28/5/09

Sustancias




A mediados del s. XIX, el Imperio Británico entró en guerra con el Imperio Chino. En aquella sazón, el Emperador de China, el Imperio del Centro, aún tenía la curiosa idea de que Victoria, Regina Imperatrix, cuyos casacas rojas se disponían a desmantelar su Imperio, era una pintoresca vasalla que gobernaba en su nombre a unos bárbaros feísimos de caras coloradas que comerciaban en sus puertos.

El sistema empleado por el Gobierno chino para designar al general que indefectiblemente habría de derrotar a los bárbaros, fue ordenar a los candidatos la redacción de una composición poética sobre los fastos de celebración de la victoria. Como es sabido, tal victoria nunca tuvo lugar y China dejó de ser una potencia mundial para deslizarse a velocidad uniformemente acelerada por la pendiente que lleva al muladar de los estados fallidos.

Aquella guerra se produjo porque los honorables comerciantes anglosajones consideraron inaceptable para Las Reglas del Libre Comercio que el Gobierno chino decidiera prohibir la importación de la principal mercancía occidental: unas bolas parduzcas que proporcionaban paraísos artificiales: opio.

El Gobierno chino estaba alarmado por el creciente número de súbditos suyos enganchados al opio; pero más alarmado estaba por el insoportable desequilibrio que ese tráfico producía a su balanza comercial.

El Gobierno de Su Graciosa Majestad se alarmó, a su vez, ante la previsible ruina de sus honorables comerciantes y de que el rentable saqueo de la plata y demás productos chinos pudiera tocar a su fin.

Resultado: el derecho inalienable de los chinos a drogarse fue garantizado por las armas frente a su gobierno inicuo, que pretendía prohibírselo.

Durante los siguientes 100 años, poco más o menos, las diversas sustancias estupefaccientes y psicotrópicas fueron una cuestión neutra y hasta literaria; hasta que en los años 20 del siglo pasado, los sucesores de aquellos honorables comerciantes acometieron lo que podríamos llamar un "ensayo general con todo" en los Estados Unidos de América. Rescataron del olvido los argumentos del gobierno chino de mediados del XIX, y, mirando por el bienestar de los súbditos de la Unión, prohibieron la elaboración, comercio y consumo de bebidas alcohólicas.

Resultado: altamente satisfactorio. Se demostró empíricamente que la demanda de sustancias para colocar al personal es inelástica y que no decrece apreciablemente por más que encarezcas su precio o dificultes el acceso a las mismas.

Por otra parte, al eliminar la carga impositiva sobre las sustancias, el beneficio de los honorables comerciantes se incrementa proporcionalmente, generando grandes fortunas; lo que se traslada con limpieza al flujo circular de la renta, que será dedicada a cosas prácticas en lugar de a esas tonterías en las que los gobiernos acostumbran a malgastar el dinero de los impuestos que roban a la gente. Además, no hay problema, porque el dinero obtenido del tráfico ilegalizado debe ser blanqueado y, al final, genera ingresos fiscales quieras que no.

Más ventajas adicionales:

- Se crean muchos puestos de trabajo en los sectores relacionados con la represión.

- Se justifica el incremento descontrolado de dicha represión con una excusa tan moral como es la salud física y espiritual de la ciudadanía.

- Se incrementa la delincuencia, lo que produce un efecto de retroalimentación, asustando mucho a la gente, que reclama más represión y más merma de libertades perfectamente inútiles para la vida ordinaria.
- Se genera un nivel saludable de corrupción de forma que los funcionarios públicos puedan mejorar su nivel de vida y gastar más.

- Como la ciudadanía lo reclama, se reducen democráticamente más libertades inútiles y se aumenta el control sobre la población: incluso aumenta la estabilidad laboral: Edgar Hoover estuvo más de 40 años al frente del FBI, lo suficiente como para conducir la transición desde la prehistoria a la situación actual.

