"No queda sino batirse"
¡Qué frase! Cuando ya sobran las palabras y sólo queda recurrir al acero para resolver el equilibrio de las cosas.
Viene a nuestra mente la imagen del mismísimo Athos mirándote con ojos fríos mientras, con airoso ademán, se desembaraza de la capa.
La expresión, que uno ha de pronunciar con resignada calma una vez agotados los corteses requerimientos de satisfacción, me vino a la memoria evocada por el comentario del amigo Gabriel Syme al postio anterior.
En fin. Eran otros tiempos. Cuando en estos tiempos de perdición se recurre a los lances de honor, los resultados suelen ser calamitosos. Por ejemplo:
Hace unos años, allá por el 2003, o cosa así, mi amigo K***, monitor de Esgrima, me citó en un bar cercano al Club de Esgrima de Madrid. Cuando llegué, ya estaba sentado a una mesa, provisto de Mahou, en compañía de A***, Maestro de Armas y exolímpico (aparte -obviamente- de buen bebedor) Se trataba de aconsejarse con nosotros en relación con la tesitura en que lo había colocado un compañero de entrenamientos.
El semblante grave de mi amigo, de ordinario vivaz y desenfadado, revelaba que -seguro- se trataba de un duelo.
Al parecer, su compañero había tenido un acre intercambio verbal con un conocido suyo, de su mismo trabajo, con ocasión de que éste hubiera, al parecer, requerido de amores a la esposa legítima del primero. Ante la negativa a dar satisfacción, fue pronunciada en hora aciaga la frase sacramental:
-- "Así pues, no queda sino batirse."
Se acordó el encuentro y el ofendido había recurrido a mi buen amigo K*** para que oficiase de testigo de aquel lance, que habría de celebrarse (a espada y a primera sangre) en la sala de esgrima de una conocida institución militar madrileña donde se pueden hacer estas cosas con la necesaria discreción que requieren las situaciones de este jaez.
Por lo general, no llega demasiada sangre al río y, en caso de resultar herido de cierta gravedad uno de los duelistas, se recurre al conocido expediente de quebrar la hoja de una espada de práctica y alegar accidente.
Hasta aquí, todo normal, pero mi amigo K*** no las tenía todas consigo por considerar que el caso era incorrecto.
Y lo era. Resulta que ambos interesados eran militares, lo que, ya de por sí, excluía la espada y tornaba obligado el empleo del sable: primera objeción. Y, segunda y mucho más grave objeción, ofendido y ofensor eran de distinto empleo: capitán el uno, comandante el otro. Tal circunstancia excluía en absoluto la legitimidad del encuentro armado: tornábalo imposible.
Eso creía mi amigo, y tal era el parecer de A***, parecer muy autorizado dada su condición de Maestro de Armas, y asimismo el mío, más modesto, claro está. En apoyo de nuestra tesis citamos a Yñiguez y al Marqués de Cabriñana y -cómo no, dado el caso- al mismísimo Joseph Conrad, quien documentó magistralmente un caso que, por su semejanza al nuestro, venía que ni pintiparado. Acordamos prestarle los libros con los oportunos postits señalando los párrafos adecuados para que, sin merma de su honor, pudiera excusarse en forma del ministerio testifical que se trataba de imponerle e, incluso, apelara al honor y conciencia de ambos militares para que desistieran de su ilegítimo empeño o -al menos- lo aplazaran hasta que el inferior en grado ascendiera al empleo superior y, entonces y sólo entonces (y a sable) pudieran satisfacerse las exigencias de la honra sin merma de la disciplina militar; ante la cual, cuando uno viste el uniforme, ha de ceder toda consideración personal.
Armado de tan potentes razones, K*** trató intentó lealmente hacer hacer desistir a los dos rivales de su empecinada actitud, más -¡ay!- sin éxito. Entonces, con grave semblante y no sin una postrera admonición, excusó su asistencia a un lance que no consideraba honorable ante las irregularidades que en el mismo iban a concurrir.
Como la naturaleza humana en general y la de los oficiales del Arma de Caballería en particular, es terca, celebrose al fin el duelo en el lugar y fecha previstos, con el lamentable resultado de que el ofendido atravesó un pulmón del ofensor mediante una estocada que, si bien no fue del todo académica, si fue eficaz, a lo que parece.
