa), fue derribado por dos misiles SAM. Hay que señalar que el vuelo era secreto.
Inmediatamente, se puso en marcha el dispositivo que ya estaba preparado de antemano. Es preciso reseñar que la Radio de las 1000 Colinas, una emisora creada por empresarios cercanos al ala dura del Partido, llevaba meses caldeando los ánimos, y días profetizando un “acontecimiento” que iba a ocurrir y que iba a desencadenar una matanza de bahutu a manos de los batutsi y otros traidores.
En un primer momento, se echó la culpa a los belgas, de modo que 10 cascos azules de dicha nacionalidad fueron desarmados, capturados y linchados por la multitud. Luego se echó la culpa a los traidores a sueldo de los batutsi que estaban en el Gobierno y, de hecho, se asesinó en las horas siguientes a la práctica totalidad de los miembros del Gobierno partidarios del acuerdo de paz y a la práctica totalidad de la oposición (en gran parte, hutu)
Sólo entonces, sin oposición posible, se inició el genocidio a gran escala por todo el país. Genocidio que había sido convenientemente preparado mediante la propaganda por radio y el encuadramiento y armamento de milicias “interhawe”, relacionadas con el ala radical del Partido.
Lo demás ya es sobradamente conocido. Ver “Hotel Rwanda.”