¿Por qué la Ley Seca sólo fue un ensayo? Supongo que por tres motivos:

a) Se prohibió una droga socialmente aceptada, de hecho, se prohibió una de las bases de la Civilización Occidental; lo que -obviamente- molestaba a casi todo el mundo, generando desafección al Gobierno y, como cada cuatro años los ciudadanos de la Unión tenían que votar, la cosa era insostenible.

b) Sólo se prohibió el alcohol en Estados Unidos, por lo que el tráfico de drogas de calidad, por ejemplo, Johnnie Walker o Moët Chandon, quedó en manos de empresas perfectamente legales de terceros países que, aparte de incurrir en prácticas de competencia desleal con la Cosa Nostra, proporcionaban jugosos ingresos a sus respectivos fiscos.

c) Los Estados Unidos se convirtieron en el hazmerreir del mundo. (De hecho, lo mejor de la Ley Seca fue catapultar a Concha Piquer al estrellato)

Visto lo visto, los honorables comerciantes reflexionaron sobre los resultados del experimento y extrajeron sus conclusiones:

Se dieron cuenta de que no podían garantizar el apoyo de los electores, bebedores en su mayoría, a la prohibición con el sólo auxilio de unas cuantas sufragistas histéricas y algunos predicadores más bien heterodoxos.

Por otra parte, comprendieron también que la siguiente prohibición, para que fuera eficaz, habría de ser a escala mundial.

Así, hubo que esperar a que

a) Se inventaran instancias internacionales que fueran, al menos temporalmente, consideradas unánimemente como guays: la ONU y la OMS.

b) Se generalizaran sistemas eficientes de indoctrinamiento: la tele y el cine en (sonoro y en tecnicolor) que saturaran a la población target hasta que asumiera por simple inercia la situación.

Entonces, aplicando lo aprendido, se concentró la prohibición en sustancias no tradicionales en el mercado occidental (básicamente, opiáceos, cannabináceos y cocáceos), por tanto, no defendidas socialmente y cuya extracción del comercio de los hombres generó escasa alarma social y afectó poco a las grandes empresas. Se esperó a que fueran ilegales para promover su consumo como algo socialmente prestigioso.

Resultado: óptimo. Como mínimo, decenas de miles de puestos de trabajo represivos, sistemas penitenciarios saturados de gente que en los años 40 no habrían hecho nada ilegal, incremento exponencial de la delincuencia violenta generada por la prohibición, corrupción rampante, estados fallidos, excusas perfectas para intervenir en terceros países (pobres) financiación autónoma por los servicios de sus guerras subterráneas, control de la población hasta unos niveles insospechados, pero la mar de útiles: ¿derecho a la intimidad? ¿habeas corpus? ¿secreto de las comunicaciones? Como había dicho anteriormente el último jefe de la Ojrana, a la única gente que le preocupa que la policía le lea las cartas antes de que el cartero se las eche en el buzón, es a los delincuentes. Oposiciones políticas desmanteladas casi sin esfuerzo; miles y miles de muertos: miedo, que es lo que necesitan los que mandan para que el populacho les exija que hagan precisamente aquello que están deseando hacer.

A día de hoy, si los cárteles de las sustancias decidieran sacar su pasta del banco, nos enteraríamos de lo que es una crisis, y no esta moñigada.

A pesar de lo dicho, la experiencia me ha llevado a creer más en las coincidencias y en la infinita estupidez humana que en las conspiraciones. En este caso, la situación, salvo por parte de núcleos de moralistas muy activos, se mantiene más que nada por inercia; como una guerra de guerrillas enquistada e imposible de ganar. A pesar de todo, o precisamente por ello, resulta que el gramo de coca en Madrid, hace 20 años costaba, si no eras amigo del camello, unas 12.000 pesetas, o sea, unos 72 €; a día de hoy, en las mismas condiciones, cuesta 50 €. Teniendo en cuenta que, si esos 72 € hubieran correspondido al alquiler de una vivienda, en 20 años se habrían convertido en 148,25 €, se plantean cuanto menos algunos interrogantes sobre la eficacia de la prohibición y las prioridades sociales.