Recurriose con éxito a la triquiñuela de la espada rota, evitándose así la intervención de la Justicia, pero la esposa implicada en el asunto afeó vehementemente la conducta a su orgulloso marido, quien partió poco después en misión a tierras de la Bosnia-Herzegovina, mientras que el convaleciente hubo de quedarse en Madrid por haber causado baja de resultas de la estocada, para encontrarse a su regreso (seis meses más tarde) con que la esposa infiel y el despulmonado superior habíanse amancebado y tenían entre sí vil concubinato, cosa que no habían previsto las almas cándidas (aunque tácticas) de Yñiguez y del Marqués de Cabriñana.
Traigo a este vuestro blog el recuerdo de aquellos hechos para que sirvan de advertencia a la juventud y que -teniéndolos presentes- no cedan a la natural pasión propia de los años y respeten con todo escrúpulo las sabias reglas que nuestros mayores nos han transmitido. Y, si lo hicieron nuestros mayores, fue por algo.
¡Qué frase! Cuando ya sobran las palabras y sólo queda recurrir al acero para resolver el equilibrio de las cosas.
Viene a nuestra mente la imagen del mismísimo Athos mirándote con ojos fríos mientras, con airoso ademán, se desembaraza de la capa.
La expresión, que uno ha de pronunciar con resignada calma una vez agotados los corteses requerimientos de satisfacción, me vino a la memoria evocada por el comentario del amigo Gabriel Syme al postio anterior.
En fin. Eran otros tiempos. Cuando en estos tiempos de perdición se recurre a los lances de honor, los resultados suelen ser calamitosos. Por ejemplo:
Hace unos años, allá por el 2003, o cosa así, mi amigo K***, monitor de Esgrima, me citó en un bar cercano al Club de Esgrima de Madrid. Cuando llegué, ya estaba sentado a una mesa, provisto de Mahou, en compañía de A***, Maestro de Armas y exolímpico (aparte -obviamente- de buen bebedor) Se trataba de aconsejarse con nosotros en relación con la tesitura en que lo había colocado un compañero de entrenamientos.
El semblante grave de mi amigo, de ordinario vivaz y desenfadado, revelaba que -seguro- se trataba de un duelo.
Al parecer, su compañero había tenido un acre intercambio verbal con un conocido suyo, de su mismo trabajo, con ocasión de que éste hubiera, al parecer, requerido de amores a la esposa legítima del primero. Ante la negativa a dar satisfacción, fue pronunciada en hora aciaga la frase sacramental:
-- "Así pues, no queda sino batirse."
Se acordó el encuentro y el ofendido había recurrido a mi buen amigo K*** para que oficiase de testigo de aquel lance, que habría de celebrarse (a espada y a primera sangre) en la sala de esgrima de una conocida institución militar madrileña donde se pueden hacer estas cosas con la necesaria discreción que requieren las situaciones de este jaez.
Por lo general, no llega demasiada sangre al río y, en caso de resultar herido de cierta gravedad uno de los duelistas, se recurre al conocido expediente de quebrar la hoja de una espada de práctica y alegar accidente.
Hasta aquí, todo normal, pero mi amigo K*** no las tenía todas consigo por considerar que el caso era incorrecto.
Y lo era. Resulta que ambos interesados eran militares, lo que, ya de por sí, excluía la espada y tornaba obligado el empleo del sable: primera objeción. Y, segunda y mucho más grave objeción, ofendido y ofensor eran de distinto empleo: capitán el uno, comandante el otro. Tal circunstancia excluía en absoluto la legitimidad del encuentro armado: tornábalo imposible.
Eso creía mi amigo, y tal era el parecer de A***, parecer muy autorizado dada su condición de Maestro de Armas, y asimismo el mío, más modesto, claro está. En apoyo de nuestra tesis citamos a Yñiguez y al Marqués de Cabriñana y -cómo no, dado el caso- al mismísimo Joseph Conrad, quien documentó magistralmente un caso que, por su semejanza al nuestro, venía que ni pintiparado. Acordamos prestarle los libros con los oportunos postits señalando los párrafos adecuados para que, sin merma de su honor, pudiera excusarse en forma del ministerio testifical que se trataba de imponerle e, incluso, apelara al honor y conciencia de ambos militares para que desistieran de su ilegítimo empeño o -al menos- lo aplazaran hasta que el inferior en grado ascendiera al empleo superior y, entonces y sólo entonces (y a sable) pudieran satisfacerse las exigencias de la honra sin merma de la disciplina militar; ante la cual, cuando uno viste el uniforme, ha de ceder toda consideración personal.
