(El orgullo del 24, de Bradshaw. A veces me siento un poco así)
(Lo que sigue, fue escrito anteanoche en la B.F.I. después de una ¿conversación? en la que intervinieron el tabernero -chino de Hong Kong que había permitido que se agotaran los tercios de Mahou: inconcebible-, la camarera -cubana relativamente anticastrista-, algún residuo de clientes habituales, uno de los cuales es ucraniano aunque de abuelos asturianos, y vuestro humilde narrador, en la que surgieron cosas tan pintorescas como que qué es mejor para clase alternativa a la religión, si el marxismo-leninismo o el confucianismo. Yo defendí el mus, que conste en mi descargo. Como he tomado la decisión de no retocar demasiado lo que escribo por las noches, el resultado es algo confuso. La conversación también fue confusa.)
Últimamente, estoy llegando a la triste conclusión de que soy un demagogo frustrado. Me debato entre la aplicación descarnada de la navaja de Ockham al estudio de mi entorno, con las fastidiosas consecuencias morales que tal acto conlleva, y la resignada aceptación de la inmutable realidad.
Así pues: el mundo que me toca vivir se rige por el pensamiento religioso. A nivel individual, por el mágico; pero, en cuanto se juntan más de dos humanos, la cosa se torna religiosa.
Al fin y al cabo, el pensamiento mágico es el paso intermedio entre el pensamiento animal y el pensamiento racional, que son los más parecidos. Por lo menos, son lógicos: tratan de conseguir un beneficio personal, probando a hacer cosas que -a lo mejor por pura casualidad- han funcionado antes. Es la base del pensamiento científico: la repetitividad del experimento.
En cambio, el pensamiento religioso excluye cualquier relación con la realidad sensible. Y mira que los antiguos nos lo decían: "nihil est in intelectu quod prius non fuerit in sensu", como constataba yo no sin trabajo en mi cada vez más lejano bachillerato.
No. El pensamiento religioso se basa en la fe. Y, por fe, podemos decir "carisma" en el sentido weberiano-vulgar del término. Es decir: creo esto, no por que me sea útil (menos aún, porque guarde cualquier tipo de relación con la realidad), sino porque lo dice el jefe.
El macho de espalda plateada es el jefe porque sabe más y es más fuerte (temporalmente) que los demás gorilas, y porque se preocupa de la supervivencia del grupo, le encuentra mejor comida, lo defiende de sus enemigos, sean éstos otros gorilas o humanos (en este caso, suele morir, el pobre), los libra de las trampas, etc. A cambio, tiene más hembras con las que practicar placentero fornicio. Aceptar como jefe al gran macho de espalda plateada es lógico: es beneficioso. Está dispuesto a enseñarte a sobrevivir y a morir por tí cuando vienen los humanos.
Nada que ver con nuestros jefes. Nuestros jefes pertenecen a otra especie, magistralmente descrita, en una de sus transiciones (de la era preindustrial a la industrial, con la crisis que eso supuso, oye) por Bram Stoker. Nuestros jefes nos vampirizan. En términos más prosáicos: nos cultivan (ni siquiera nos pastorean). A cambio, nosotros estamos dispuestos a morir por ellos. Rectius: a medida que crecemos y nos vamos haciendo mayores, estamos dispuestos a que otros mueran por ellos. Si hace falta, hasta se les paga.
Todo ello, agitando diversos y coloridos espantajos: la Patria, la Clase Obrera, Cristo Rey (esto está bastante démodé), El único Dios, que nos conferirá la dignidad de sahid, etc. etc. etc.
Un humano realista debería mirar por sus intereses de forma racional. Sus intereses suelen serle minuciosamente ocultados. Ya sea porque te entretienen con la suerte de tu equipo de fútbol (en ocasiones, de forma descarnada, como cuando resulta ser "más que un club"), la suerte de la prima del cuñado de la ex de algún ex-torero, la suerte de la Patria Que Se Rompe, Es Oprimida o Humillada (patrias, las tenemos de todas las formas, tamaños y colores) o, simplemente, aguantamos a esa estantigua que está dispuesta a sacarnos los entresijos en cuanto su querida abogada feminista encuentre una fisura por donde atacar, o aguantar a ese tipo que te pega porque su equipo ha perdido hoy o su jefe le ha deteriorado un poco más la autoestima.