21/5/09

Contrastes culturales




Mis mayores me educaron para que mirase siempre por algo denominado "el día de mañana", concepto éste que parecía aludir a una especie de consumación de los tiempos customizada. El día de mañana incluía dos conceptos: "colocarte" y "ser alguien", que, contra lo que pueda parecer a los descarriados usuarios de estos tiempos de perdición, eran casi sinónimas; digamos que lo uno conllevaba lo otro. He de decir que "colocarte", carecía por aquel entonces de cualquier connotación politoxicómana (de hecho, el término "politoxicomanía" no existía en nuestro diccionario).


Para convencerte de que estudiaras, te remitían con insistencia al cuento de la cigarra y la hormiga o a la parábola evangélica de los talentos. Obviamente, yo pensaba que lo que les dejaba el amo cuando se piraba eran talentos de otro tipo, o sea, 2 o 3 inteligencias. Por cierto, que en esta parábola está el germen del pensamiento liberal. Una vez que estaba pedo sostuve que se trataba de una interpolación de Adam Smith. Por desgracia, un conocido que estaba haciendo el doctorado en semíticas (y tan pedo como yo) me sacó de mi error, prorrumpiendo, a renglón seguido, en maldiciones en Siríaco y posteriormente haciendo que nos echaran del bar porque el hombre, aunque erudito, es karateka y nos pusimos a hacer Kumite y... bueno, eso da para otra historia.


A lo que iba: lógicamente, el día de mañana que uno esperaba era otro. Más que administrador de fincas o jurídico militar, yo me decantaba por ser un afortunado conquistador (de naciones ignotas, ojo, que en aquella época las niñas eran todavía unos coñazos con coletas que entretenían sus ocios con juegos aberrantes, como la goma o el maiselfo yuti) o, al menos, intrépido explorador de igualmente ignotos territorios.


Ahí empecé a apuntar maneras, creo yo: la primera vez que me visualicé a mí propio, no abriéndome paso a esforzados machetazos de parang o kampilang (según fuera con malayos o dayaks) por los manglares, ni exterminando para beneficio del género humano a los malvados tughs de los Sunderbunds, (con mi kriss envenenado con jugo de upas -o baba de bis cobra- y mi carabina de mar cargada de metralla hasta la boca) sino contándolo luego en sesión solemne de la Real Sociedad Geográfica ante un público erudito y entregado.


Pero bueno, el tiempo pasa y, aunque tú sigues pensando que "el día de mañana" debe estar ya a la vuelta de la esquina, en realidad, según tus cálculos infantiles debe de haber pasado hace por lo menos 15 o 20 años y, un buen día, descubres que tu cara se va convirtiendo en una caricatura de si misma y, ni has conquistado nada, ni has exterminado para beneficio de la humanidad a los puñeteros tughs del tal Suyoddahnna (mírame: yo también soy un tigre) y, lo que es peor: es que ya ni te interesa, así que tampoco es que lo eches de menos.


Eso sí, uno tiene su consuelo, aunque sea un poco ruin: lo de "colocarse" (o sea, tener un curro fijo y bien pagado, para toda la vida) ya sabemos que pertenece a un pasado que no ha de volver: era un sueño para generaciones de posguerra y autarquía. En cuanto a lo de "ser alguien"... bueno, resulta que lo que hacía la gente que "era alguien", o sea, lo lógico: llenarse los bolsillos, hacer favores a los colegas, enchufar a los hijos de los colegas (y hasta a las hijas, si era para secretarias), tener coche oficial (en el avión ni se pensaba entonces) para usos particulares... (mi abuelo tenía un Seat 800 oficial, con chofer, también usado como micro-taxi) o sea, todas esas prebendas a que aspira toda mentalidad feudal (o sea, normal) va y resulta que hoy día son delito. Y no sólo son delito, sino que te sacan en los periódicos y te ponen a parir y hasta te graban las charlas con los colegas.


Y, oye, uno será lo que sea, pero también le educaron para ser una persona de orden y, de eso de delinquir, nada; hasta ahí podíamos llegar.