Armado de tan potentes razones, K*** trató intentó lealmente hacer hacer desistir a los dos rivales de su empecinada actitud, más -¡ay!- sin éxito. Entonces, con grave semblante y no sin una postrera admonición, excusó su asistencia a un lance que no consideraba honorable ante las irregularidades que en el mismo iban a concurrir.
Como la naturaleza humana en general y la de los oficiales del Arma de Caballería en particular, es terca, celebrose al fin el duelo en el lugar y fecha previstos, con el lamentable resultado de que el ofendido atravesó un pulmón del ofensor mediante una estocada que, si bien no fue del todo académica, si fue eficaz, a lo que parece.
Recurriose con éxito a la triquiñuela de la espada rota, evitándose así la intervención de la Justicia, pero la esposa implicada en el asunto afeó vehementemente la conducta a su orgulloso marido, quien partió poco después en misión a tierras de la Bosnia-Herzegovina, mientras que el convaleciente hubo de quedarse en Madrid por haber causado baja de resultas de la estocada, para encontrarse a su regreso (seis meses más tarde) con que la esposa infiel y el despulmonado superior habíanse amancebado y tenían entre sí vil concubinato, cosa que no habían previsto las almas cándidas (aunque tácticas) de Yñiguez y del Marqués de Cabriñana.
Traigo a este vuestro blog el recuerdo de aquellos hechos para que sirvan de advertencia a la juventud y que -teniéndolos presentes- no cedan a la natural pasión propia de los años y respeten con todo escrúpulo las sabias reglas que nuestros mayores nos han transmitido. Y, si lo hicieron nuestros mayores, fue por algo.
Su Vuecencia:
ResponderEliminarMe temía lo peor de Su Ilma. (harto conocida es la inquina que le profeso al innombrable académico D. Machango), pero ha escrito Su Santidad (me estoy liando con los títulos, me estoy liandooo) una auténtica novela ejemplar al estilo de Cervantes.
Y yo a los cervantinos los aprecio mucho.
Cachis en la mar, si esto es verídico (cosas veredes, Sancho...), como lo del bar y sus estampas costumbristas tan desacostumbradas, tienes una vida apasionante a la par que surrealista (eso te pasa por frecuentar malas compañías..).
Me encantban los 3 mosqueteros , aprendí mucho de ellos ;)
ResponderEliminarBesos y buen domingo , vuecencia ^^
Maravillosísssisisimooo -Papuchi style-, oiga, ¿pero es verídico?? Porque si es verídico añado otra fantasía más a mi ya extensa colección: ¡quiero un marido que se bata cual nata montada por mí! (sluuurp)
ResponderEliminar¡¡¡Que grande el post!!!
ResponderEliminarPara todos: por desgracia para mi, es verídico.
ResponderEliminarUna vez pasado, es gracioso de contar, pero cuando dos gilipollas están empeñados en estoquearse sin respeto de las reglas y tú puedes acabar en comisaría, la cosa cambia.
Aún así, es fabuloso: que en estos tiempos alguien quiera utilizar un arte para desgraciarse en lugar de darse sin más de hostias...fabuloso, ya digo, o será que soy una romántica.
ResponderEliminarLos pelos de punta oiga!! y respecto al respeto... donde esta? crees que realmente los que vienen por detrás traen el respeto que dejaron los que estuvieron por delante??
ResponderEliminarque pena!
Muám
Oye, y ese Maestro de Armas ¿no lo sería de la sala de esgrima de la famosa institución militar madrileña?. Porque a lo mejor va a resultar que era mi Maestro hasta el aciago dia en que me esguincié muy malamente el dedo gordo y tuve que dejar el florete muy a mi pesar.
ResponderEliminarEl cualquier caso, ni Iriarte habría escrito cosa más dolorosamente moralizante que esta.
Que luchen con espadas de madera. Mantienen el noble arte de la esgrima, se puede pegar una buena paliza al contrincante y es dificil que haya una desgracia. Mejor que luchar a primera sangre. Te cebas hasta que mueles a palos al otro.
ResponderEliminarNo me digais que no seria una buena solucion.
Voto a Bríos!!!...esto me recuerda a esa frase,nada estética gramaticalmente,pero de sobra conocida creo, que reza: "¿que coño hacemos hablando cuando podemos solucionarlo a ostias?".
ResponderEliminarY digo yo, que si de frases célebres se trata, en el caso que nos ocupa, ¿no hubiera sido mucho más efectiva y menos peligrosa para vuesas mercedes esa de: "a enemigo que huye puente de plata"?
