27/6/11

Privatizar también los rescates, ¿no?

 

La abuela que lo había previsto todo, aclamada por la multitud el 19-J

 

Quede claro que, lo que viene a continuación es una exposición muy simplificada y, por consiguiente, será calificada de demagógica, pero, como saben mis lectores, para llamarme demagogo, ya estoy yo mismo, así que me da igual.

Hay cierta polémica estos días porque en la Unión Europea algunos han dicho que el capital privado (a lo bruto: la banca) debe participar en los rescates a los países que tienen dificultades para pagar su deuda.

Como es natural, los tertulianos y demás expertos en Economía Política que explican la realidad a los votantes, alzan voces airadas advirtiendo que eso de pedir a los bancos que hagan algo puede inquietar a los mercados (que, como ya sabemos, son los mismos bancos) y agravar aún más las cosas.

Pues a mí me parece razonable, oiga. No porque los bancos hayan organizado la crisis; porque los bancos no habrían podido organizarla si no hubieran contado con la ayuda entusiasta de una clase política corrupta que, no sólo les dejó hacerlo, sino que les facilitó el trabajo, y con la ayuda –igual de entusiasta- de todos esos millones de ciudadanos y ciudadanas del mundo rico que decidieron hipotecarse de por vida a cualquier precio sólo por no ser menos que el vecino. Así que no voy a hacer moralina fácil. A mí, mi abuela me decía que no hiciera caso si algún señor con gabardina me ofrecía caramelos a la salida del colegio, así que, el que no haya hecho caso a su abuela y le hayan dado por culo, que no venga ahora con que no estaba avisado.

Entonces, ¿por qué me parece razonable que los bancos pongan pasta para echar una mano a los países que necesitan ser rescatados?

Pues por lo siguiente:

¿Por qué esos países necesitan que los rescaten? Porque sus gobiernos se dejaron el presupuesto en rescatar a sus bancos que estaban en quiebra.

¿Por qué rescataron a los bancos? Pues, aparte de porque, si los dejaban quebrar, luego no iban a tener consejos de administración en los que sentarse al dejar el cargo, debieron de pensar que sus electores se iban a poner muy nerviosos si veían sus ahorros en peligro de esfumarse y, como es sabido que la culpa de todo la tiene el gobierno,  no los votarían en las siguientes elecciones. Algo absurdo, ya lo sé, pero los políticos están tan alejados de la realidad que, por lo visto, creían que sus electores aún estaban en condiciones de tener ahorros.

Y, ¿por qué estaban en quiebra esos bancos? Por haber apretado a sus clientes hasta dejarlos sin un duro a base de subir los precios de la vivienda y, aunque no tuvieran un duro, seguir prestándoles un dinero que sabían que no iban a poder devolver. Además, como no tenían bastante dinero para prestar, en vez de parar recurrían a su vez a pedirlo prestado a otros bancos. Claro, que ellos pedían prestado a, digamos, tres años un dinero que iban a tardar treinta en recuperar. O sea, lo mismo que hace esa gente que coge prestado dinero de su empresa para jugar al póker o meterse polvitos por la nariz pensando que van a poder devolverlo antes de que nadie se dé cuenta. Cuando el primer banco fue descubierto y todos se echaron mano a la cartera, lo demás vino rodado.

Pero, ¿cómo es posible que nadie se diera cuenta de lo que pasaba? Pues porque todos los bancos del mundo pagan buena pasta a tres empresas que se dedican a ponerles nota y, mientras esas tres empresas digan que un banco (o un país) es absolutamente fiable, no hay ningún problema. Ya podían estar viendo todas las abuelas del mundo que la situación iba a pegar el pedo, porque ellas sabían que la avaricia rompe el saco, que mientras esas tres empresas dijeran que no había problema, cualquiera que manifestara sus temores de que esa vorágine iba a derrumbarse, era mirado con desprecio y tildado de alarmista y apocalíptico. Si esas tres empresas te dicen que las vacas vuelan, tú tienes la obligación de creértelo, porque si no te llaman gilipollas y, como seas economista, te quedas sin trabajo. Como resulta que esas tres empresas seguían dando matrícula de honor a los bancos americanos que ya llevaban tiempo en quiebra hasta el día antes de que tuvieran que echar el cierre, pues en éstas nos vemos ahora.