17/5/09

Mitos fundacionales





Las ideas, o los ideales, políticos son construcciones superestructurales inventadas para dar un barniz intelectual a los instintos básicos que compartimos con los demás primates: hembras que fecundar y territorio donde alimentarse. Unos mandan y el resto obedece. La guerra sirve para quitar ambas cosas al enemigo o para evitar que nos las quite. Todo lo demás es farfolla.

Las ideas -o ideales- republicanos, se basan en la historia de la República romana inventada por Tito Livio y, con anterioridad, en una Atenas también inventada. A continuación, el texto inaugural: parte del discurso fúnebre de Pericles en honor de los primeros muertos atenienses en la guerra del Peloponeso, según Tucídides.

Propaganda de guerra ateniense. Tan buena que ha sobrevivido hasta hoy, cimentó la idea de que los europeos éramos superiores al resto del mundo y, entre la gente semiculta que queda, la especie de que Atenas era una democracia y Esparta una tiranía. La guerra del Peloponeso duró 27 años, arrasó Grecia y la carnicería se extendió desde el Asia Menor y Egipto, hasta Sicilia. La empezó Atenas. Y la perdió.

La inventiva política no ha introducido novedades en 2.400 años. En esta sarta de mentiras, bellamente discurseada por un Estrategos Autokrator que, de acuerdo con los parámetros actuales, sería cliente para el Tribunal de Nüremberg, se basa nuestra actual mitología política y la extraña pervivencia de republicanos entre nosotros. Con todos ustedes, los mundos de Yupi :

(...)

Nuestro régimen político no trata de imitar las instituciones de los pueblos vecinos, porque nosotros somos más bien modelos que imitadores de otros. En cuanto a su nombre, es una democracia, porque la administración está en manos no de unos pocos, sino en las de la mayoría. Más si la ley es igual para todos en los intereses privados, es con arreglo a la consideración de cada ciudadano en alguna cosa y no por razón de su clase social, sino por la de sus méritos personales, que se prefieren para las funciones políticas; e, inversamente, la pobreza no traerá la consecuencia de que un hombre que sea capaz de prestar un servicio al Estado se vea entorpecido por su oscura condición social. Nosotros practicamos la libertad no sólo en la norma de gobierno en la vida pública, sino también en lo que viene a constituir recíproca sospecha en la vida cotidiana; nosotros no nos irritamos con nuestros vecinos si obran a su gusto, ni les ponemos mala cara, que no daña pero duele. Sin molestias en nuestras relaciones privadas, el temor nos retiene a ejecutar cualquier acto fuera de la ley, porque nosotros cumplimos con exactitud las disposiciones públicas obedeciendo siempre a los magistrados y las leyes, en especial las establecidas para proteger a las víctimas de la injusticia y las no escritas, cuya transgresión lleva consigo el desprecio general.

Además de esto, para descanso de las fatigas, hemos proporcionado al espíritu numerosos esparcimientos: tenemos concursos y fiestas religiosas que se suceden con regularidad a lo largo de todo el año, así como instalaciones lujosas, y el placer cotidiano que nos producen estas cosas aleja las contrariedades. Vemos llegar a nuestro país, gracias a la importancia de nuestra ciudad, todos los productos de todo el mundo, y así nos resulta tan familiar el gozar de los bienes de los otros países como de los de la misma Ática.