Más limpio, menos agresivo y dándole tiempo al ofendido marido a resarcirse con unas buenas cañas y celebraciones de su soltería recién devuelta...amos, no sé...
Me alegro que la tontería que escribí entonces haya provocado esta evocación, la historia es excelente.
ResponderEliminarCoincido, sin embargo, en que no se mantuvo adecuadamente el buen tono, y el buen tono, me temo, lo es todo en estos asuntos. Ya insistía Jaime Garfio (que no será necesariamente una autoridad en la materia, pero cuyo consejo se puede atender): Good form, my boy, good form!
Obviamente debieron esperar a tener ambos el mismo grado y debieron atenerse a la elección correcta de armas, pero ya se sabe, hace años que nada se respeta. Por otro lado, y más acorde con los tiempos, el motivo no me parece apropiado. Hubiera hecho mejor el capitán en consultar las preferencias de su esposa en la materia y aceptar su decisión. A fin de cuentas, al final terminó pasando lo que desde un inicio iba a suceder. El respeto al derecho ajeno es la paz, no dejaba de repetir la propaganda gubernamental en casa, y no por dudosa la fuente deja de ser cierto.
Hablando de Athos, siempre me impresionó el momento en que, antes de comenzar su duelo con D'Artagnan, le informa que no se quitará el jubón pues está sangrando de una herida anterior y no quiere incomodarlo con la vista de una sangre que D'Artagnan no ha provocado. Semejante escrúpulo me parece el colmo de la delicadeza y la cortesía.
Pero mi alarde favorito será siempre la bravata que el Corsario Negro lanzara, sin efectividad, a Wan Gould en uno de sus tantos encuentros: "Tu muerte está escrita en la punta de mi espada". Es el tipo de cosa que cuando uno la escucha no puede evitar ripostar algo por el estilo de: "¿De verdad? ¡Caramba, pues sí que tienes la letra pequeña! Fíjate, más que a tu maestro de esgrima me interesaría sabe quién te enseñó caligrafía". Reconozco haberme divertido a horrores con Salgari en mi infancia y primera adolescencia, pero Dumas padre tenía mucho más nivel, la verdad.
Por cierto, una película brillante sobre duelos, y donde el código de honor se maneja magistralmente para resolver el conflicto, es "The Duellists", la primera peli de Ridley Scott, basada en la historia de Conrad que mencionas, con un excelente Keith Carradine y un todavía más impresionante Harvey Keitel como su oponente. Un clásico.
admirado me ha que en semejantes épocas transcurran los antedichos eventos
ResponderEliminarReina de la miel: Puestos a desgraciarse, que sea con cierto arte, ¿no?
ResponderEliminarLuni: Mujer, ya que uno decide seguir las leyes del Honor en lugar del Código Civil, por lo menos que las siga como Dios manda, que luego pasa lo que pasa, como puede verse.
Embajador: No, no era ese Maestro de Armas. Es que hay que educar a la juventud en la cosa de los valores y yo, personalmente, prefiero de modelo al Conde de La Fère (uséase: Athos) que a Boris Izaguirre, pongo por caso.
Orayo: Oye, que con espadas de madera (vulgo boken) uno se puede esparramar tan bien o mejor que con el acero. Lo sé por experiencia.
Iralow: Ya, pero es que hay gente con la autoestima la mar de baja (o con una percepción de la realidad distorsionada)
Gabriel Syme: Tú siempre inspiras algo, hombre. En realidad iba a tomar lo del duelo como pretexto para una elucubración sociológica de las mías, pero me enredé yo solo con la narrativa.
Com puedes imaina, tenía en mente la obra maestra de Ridley Scott, pero con el lenguaje decimnónico que me estaba saliendo, sonaba anacrónico hablar de cine.
Y, eso si: Athos es el arquetipo y Alejandro Dumas su profeta.
Neander: La realidad siempre supera a la ficción, ya sabe Vd.
Menuda sorpresa, todavía quedan caballeros españoles dispuestos a todo por los favores de una dama.
ResponderEliminarTambién es mi deseo comunicarle que me ha gustado mucho este relato sobre duelo, capa y espada y además verídico!
Sobra decir que de poco sirve realmente solucionar las diferencias de esta manera pero como han dicho más arriba, suena tan y tan romántico.
Son ustedes de una clase que ya no existe y brindo por ello!!!