Así que los estados se habían dejado un buen pico del presupuesto en rescatar bancos, pero, ¿de dónde sale el presupuesto? De los impuestos que pagan los ciudadanos y las empresas. Y, ¿qué necesitan los ciudadanos y las empresas para pagar impuestos? Ganar dinero. Pero, como en el mundo rico los que están arriba, es decir, el estado y las grandes empresas pagan a los de abajo lo más tarde que pueden para poder jugar con su dinero más tiempo, todo funciona a crédito. Al dejar los bancos de prestar dinero, empezaron a quebrar empresas y a ir sus trabajadores al paro y, el que no iba al paro, estaba asustadito. Las empresas que desaparecen y los contribuyentes en paro o acojonados, pagan muchos menos impuestos y el estado se encuentra con que ingresa menos de lo que tenía previsto cuando se gastó alegremente el dinero rescatando bancos.

Y, ¿de dónde sacan los estados el dinero cuando no les llega con lo que nos cobran de impuestos? Pues lo pide prestado, como los bancos, como todo el mundo. Para pedir prestado, los estados sacan emisiones de deuda pública en diversos formatos y plazos de vencimiento que los inversores –los famosos “mercados”- suscriben en subastas a un tipo de interés que les conviene. ¿Quiénes son los inversores? En general, los bancos, diversas empresas financieras la mayoría de las cuales dependen de los bancos, los fondos de pensiones, de inversión, etc.  (de los bancos o gestionados por los bancos) y algunos fondos soberanos, que son países a los que les sobra pasta para invertir, normalmente porque tienen petróleo.

Cuando un país es considerado muy fiable, como Alemania, los intereses que paga por su deuda son muy bajos. Cuando es menos fiable (como España), paga más intereses; cuando es muy poco fiable, como Grecia, paga unos intereses tan altos que sabe de antemano que no va a poder asumirlos. Por cierto, que el grado de fiabilidad empeora cuántos más intereses tenga que pagar, lo que aumenta el riesgo de impago provocado por los mismos especuladores que se basan en ese riesgo para hacer subir los intereses. El uroboros o pescadilla que se muerde la cola y, como cualquier abuela vería, la avaricia que rompe el saco.

¿Quién decide el grado de fiabilidad y, por consiguiente, los intereses que tendrá que pagar por su deuda? Exacto: las tres empresas de marras que el día antes de que los bancos americanos en quiebra echaran el cierre les seguían dando la máxima puntuación. Y pueden decidirlo porque sus directivos siguen poniendo notas en vez de estar en la cárcel.

Y, lo más importante: ¿Por qué los mercados invierten miles de millones en comprar deuda a unos países que saben que no van a poder pagar?

Pues porque cuentan con que van a ser rescatados por la Unión Europea. Es decir, que la Unión Europea va a poner la pasta que esos países no tengan.

Conclusión: A lo mejor resulta que, si los mismos que están especulando contra la deuda de un país para obligarle a pagar más intereses, se van a ver obligados a pagar a ese país para que pueda pagarles a ellos mismos, empiezan a pensar que su especulación no es tan rentable y se dedican a especular con otras cosas más normales, como, por ejemplo, el precio de los alimentos de primera necesidad.