Nos diferenciamos también de nuestros adversarios por la manera de prepararnos para la guerra. Nuestra ciudad está abierta a todo el mundo y nunca expulsamos a un extranjero o le privamos de aprender a ver alguna cosa que, al no estar oculta, puede ser vista por un enemigo y serle útil; porque nuestra confianza se basa menos en los armamentos y las estratagemas que en el valor que poseemos en el momento de actuar. Y en cuanto a la educación, contrariamente a estas gentes, que establecen desde la juventud un entrenamiento penoso para conseguir la fortaleza viril, nosotros, con nuestro modo de vivir en libertad, no dejamos de hacer frente, por eso, con menos valor a los peligros proporcionados a nuestras fuerzas. Y aquí la prueba: los lacedemonios no vienen solos, sino con todos los aliados, a atacar nuestro territorio; nosotros, en cambio, vamos solos al país vecino y, a pesar de que luchamos en territorio extraño contra unos enemigos que defienden su patria, generalmente les vencemos sin grandes dificultades. Jamás todas nuestras fuerzas reunidas se han visto comprometidas contra un enemigo, puesto que hemos de atender a la vez a nuestra marina y enviar por tierra a nuestros soldados a numerosos objetivos; pero ellos, si tienen un encuentro con una parte de los nuestros y los derrotan, se envanecen como si las hubiesen rechazado a todas y, cuando son vencidos, proclaman que lo fueron por la totalidad. Sin embargo, si nosotros queremos afrontar los peligros más con despreocupación que no con una penosa instrucción y con un valor que proporcionan más los propios hábitos que no el regulado por las leyes, sacamos la ventaja de no anticiparnos a los sufrimientos que nos esperan y cuando nos llega la hora no nos mostramos con menos valor que los que se atormentan continuamente. Éste es uno de los aspectos por el que nuestra ciudad merece la admiración, aspecto al que hay que añadir otros todavía.

Nosotros amamos la belleza con simplicidad, y somos amantes de las cosas del espíritu sin dejarnos llevar de la molicie. Nosotros hacemos uso de la riqueza más para obrar convenientemente que para hablar con arrogancia, y la pobreza para nadie constituye una vergüenza, sino que es deshonroso el no hacer nada para salir de ella. Una misma persona, entre nosotros, se preocupa igual de sus asuntos privados que de los del Estado, y cuando ocupaciones diversas ocupan a personas diversas, pueden llegar a tener un juicio sobre política que no deja nada por desear. Pues somos los únicos que consideramos no como un tranquilo, sino como una persona inepta, al ciudadano que no toma parte en los asuntos públicos; y nosotros mismos juzgamos o consideramos detenidamente los asuntos, porque creemos que no son las palabras las que perjudican a la acción, sino el no haberse informado con anterioridad, por medio de la discusión, de lo que debe hacerse. También nos distinguimos porque demostramos la mayor audacia y calculamos a fondo la empresa que vamos a emprender, mientras que, en los otros, la ignorancia les arrastra a la audacia y el cálculo a la irresolución. Pues son los de espíritu fuerte los que, poseyendo una idea clara sobre las penas y placeres de la vida, no rehuyen los peligros. También en cuanto a generosidad nos diferenciamos de la mayoría, puesto que nos ganamos los amigos no recibiendo, sino haciendo favores. El bienhechor es un amigo más seguro, porque quiere con continuas muestras de afecto perpetuar la deuda de reconocimiento así creada; en cambio, el que es deudor es más débil, porque se da cuenta de que, al devolver el favor, no adquiere reconocimiento alguno, sino que simplemente se limita a satisfacer una deuda. Y somos los únicos que hacemos el bien siguiendo menos un cálculo de interés que la confianza propia en la libertad.

En resumen, afirmo que Atenas es en todo la escuela de Grecia, y me parece que cada uno de nosotros tiene en sí el poder de adaptación a las más diversas formas de actividad de modo gracioso. Y que lo que digo no es una baladronada inspirada por el momento, sino la verdad objetiva, lo indica el poder de nuestra ciudad, poder que hemos adquirido por nuestras cualidades. Sola entre todos los Estados actuales, se revela en la prueba como superior a su reputación; la única que no despierta entre los enemigos que la atacan irritación por sufrir una derrota en manos de tal adversario, ni queja en sus súbditos por ser gobernados por personas indignas. Y por las grandes pruebas, y ciertamente no sin testimonio, que hemos ofrecido de nuestro poder, seremos admirados por las generaciones presentes y futuras; no tenemos necesidad de las alabanzas de Homero ni de otros cuyos acentos pueden agradar de momento, pero que la verdad de los hechos destruye sus ficciones; hemos obligado a todos los mares y a todos los pueblos a ceder ante nuestra audacia, y por doquier hemos dejado monumentos imperecederos, recuerdos de fracasos y de éxitos. Tal es, pues, nuestra ciudad, por la que éstos han luchado y han muerto heróicamente, por no permitir que les fuera arrebatada, y asimismo, de entre los que quedan, cada uno debemos naturalmente aceptar el sufrir por ella.