Pongo un ejemplo demagógico. En mis tiempos, los marxistas hablaban de una cosa llamada "transferencia de renta de la clase trabajadora al capital". Aunque los marxistas en general y los trotskistas en particular acostumbran ser altamente minuciosos en sus definiciones taxonómicas, yo soy más tosco; así que incluiré bajo el término "curritos" a todos los que no somos muy ricos. Al menos, no lo suficientemente ricos como para ser de los que hacen lo que les da su real gana.
Ya no se da esa tranferencia, al menos físicamente, (soy tosco, lo sé) porque las nóminas las cobran directamente los bancos por nosotros (trasunto de cuando los decimonónicos mineros tenían que gastarse su escaso jornal en el economato de la empresa mientras eran debidamente silicotizados)
El banco cobra tu pasta por tí (generalmente, directamente de una empresa que le debe dinero). Además, te cobra por ello. Y también te cobra cada vez que sacas algo de las migajas que te quedan disponibles para tomarte unas cañas o comprar comida. Eso ya es estupendo. Pero, además, decide en qué te vas a gastar la pasta (reduciendo las cervezas, que son muy malas, como sus galenos/ministras del ramo-siervos se encargan de recordar a cada paso, para que no te sientas tan humillado)
Por ejemplo; en una casa. Hay que tener una casa. Sobre todo, si uno no vive en el campo, y hay que tener una casa porque los bancos tienen que concederte hipotecas. Lo malo es cuando deciden que (al fin y al cabo, tú aún estabas en condiciones de tomar demasiadas cervezas y eso es malísimo para tu salud, y genera violencia doméstica y todo tipo de tensiones) ¿por qué se van a conformar con que les pagues tu sueldo durante diez o veinte años, si te pueden tener pagándoles toda la vida? Total, tú no te vas a quejar, ya tienen a los políticos de tu elección para que les eches la culpa y te quejes en el bar. Sólo se trata de afinar, para no pasarse y que te quede para tomarte algo de vez en cuando, incluso comprar algún libro o extras de ese tipo. (Del tabaco, hablaremos en otra ocasión)
Para eso, además, es muy conveniente que tu trabajo sea lo más precario posible, porque si eres un currante de una gran empresa, que si te echan tienen que pagar pasta, o eres funcionario, o sindicalista afecto, aún vaya y pase, que puedes quejarte un poco y habrá que prejubilarte.
El resultado es que hay quien se siente orgulloso de ser español porque Su Magestad El Rey (Q.D.G.) ha puesto en su sitio a Chávez (bonapartista burgués -valga la redundancia- sui generis-, y quien se siente consternado por esa regia pérdida (aunque momentánea) de la Real Compostura.
Demagógicamente hablando, ¿eso le importa de verdad a alguien?
Lo que es a mí, no. No me afecta en absoluto. Sólo por lo de adaptarse a los usos y maneras de la gente incorrecta me hace gracia. Bueno, y por lo de los politonos, la verdad.
Conclusión demagógica: si el Gobierno pretende fomentar el alquiler de viviendas y hacer más llevadera la vida de los ciudadanos (y ciudadanas) (y de la camarada Loreta) y acordarse de la cosa esa del derecho a una vivienda digna, lo único que tendría que hacer es construir casas (lo que no afectaría a la construcción, porque las harían empresas que tendrían que endeudarse con los bancos, pero serían para el Estado, que somos todos, quien las pagaría, al fin) y alquilarlas a un precio razonable. (lo que sí afectaría a los bancos, que se quedarían sin un huevo de hipotecas) (pero, al fin y al cabo, ganan más con el arbitraje de divisas, o con jugadas como la del amigo Botín en Italia la semana pasada, que ni Sun Tzu en carne mortal, por cierto: todo ello financiado en parte con nuestros sueldos, que ellos nos administran graciosamente)
Por sorprendente que pueda parecer, esa cosa tan demagógica se hace bastante en la corrupta y populista Europa. En vez de ceder a tentaciones populistas, aquí los Gobiernos optan por colaborar con el agobiado ciudadano (no hay que llevar las cosas a puntos candentes) en la financiación de la banca. Lo que viene muy bien a la hora de que la expresada banca les financie a ellos campañas electorales que ¡por Dios! nos podían ahorrar.
Y, aquí, me callo. Porque si no existieran todas las cosas absolutamente superfluas que nos entretienen y nos dan trabajo, caeríamos en la cuenta de que somos demasiados sobre la Tierra y eso ya sí que tiene difícil solución. Sobre todo, si no tienes pasta para Mahou, lo que –gracias a Dios y a la evolución histórica de las relaciones de producción, no es aún mi caso.