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P.D.- Por supuesto, ganar más pasta con los intereses de la deuda no es la única finalidad de todo esto. Los mercados aprietan a los estados para ponerlos de rodillas y que apliquen las recetas de los mercados que tan buenos resultados dieron en América latina o África desde los 80. Todo ello a cambio de que los mercados permitan a la clase política de esos estados seguir repartiéndose las migajas. Así, los estados se limitarán a su función primordial, que es tener una hacienda que robe a los pobres para dárselo a los ricos, y unas fuerzas del orden que mantengan tranquilo al populacho. Y así, los estados venderán hasta lo que no es suyo y, como en África, hasta el agua potable que necesitamos para vivir será propiedad de una empresa privada.

13/6/11

La corrupción política en España.

  Mapa corrupcion

 

La punta del iceberg

 

Cosas por las que debemos estar cabreados y en las que deberíamos centrar nuestra atención:

La corrupción política en España, no es un daño colateral, sino que constituye la base de nuestro sistema político. La corrupción es, como se dice ahora, sistémica.

La democracia en España está limitada a la alternancia de determinados partidos en el poder. Esa alternancia y la exclusión de otras formaciones o canales de participación democrática, han llevado a que los dirigentes de dichos partidos turnantes  tengan una concepción patrimonial del poder político; es decir: “es mío, y hago con él lo que me da la gana, vamos, faltaría más.”

La lucha partidaria no es, ni más ni menos, que una guerra encarnizada por el acceso a los presupuestos públicos. Es decir: luchan para repartirse el dinero obtenido por la Hacienda Pública de los impuestos que pagamos los ciudadanos.

La corrupción sistémica se ve facilitada por las desorbitadas necesidades de financiación de los principales partidos políticos, la ausencia o debilidad de los sistemas de control preventivo de la corrupción (el Tribunal de Cuentas carece a efectos prácticos de capacidad sancionadora), la ineficacia de la legislación sobre financiación de los partidos (realizada por los propios partidos a los que debería controlar), la descentralización administrativa que multiplica las fuentes de acceso a los distintos presupuestos, y la ausencia de democracia interna y de transparencia en la actuación de los partidos, que permite el monopolio del poder por una reducida casta de políticos profesionales.

Por todo ello, la lucha contra la corrupción política en España no es una cuestión ética: es una cuestión de supervivencia.

El ingente trasvase del dinero público a manos privadas realizado de forma delictiva por cargos públicos es una de las principales causas de la asfixia económica del Estado, las Comunidades Autónomas, las Diputaciones, Cabildos, Juntas y Ayuntamientos. Debido al saqueo, unido al fraude fiscal generalizado por parte de las grandes fortunas y las grandes empresas, fraude en muchos casos legalizado por la normativa ad hoc generada por el Gobierno y por las Cortes, hay déficit, la deuda se dispara y falta presupuesto.

El déficit fiscal generado por la clase política, por ejemplo, al renunciar las Comunidades Autónomas a impuestos cedidos por el Estado, para, en lugar de financiarse con sus propios recursos, endeudarse con las entidades bancarias y los mercados, a los que se regalan los correspondientes intereses a costa de todos los ciudadanos, se pretende enjugar con los famosos “recortes”, es decir, se baja el sueldo a los empleados públicos, se suben los impuestos sobre el consumo (los más injustos: los consejeros de las multinacionales pagan lo mismo que Vd., lector), y se reducen gastos fundamentales en Educación, Sanidad, Justicia e infraestructuras. Todo antes que reducir el nivel de saqueo.

El fruto del saqueo, ese dinero sistemáticamente robado y entregado por cargos públicos a empresas afines mediante soborno y, en muchos casos, para repartir con los partidos, es el que debería servir para que los Ayuntamientos pagasen a sus proveedores, el que debería invertir el Estado en políticas sociales o infraestructuras necesarias; el que deberían gastar las comunidades autónomas en Sanidad, Educación o Dependencia.