A mi que la peña se arreé, sea con la escusa que sea no me gusta , ehhh ;(
ResponderEliminarAhh!! que tengo 5 enanos, por eso el carro lleno jajaja , comen como limas!!
Creo que voy a poner un bote en el blog a ver si alguno deja propina.
Besos y buena semana^^
Es evidente que éste es un país de antihéroes. Ganan los que pierden. Y sin honor. Deberíamos tener un ministerio de honor y ofensas insatisfechas.
ResponderEliminar¡Aaaaah! ¡El noble arte de la espada!
ResponderEliminarEs más "vulgar" pero en los tiempos que corren es mejor recurrir al, también, nobilisismo arte del boxeo. Te mando por correo electrónico un pequeño cuaderno del arte de esgrimir el sable del 1879. Si ya lo tienes pues lo borras y punto.
Mi muy querido Profesor/Capitán/Barón,
ResponderEliminarSensacional la entrada de hoy. Es bueno aleccionar a las nuevas generaciones en las cosas realmente importantes. Lo patético es que dos personas de tal oficio y Arma no supieran cosas elementales, tales como que no cabe el reto entre titulares de diferente empleo. Y, siendo de Caballería, en realidad es bastante patético que pretendiesen resolverlo con florete (lo suyo sería precisamente con sable de caballería, ¿no?... sólo que entonces se escabechan, y ni accidente con hoja rota ni hostias).
Siempre me agrada constatar que dispone V. de los conocimientos y fuentes adecuadas.
Uno para todos y todos para uno ;)
ResponderEliminarAsí mola brindar, viva!!
Yo... paseaba por aquí.
Besos^^
Es m(acento)as correcto el nombre de Bokuto que el de Boken, ya que "Ken" hace referencia m(acento)as al arte de la esgrima en si que al arma.
ResponderEliminarPara repartir leñazos a modo de apaciguamiento considero mejor usar un Suburito o los leños de entrenamiento que usaban Hijikata y Kondo Isamu (no recuerdo el nombre), de 2 y 5 kilos respectivamente. Pero para gustos los maderos, ya se sabe.
Aloma69: en realidad, más que por los favores de la dama, creo que la cosa atañe más bien a la autoestima.
ResponderEliminarY, bueno, algunos aún existimos, conservados en alñcohol.
Dianna, con 5 y poco tiempo para hacer la compra, la foto del carrito está justificada.
Don Luis, estoy de acuerdo en lo primero, pero, no: los que pierden, pierden (aunque siempre quede el recurso de consolarse rumiando consideraciones ético-épicas)
Capazorros: ¡Hombre! qué bien. El mío se lo regalé a mi sobrino el espadachín el año pasado. Gracias mil.
Hans: ¡Bienaventurados los ojos! ¿Te has quedado en Vladivostok, o exploras la Expo en piragua?
¡Pues que se escabechen, joder! y, si no, que se dediquen a la danza contemporánea (una vez producido el ascenso, claro está)
Folken, aquí te has metido en camisa de 11 varas, que bokuto y boken son diferencias conceptuales respecto del mismo cacharro (bo=madera y ken=espada)
Espero que Piolet no lea lo que has escrito, que ambos dos pasamos del millón de suburis (suburi es como una microkata y to, una vez más, espada)
Y, sí, también tenemos de esos cachos de madera que parecen remos para sacar brazo de gorila.
He actualizado 'Vladivostok' (después de, glups, más de dos meses) y me deslizo por las carreteras pensando en sustituir el descapotable por un hovercraft.
ResponderEliminarBTW, en el pasado fin de semana me acordé de tí; ya sabes que en Zaragotham hubo importante evento militar, casi del mismo alcance de aquellos que había en los últimos años de la oprobiosa. Y 'oyes', que la gente sigue aplaudiendo enfervorecido al paso de la Legión.
Pues con lo fácil que era ir a buscar a la dama y decirle "mira rica, ¿o yo o el otro?", al menos hubiésemos salvado un pulmón que el pobre ninguna cosa tenía que ver con el tema.
ResponderEliminarSaludos
solo puedo decir una cosa, amén.
ResponderEliminarSaludos.
El sufijo "TO", cuyo kanji corresponde a una grafía similar al KA del katakana (por tanto no hay que confundirlos), suele hacer referencia al artefacto de la espada.
ResponderEliminarEn caso de que se use como prefijo "KEN", hace referencia a la espada de una manera un tanto más metafísica (si se me permite el término). Así, tenemos las dos variantes, de arte y camino para la espada (jutsu y do) entre otros usos.