(...)



13/5/09

Las revoluciones molan etc. II

Como los comentarios del postio anterior se iban alargando, abro uno nuevo.
Vamos a ver, Alberto, Fer, Pau, Hans...

Pues yo sí creo que la guerra civil empezó con una sublevación de una parte importante del Ejército, casi todas las formaciones de derecha no nacionalistas con el apoyo de casi toda la Iglesia (especialmente desde el púlpito y la escuela) contra un gobierno legítimo. Calvo Sotelo, que era el líder reconocido de los que negaban la legitimidad, no ya del gobierno del Frente Popular, sino de la propia República, se calificó a sí mismo de fascista en las Cortes, eso sí, con la habilidad dialéctica que le caracterizaba. Desde luego, su comportamiento lo era.

Otra cosa es la situación de caos existente en los meses previos al así llamado alzamiento, el Gobierno había perdido el control de la situación y, realmente, no volvió a recuperarlo. Pero ese caos fue en buena medida provocado por la misma derecha que se sumó gozosa al alzamiento: los terratenientes dejando pudrir las cosechas en lugar de recogerlas para doblegar por hambre a los jornaleros levantiscos, los pistoleros de Falange o de la patronal (a veces eran lo mismo)... hay bastante de qué hablar.

Por su parte, la CNT andaba, por ejemplo en Andalucía, en estado de práctica insurrección. El PSOE también tenía sus milicias armadas (hasta sus tropas de choque "la motorizada") El Ejército y las Fuerzas de Seguridad estaban totalmente politizadas... no hay más que recordar que a Calvo Sotelo se lo cargó un capitán laureado de la Guardia Civil. Ya se sabe, acción - reacción.

Yo creo (no soy muy original) que podemos tomar como punto de no retorno para estas cosas el desastre de Annual.

En cuanto al postio anterior, yo me refería a la última época del franquismo y creo que se me entendía. De ninguna manera he dicho que fuera una época estupenda, sino que, en general, la represión se dirigía contra los que más se movían y que la mayoría de la gente pasaba.

Sí que se torturaba, era algo normal. Uno de mis mejores amigos (Capazorros lo conoce) lleva plantillas ortopédicas desde el 73 en que disfrutó de la hospitalidad de la Brigada Político Social en la Puerta del Sol. No sólo le destrozaron los pies, sino que le adiestraron en apnea con el viejo truco de la bañera. Claro: era de la CNT. Leyó el postio anterior antes de colgarlo y estaba bastante de acuerdo.

La figura del estudiante volador era algo muy típico en los 60. De todas formas, en cuanto a las barbaridades de las dictaduras latinoamericanas (la argentina y la chilena son sólo las más mediáticas) no hay que compararlas con el franquismo terminal, que era casi civilizado en comparación, sino con los primeros cinco o diez años del régimen franquista. Ahí gana Franco por goleada. Oye, y sin asesores de la CIA.
En mi modesta opinión, el turismo y la emigración tuvieron un papel más relevante en el advenimiento de la democracia en España que los partidos o grupos de oposición.

4/5/09

Las revoluciones molan para recordarlas con nostalgia

El pasado sábado 25 de abril, estuve en el local de unos amigos que tienen un grupo de teatro con el que se lo pasan muy bien. Como la directora es una sentimental, y compartimos algunos sentimentalismos, iban a proyectar "Capitanes de abril", la película de María de Medeiros sobre el golpe de Estado del 74 en Portugal. La vi cuando la estrenaron y es una buena película. María de Medeiros (me encanta) se reserva el papel más repugnante: el de progre trepa que acaba de diputada socialista. El estudiante trotskista que le gusta a ella termina siendo diputado de derechas. Recomiendo la peli.