Últimamente, estoy llegando a la triste conclusión de que soy un demagogo frustrado. Me debato entre la aplicación descarnada de la navaja de Ockham al estudio de mi entorno, con las fastidiosas consecuencias morales que tal acto conlleva, y la resignada aceptación de la inmutable realidad.
Así pues: el mundo que me toca vivir se rige por el pensamiento religioso. A nivel individual, por el mágico; pero, en cuanto se juntan más de dos humanos, la cosa se torna religiosa.
Al fin y al cabo, el pensamiento mágico es el paso intermedio entre el pensamiento animal y el pensamiento racional, que son los más parecidos. Por lo menos, son lógicos: tratan de conseguir un beneficio personal, probando a hacer cosas que -a lo mejor por pura casualidad- han funcionado antes. Es la base del pensamiento científico: la repetitividad del experimento.
En cambio, el pensamiento religioso excluye cualquier relación con la realidad sensible. Y mira que los antiguos nos lo decían: "nihil est in intelectu quod prius non fuerit in sensu", como constataba yo no sin trabajo en mi cada vez más lejano bachillerato.
No. El pensamiento religioso se basa en la fe. Y, por fe, podemos decir "carisma" en el sentido weberiano-vulgar del término. Es decir: creo esto, no por que me sea útil (menos aún, porque guarde cualquier tipo de relación con la realidad), sino porque lo dice el jefe.
El macho de espalda plateada es el jefe porque sabe más y es más fuerte (temporalmente) que los demás gorilas, y porque se preocupa de la supervivencia del grupo, le encuentra mejor comida, lo defiende de sus enemigos, sean éstos otros gorilas o humanos (en este caso, suele morir, el pobre), los libra de las trampas, etc. A cambio, tiene más hembras con las que practicar placentero fornicio. Aceptar como jefe al gran macho de espalda plateada es lógico: es beneficioso. Está dispuesto a enseñarte a sobrevivir y a morir por tí cuando vienen los humanos.
Nada que ver con nuestros jefes. Nuestros jefes pertenecen a otra especie, magistralmente descrita, en una de sus transiciones (de la era preindustrial a la industrial, con la crisis que eso supuso, oye) por Bram Stoker. Nuestros jefes nos vampirizan. En términos más prosáicos: nos cultivan (ni siquiera nos pastorean). A cambio, nosotros estamos dispuestos a morir por ellos. Rectius: a medida que crecemos y nos vamos haciendo mayores, estamos dispuestos a que otros mueran por ellos. Si hace falta, hasta se les paga.
Todo ello, agitando diversos y coloridos espantajos: la Patria, la Clase Obrera, Cristo Rey (esto está bastante démodé), El único Dios, que nos conferirá la dignidad de sahid, etc. etc. etc.
Un humano realista debería mirar por sus intereses de forma racional. Sus intereses suelen serle minuciosamente ocultados. Ya sea porque te entretienen con la suerte de tu equipo de fútbol (en ocasiones, de forma descarnada, como cuando resulta ser "más que un club"), la suerte de la prima del cuñado de la ex de algún ex-torero, la suerte de la Patria Que Se Rompe, Es Oprimida o Humillada (patrias, las tenemos de todas las formas, tamaños y colores) o, simplemente, aguantamos a esa estantigua que está dispuesta a sacarnos los entresijos en cuanto su querida abogada feminista encuentre una fisura por donde atacar, o aguantar a ese tipo que te pega porque su equipo ha perdido hoy o su jefe le ha deteriorado un poco más la autoestima.
Pongo un ejemplo demagógico. En mis tiempos, los marxistas hablaban de una cosa llamada "transferencia de renta de la clase trabajadora al capital". Aunque los marxistas en general y los trotskistas en particular acostumbran ser altamente minuciosos en sus definiciones taxonómicas, yo soy más tosco; así que incluiré bajo el término "curritos" a todos los que no somos muy ricos. Al menos, no lo suficientemente ricos como para ser de los que hacen lo que les da su real gana.