Dado que Ken es un prefijo, su uso en bokken no se si es en exceso correcto, y más refiriéndose a algo más abstracto que el cacharro con el que cortas al bad guy. De hecho ni tan siquiera el kanji es el mismo...
De hecho, en la propia wikipedia japonesa aparece referido como Boku + To, y el mismo término en otros idiomas lo refieren como bokken, quizá por mala lectura occidental del mismo.
De todas formas preguntaré a un par de aborígenes por si he metido la pata, e informaré al respecto.
木刀(ぼくとう)は木で日本刀
ResponderEliminarBokuto (leído Bokutou) /partícula sujeto/ madera (boku) /partícula origen/ NIHONTO /partícula.../.
Otro ejemplo con Nihonto del uso del TO para designar al cacharro, en este caso espada japonesa.
La frase, como toda interpretación del japonés, podría traducirse por
El bokuto es la espada japonesa de madera
Folken, ¿esto va de ver quien tiene mas larga la espada?
ResponderEliminarDidáctica y amena entrada que tiene más enjundia de la que aparentemente muestra. Ya se sabe: enseñar deleitando.
ResponderEliminar(Me ha encantado)
Joder, Folken, te he llevado a meterte a filólogo. Yo lo único que sé de estas cosas es que llevo casi treinta años dándome de hostias (últimamente menos, lo confieso) con una cosa de madera llamada boken, así lo llama mi maestro japonés y todos los maestros japoneses que he conocido, y así lo llaman los libros. En Kendo sí que prefieren llamarlo bokuto, en plan académico, pero mucha de la gente que conozco también lo llama boken. Y no se me ocurre qué más decir.
ResponderEliminarNo entiendo yo de estos lances entre caballeros y militares.Lo cierto es que la edad me ha dado cierta templanza y suelo mirar las cosas a cierta distancia y con cierto pragmatismo. Yo para estas cosas de la hombría siempre he tenido algún recelo.
ResponderEliminarAl fin y al cabo no es culpa ni del cornudo ni del que se amanceba con la mujer del cornudo sino culpa de la misma que incurre en poner los susodichos cuernos.
Buena zurra le habría dado yo a tremenda guarra por faltarle al marido, pero si ellos hubiesen mantenido postura de limpiar su honor mejor hacerlo como los de mi pueblo, a hostia limpia y con el puño que es como mejor pelean los hombres. En mitad de la plaza y ganando el que queda en pie despues de la tundra de golpes, mientras, eso si, el resto del pueblo contempla con tremenda algarabía la trompada mientras degusta buenas viandas y buen vino.
Yo creo que la mejor opción y más civilizada, por lo pacífica y acorde con estos tiempos, es que los tres hubiesen hecho cama redonda y se hubiesen abandonado al placer que uno nunca sabe por donde va a salir el sol ni donde va a encontrar el gusto y el deleite. Muchos besos de mis cerdos
Ay qué dolor... no sólo hay que ser terco sino de inteligencia escasa para actuar de esta manera. No hace falta seguir las enseñanzas de nuestros mayores (a las que por cierto cada vez tengo más respecto, quizás ya a los 27 esté saliendo de la adolescencia) para saber que no es la mejor manera de solucionar nada ni de conseguir objetivo alguno. Por lo menos a mí la descreción y atar los orgullos me han sido bastante más útiles para conquistar a alguna dama. O ser conquistado por ella.
ResponderEliminarSaludos maestro.
Te dejo besos, niño, buen fin de semana^^
ResponderEliminarPCB, PODDIÓ!!! Me ganas en procrastinador... VENGA YAAA...
ResponderEliminarUn poco tocapelotas si que es el Folken este.
ResponderEliminarSeguro que su puta vida a visto ninguno boken, pero sabe hasta como se dice en japones, lo que da de si la wikipedo japonesa.
Folken... eres el m(acento tambien)as listo de todos
Paseaba por aquí... besos^^
ResponderEliminarPd: ando muy ocupada, los crios y tal y a partir del viernes acaban el cole, apenas tendré tiempo para el blog , espero que me disculpéis, con ellos aquí y sol, me toca playa y calle, haré lo que pueda, publicaré menos, que ya he reducido a un post, acaban a las dos de la tarde, y podré hacer menos visitas.
vaya un estiloso cornudo con el pulmón perforado- ¿aprenderemos?
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