Por su parte, los medios de comunicación, que deberían ser uno de los agentes fundamentales en el control de los comportamientos corruptos, no sólo no son independientes, sino que viven en simbiosis con los partidos y, a la vez, actúan como correa de transmisión de los intereses de sus propietarios y patrocinadores (grandes empresas anunciantes, a su vez beneficiadas por la corrupción)

Precisamente, debido a que los medios de comunicación no cumplen con la función que deberían tener en una democracia, la corrupción no es percibida por los ciudadanos como sistémica. Los medios se ocupan –y con notable éxito, por cierto- de distraer la atención.

Sólo cuando es inevitable, por lo general debido a la intervención de la Policía o la Guardia Civil, determinados escándalos saltan a los medios; pero siempre compartimentados, limitándose la información a un caso concreto que, al afectar a un solo partido cada vez, pasa a integrarse en la lucha partidista y –gracias a la información sesgada facilitada por los medios- suele producir en los votantes del partido afectado una reacción de cierre de filas (recurso a la idea de conspiraciones político-judiciales, etc.) que impide que los comportamientos corruptos, incluso aunque estén siendo enjuiciados por los Tribunales de Justicia, impliquen –como en principio sería lo lógico- un castigo en las urnas por parte de la ciudadanía que –paradójicamente- es la principal perjudicada por la corrupción. Sencillamente, lpese a la evidencia, los ciudadanos eligen no creerse que el político al que votan es un ladrón.

En resumen: que si no nos levantamos contra este estado de cosas, es que somos profundamente imbéciles y tenemos lo que nos merecemos.

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P.D. Vuelvo a proponer a mis amables lectores unos sencillos ejercicios prácticos:

a) Cuando paseen por la calle de su ciudad o de su pueblo, o circulen por una carretera y se topen con un cartel de esos que anuncian a bombo y platillo las obras que los políticos hacen por nuestro bien, tomen nota de la obra y del presupuesto. (si sacan una foto, mejor) Luego le preguntan a cualquier conocido que trabaje en la construcción cuánto cuesta realmente esa obra.

b) Si trabaja Vd. en cualquier dependencia de la Administración y tiene que reponer, digamos, su ordenador o la impresora, intente informarse de cuánto le ha costado al Estado. Luego, acérquese al Mediamarket o a Carrefour y mire cuánto le habría costado comprársela Vd. por su cuenta.

c) Si por alguna extraña razón es Vd. concejal o concejala de un partido minoritario, de los que no están en condiciones de rapiñar (aún) y se siente heroico o heroica, intente acceder al presupuesto de alguna de las obras mencionadas, como es su derecho, y luego coménteselo a su amigo de la constru. Verá qué sorpresa se lleva. Luego, cállese, por favor, salvo que esté decidido a marcharse de su pueblo.

3/6/11

15-M: Revolución LOGSE 2.0

Lo que sigue no es más que mi opinión personal, y ceñida a Madrid que es lo que mejor conozco; pero, como en las últimas semanas he puesto en serio riesgo mi ya de por sí maltrecha reputación defendiendo el movimiento surgido el 15 de mayo, he de decir que creo que ya hemos llegado a esto que, como dice mi amiga Mara Jade Garland, nos hacía gracia porque nos parecía ridículo:

Dinámica asamblearia

1) El movimiento del 15 de mayo surgió espontáneamente. La represión de la manifestación del 15-M en Madrid y el posterior desalojo de la gente que decidió quedarse a pasar esa noche en Sol como protesta, fueron la chispa que prendió el descontento generalizado.

La reacción de la gente superó las expectativas de quienes habían convocado aquella manifestación y las de todo el mundo, empezando por el Gobierno, los partidos y los medios de comunicación. La acampada de Sol fue alimentada por los intentos de reprimirla de la Junta electoral Provincial y la Central, con sus decisiones inconstitucionales y, además, dictadas por un órgano manifiestamente incompetente.