Ya no se da esa tranferencia, al menos físicamente, (soy tosco, lo sé) porque las nóminas las cobran directamente los bancos por nosotros (trasunto de cuando los decimonónicos mineros tenían que gastarse su escaso jornal en el economato de la empresa mientras eran debidamente silicotizados)
El banco cobra tu pasta por tí (generalmente, directamente de una empresa que le debe dinero). Además, te cobra por ello. Y también te cobra cada vez que sacas algo de las migajas que te quedan disponibles para tomarte unas cañas o comprar comida. Eso ya es estupendo. Pero, además, decide en qué te vas a gastar la pasta (reduciendo las cervezas, que son muy malas, como sus galenos/ministras del ramo-siervos se encargan de recordar a cada paso, para que no te sientas tan humillado)
Por ejemplo; en una casa. Hay que tener una casa. Sobre todo, si uno no vive en el campo, y hay que tener una casa porque los bancos tienen que concederte hipotecas. Lo malo es cuando deciden que (al fin y al cabo, tú aún estabas en condiciones de tomar demasiadas cervezas y eso es malísimo para tu salud, y genera violencia doméstica y todo tipo de tensiones) ¿por qué se van a conformar con que les pagues tu sueldo durante diez o veinte años, si te pueden tener pagándoles toda la vida? Total, tú no te vas a quejar, ya tienen a los políticos de tu elección para que les eches la culpa y te quejes en el bar. Sólo se trata de afinar, para no pasarse y que te quede para tomarte algo de vez en cuando, incluso comprar algún libro o extras de ese tipo. (Del tabaco, hablaremos en otra ocasión)
Para eso, además, es muy conveniente que tu trabajo sea lo más precario posible, porque si eres un currante de una gran empresa, que si te echan tienen que pagar pasta, o eres funcionario, o sindicalista afecto, aún vaya y pase, que puedes quejarte un poco y habrá que prejubilarte.
El resultado es que hay quien se siente orgulloso de ser español porque Su Magestad El Rey (Q.D.G.) ha puesto en su sitio a Chávez (bonapartista burgués -valga la redundancia- sui generis-, y quien se siente consternado por esa regia pérdida (aunque momentánea) de la Real Compostura.
Demagógicamente hablando, ¿eso le importa de verdad a alguien?
Lo que es a mí, no. No me afecta en absoluto. Sólo por lo de adaptarse a los usos y maneras de la gente incorrecta me hace gracia. Bueno, y por lo de los politonos, la verdad.
Conclusión demagógica: si el Gobierno pretende fomentar el alquiler de viviendas y hacer más llevadera la vida de los ciudadanos (y ciudadanas) (y de la camarada Loreta) y acordarse de la cosa esa del derecho a una vivienda digna, lo único que tendría que hacer es construir casas (lo que no afectaría a la construcción, porque las harían empresas que tendrían que endeudarse con los bancos, pero serían para el Estado, que somos todos, quien las pagaría, al fin) y alquilarlas a un precio razonable. (lo que sí afectaría a los bancos, que se quedarían sin un huevo de hipotecas) (pero, al fin y al cabo, ganan más con el arbitraje de divisas, o con jugadas como la del amigo Botín en Italia la semana pasada, que ni Sun Tzu en carne mortal, por cierto: todo ello financiado en parte con nuestros sueldos, que ellos nos administran graciosamente)
Por sorprendente que pueda parecer, esa cosa tan demagógica se hace bastante en la corrupta y populista Europa. En vez de ceder a tentaciones populistas, aquí los Gobiernos optan por colaborar con el agobiado ciudadano (no hay que llevar las cosas a puntos candentes) en la financiación de la banca. Lo que viene muy bien a la hora de que la expresada banca les financie a ellos campañas electorales que ¡por Dios! nos podían ahorrar.
Y, aquí, me callo. Porque si no existieran todas las cosas absolutamente superfluas que nos entretienen y nos dan trabajo, caeríamos en la cuenta de que somos demasiados sobre la Tierra y eso ya sí que tiene difícil solución. Sobre todo, si no tienes pasta para Mahou, lo que –gracias a Dios y a la evolución histórica de las relaciones de producción, no es aún mi caso.
Veo que me ha estado usted leyendo a Frazer. O eso, o que la falta de tercios de Maou le hizo recurrir a soluciones más drásticas.
ResponderEliminarNo. Más que a Frazer me he estado releyendo al amigo Eliade. Ya sabes que lo han sacado de kiosko y he podido por fin recuperar lo que perdí en su día, aunque en 3 tomos largamente distanciados. Pero mis guías espirituales son y serám Konrad Lorenz y las grajillas comunes. (Bueno, y también Gerald Durrell y P.G. Wodehouse, insignes antropoetólogos)
ResponderEliminarBuena clase de historia para arropar la reflexión.
ResponderEliminarla verdad que el tema Chavez ya lo he expuesto en varios blogs y creo que es un poco denso remover mas el capitulo.
Itoitz, ¿Historia? Lo del compañero Chavez ya vale. Yo tamopoco tengo el menor interés en ello. De todas formas, como dato, aparte de lo de la sangre real, hay que tener en cuenta que Chavez es Hugo Chávez Frias, T.Col. Ret. y el nuestro es Borbón, Cap. Gral. (activo) Palabra, que eso importa a esta gente aunque a nosotros nos la baile.
ResponderEliminarGracias por tu visita a mi blog y por tu comentario. Estoy ojeando el tuyo y me atrae, así que me pasaré con tiempo para leer con la calma y atención requeridas.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Hannah
Por cierto: ¿cómo lo hizo? Yo no consigo entrar.
ResponderEliminarCalle, calle. Entre lo que se queda Hacienda, la SS y el banco no me queda ni para cañas.
ResponderEliminarMas que a la evolucion historica de las relaciones de produccion, yo que ud. le daria las gracias a Pasteur por consguir que la cerveza se mantuviese semanas tras su produccion. Sin ello los taberneros aun tendrian que fabricarla, y su importacion de lejanos lugares seria practicamente impensable, amen de su prohibitivo precio por el tema este de que hay peligro de que se pase y se haga mala, y tal...
ResponderEliminarY que conste que no me gusta la cerveza
Si el Gobierno pretende hacer más llevadera la vida de los ciudadanos, lo que tiene que hacer es dejarnos en paz. Qué sencillo y qué difícil de conseguir. No sé si se trata éste de un pensamiento lógico, mágico o tarotista. Tiendo más al pensamiento arrabalesco de jaculatoria del pánico.
ResponderEliminarDios santo! ¿es que ya no quedan bares en los que hablar de mujeres y fracasos?
ResponderEliminarHay una reflexión fundamental y con la que estoy muy de acuerdo, lo realmente importante para tod@ individu@ es intentar dentro de lo posible hacer lo que le dé la real gana y eso es harto difícil sobretodo por culpa del trabajo, ahí, ahí, cuántos trabajan en lo que de verdad les gusta? Dudo que eso sea demasiado posible, me da la sensación que cuando tienes la suerte? de convertir tu hobbie en tu medio de vida de golpe pierde la gracia, que conste que NO lo digo por experiencia.
ResponderEliminarA su salud!
Brillante,hilarante y unos cuantos -ante más. Pena que la envidia que me produce su prosa neutralice los efectos beneficiosos de las carcajadas que me eché antes...
ResponderEliminarHannah, Ruben, Dª Alicia, Folken, D. Luis, Jake Gittes, Aloma69 y Reina de la miel, os agradezco los comentarios, aunque después de leerlo otra vez, no me parece demasiado brillante el postio éste. Ando con un gripazo del copón así que perdonaréis que no esté inspirado para contestaros individualmente. Gracias por el interés.
ResponderEliminarPues a mí me pareció un postio brillante. Disperso, pero brillante :-)
ResponderEliminarNada, a darle al paracetamol y a cuidarse.
Tengo entendido que el lúpulo va fenomenal contra las afecciones de garganta...¿o eran los taninos? Bueno, sea como sea hay que pimplar, y no le digo nada de aquellos ponches letales con brandy que curaban el catarro por el expeditivo método de acabar con la fauna y flora de las vías respiratorias. Ni paracetamol ni leches, hombre.
ResponderEliminarmi abuelo aún recomienda aquel copón de brandy caliente con 5 cucharadas soperas de azucar... por algo será que tenía de todo menos problemas pulmonares
ResponderEliminaraún recomienda no, recomendaba: Los zombies no hablan.
ResponderEliminarPues no sabría por donde empezar a comentarte aunque sí, me quedo con lo del mus y lo de la mahou... el mus no me gusta mucho pero como liturgia religiosa me parece más divertida y un botellín de la Mahou como totem es el mejor.
ResponderEliminarY como clase alternativa a la religión la vida y obra de los curritos pero para qué deprimirlos antes de tiempo. Con razón el OPUS tiene tantos adeptos.
Un saludo y mejora tu catarro.