Así las cosas, la acampada de Sol y las que surgieron en todo el territorio nacional, se fueron autoorganizando de acuerdo con unos criterios propuestos por ¿alguien?, con base en un consenso asambleario a ultranza. Se fueron creando comisiones, grupos de trabajo y se gestó en tiempo récord una burocracia hiperdimensionada para un movimiento de estas características.

Las reivindicaciones iniciales, en esencia siguen siendo las mismas (que yo defiendo): Reforma de la Ley Electoral para introducir un sistema más justo, fin de los privilegios de la clase política, que la crisis la paguen sus autores y que se tomen medidas eficaces contra el paro sin afectar a los derechos sociales de los ciudadanos.

Pero, esas reivindicaciones fueron inmediatamente sumergidas en un mar de ruido  y confusión creado por esas comisiones surgidas como setas que se dedicaron a discutir de forma políticamente correcta y consensual cosas tan pertinentes como un nuevo sistema educativo, la exigencia de carriles bici, la prohibición de los toros o de las centrales nucleares, o si abríamos un proceso constituyente y echábamos al rey.

Es decir, jugar a las revoluciones sin tener en cuenta que existe una cosa muy desagradable llamada realidad; todo ello bajo la maternal mirada de la policía de la mente lista para reprimir pacíficamente cualquier vulneración del código políticamente correcto si a alguien se le ocurría sugerir que había quien estaba haciendo el imbécil.

Resultado:

a)  Echaron de un plumazo, por mor del buen rollito y del consenso, a miles de ciudadanos y ciudadanas tan cabreados como nosotros pero que con muy buen criterio no se reconocen en propuestas tan peregrinas.

b)  Distrajeron la atención de lo esencial, que era hacer valer la opinión y los intereses de los ciudadanos normales frente a la clase política y el poder financiero.

Resultado: 19 días después, la así llamada Asamblea de Sol sigue siendo incapaz de articular unas exigencias (sí, sí, exigencias) concretas que ocupen una mísera cuartilla. Es evidente que ese sistema asambleario en el que todo el mundo puede decir lo que le parezca, todas las opiniones son igual de respetables y las decisiones se no-toman por consenso, no funciona en absoluto.

Mientras tanto, el tiempo corre en nuestra contra. La acampada de Sol  ha perdido su vigor y se está transformando a marchas forzadas en la caricatura de sí misma descrita por Intereconomía.

No se ha consensuado levantar el campo cuando la cosa estaba en su auge y ahora languidece. No lo he leído en la prensa: lo veo casi a diario. Y no se ha consensuado porque hubo gente que no estaba de acuerdo. Es decir, que una minoría bloquea a la mayoría. Es decir: en lenguaje estándar (el que usamos los profanos) que se vota y gana la minoría que está saboteando el movimiento porque les mola estar allí (o que otros sigan allí). Hasta ahora, el cacareado consenso sólo ha servido para paralizar el movimiento en discusiones sin sentido y desmovilizar a muchísimos simpatizantes.

Es decir: se empezó  a usar un sistema asambleísta con un sistema de adopción de NO-DECISIONES basado en un supuesto consenso que, en realidad consiste en descafeinar y difuminar cualquier propuesta hasta que es aceptable por cualquiera e ignorar cualquier orden de prioridades. En la práctica, el sistema permite que una minoría bloquee cualquier decisión. Por si fuera poco, se finge dotarlo de legitimidad a base de subir y bajar por instancias que no representan a nadie para descafeinar aún más cualquier cosa e impedir, en todo caso, que se decida nada A TIEMPO.

Aunque ese sistema ha demostrado patentemente su ineficacia (o tal vez precisamente por ello) se sigue manteniendo acríticamente. Cuando algo demuestra que no funciona, lo lógico (lo sano) es cambiarlo. Votar no es malo. Que decida una amplia mayoría después de haber buscado el consenso sin conseguirlo, no es malo, ni fascista ni nada que se le parezca. Eso se llama democracia.

 

2) El sábado pasado se constituyeron las asambleas de barrio y de municipio. La idea, surgida en las asambleas de Sol, era extender el movimiento arraigándolo en barrios y municipios, o sea: en el ámbito más próximo a cada ciudadano. Muchos de los que tomamos parte en dichas asambleas, habíamos pasado mucho tiempo en Sol y participado en asambleas y comisiones. Sabemos de lo que hablamos.

Es decir, que las asambleas somos Sol. Una vez constituidas las asambleas “locales”, entiendo que la soberanía del movimiento reside en ellas y que son ellas, de abajo hacia arriba, las que tienen la legitimidad de trasladar sus propuestas a la Asamblea General en Sol o donde se constituya en lo sucesivo. Ni que decir tiene que lo lógico sería que la Asamblea general estuviera formada por los delegados elegidos en las asambleas locales. Y sólo por ellos. La Asamblea debe estar formada por el conjunto de los barrios y pueblos, no ser una instancia ajena a ellos y considerada como superior por alguna razón que se me escapa.

¿Qué significa que, una vez constituidas las asambleas, se dedique a reunirse en Pontejos una autodenominada asamblea de barrios de la que no hay noticia en las actas de las verdaderas asambleas y a la que no hemos enviado representantes?

Entiendo el carisma que ha adquirido la palabra Sol. “Desde Sol nos dicen…”, “Desde Sol nos proponen…”. Lo que se acata como si fuera una orden. Bien, ¿quién es Sol? Sol no es nadie, ni siquiera como ente de razón. “Sol”, si no es la suma de los representantes  de los barrios y pueblos, no tiene la más mínima legitimidad. No representa a nadie. Igual que nosotros en los barrios y pueblos, sólo nos representamos a nosotros mismos; aunque nos gustaría sentirnos representantes de la Humanidad, no lo somos.

Estas cuestiones hay que tratarlas mañana. Y llegar a soluciones. Si no, este movimiento está acabado.

Las asambleas de los barrios y los pueblos, deberíamos hacer valer nuestra legitimidad y dejar claro a los que se arrogan la posesión del movimiento que el 15-M somos todos y que Sol somos todos.

Las asambleas de los barrios y los pueblos deberíamos dejar de aceptar acríticamente todo lo que “viene de Sol”, como si se tratara de Moisés bajando las Tablas de la Ley del Sinaí, y decidir democráticamente nuestro propio funcionamiento, en vez de obedecer órdenes de un ser mitológico llamado “Sol”.

Las asambleas de los barrios y los pueblos deberíamos evitar caer en la misma lacra que ha paralizado el movimiento en Sol. No pretender crear comisiones, subcomisiones grupos de trabajo y demás farfollas como si acabáramos de tomar el poder y estuviéramos repartiéndonos los ministerios. No es así y no va a ser así, tranquilos.

Tenemos que centrarnos en comunicar las reivindicaciones básicas. Y –obviamente- dejar (¿tener?) claro cuáles son,   .

Tenemos que decir a Sol que queremos que la acampada termine dignamente y no por putrefacción o disuelta por la Policía cuando haya perdido su capacidad de movilización. Y que, para ello, hay que coordinarse con el resto de acampadas que aún sobreviven.

Tenemos que evitar que personas y colectivos, con mejor o peor intención, pero como ya está ocurriendo, manipulen las asambleas y nuestros instrumentos de comunicación o, sencillamente actúen al margen de lo decidido en las asambleas (es decir, al margen del movimiento, ilegítimamente) “siguiendo el ejemplo de Sol”.

Y, sobre todo, tenemos que decidir y pensar por nosotros mismos. Es lo que se pretendía, ¿no?

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P.D. Recomiendo vivamente estos dos postios de la sin par Mara Jade Garland de la Academia de Vaders:

A los habitantes del Mundo de Ilusión y Fantasía (MIF) I

A los habitantes del Mundo de Ilusión y Fantasía (MIF) II