En discusiones posteriores yo decía que lo mejor que le puede pasar a una Revolución es terminar como la portuguesa; es decir, entregando pronto el poder a esos trepas profesionales que hemos convenido en denominar "políticos". No digo que sea lo más deseable, ni que me guste especialmente, sino que entre las diversas opciones posibles, es la menos mala. Ahí hay que darle la razón a Churchill. Si él en los años 20 disolvía manifestaciones obreras a cañonazos, no es que no fuera demócrata, es que ese era el espíritu de los tiempos. En cambio, si las cosas amenazan con cambiar de verdad, en seguida se te echa todo el mundo encima y tienes que ser más cabrón de lo que pretendías. Además, los revolucionarios siempre se empeñan en que te impliques y a mí ya no me apetece.

Me echan en cara mi falta de idealismo. ¡Joder! es que ya no tengo edad. Yo soy más vieja que tú y sigo teniendo ideales. No: ideales los tengo yo, tú vives en los mundos de Yupi, que es distinto. Y, ¡hala! ya está liada. Bueno, para qué os voy a contar... Como ya sabía que la tertulia iba a terminar con alguien llamándome fascista, decidí echar el resto y di unos empujoncitos hacia el tema de la Memoria Histórica, que, puestos a levantar la voz, es muy agradecido.

Los portugueses, por lo menos pueden decir que su democracia burguesa actual viene de un golpe de Estado contra la dictadura, cosa que nosotros no podemos: Nuestra democracia burguesa es la evolución natural del franquismo.

Por lo visto, esto es una especie de herejía horrorosa. Se supone que aquí no hay más sucesores del franquismo que el PP. Y sin embargo, la transición consistió, ni más ni menos que en hacer evolucionar -de la Ley a la Ley, en palabras de Torcuato Fernández Miranda- el régimen del 18 de julio hacia una democracia burguesa estándar. Evolucionar de acuerdo con sus propias leyes y haciendo uso de sus propias instituciones.

La Ley para la Reforma Política, aprobada en referéndum y que preveía la legalización de los partidos políticos y la celebración de elecciones "a Cortes" por sufragio universal, se aprobó por las Cortes franquistas como una nueva Ley Fundamental del Reino, de acuerdo con el sistema franquista y su función era ni más ni menos que modificar otras Leyes Fundamentales del Reino anteriores, para introducir en el sistema los partidos políticos y el sufragio universal. Por eso el rey no fue perjuro. Ni él, ni ninguno de los demás que habían jurado "cumplir y hacer cumplir" las Leyes Fundamentales del Reino.

La actual tendencia "Memoria Histórica", tenía, en principio, una finalidad razonable, que es reconocer oficialmente que el 18 de julio de 1936, una gente que se sentía ilegítimamente privada de lo suyo (o sea, de España) por haber perdido unas elecciones, dio un golpe de Estado contra la República, dando lugar a una guerra civil que destruyó el país, seguida de una represión despiadada. El franquismo enterró la memoria de la República, falsificó la historia y mancilló legalmente la memoria de los que defendieron la legalidad. En estos últimos años, asistíamos a una proliferación de pseudohistoriadores que estaban divulgando nuevamente esa historia inventada, por lo que el reconocimiento formal de tales hechos no era ninguna barbaridad; lo que pasa es que determinados medios de derechas, se lo tomaron como un ataque personal -el que se pica, ajos come- y la cosa ha degenerado en una polémica salida de madre y, ahora, como cada cual quiere ser más papista que el Papa, hasta desmontan las vidrieras de la Academia de Toledo (yo he estado debajo de ellas) porque a algún alma sensible le traumatiza el aguilucho.

Como en España tenemos serios problemas para comprender que en el justo medio está la virtud, hay quien pretende obviar lo anterior y retrasar el reloj para fundar la legitimidad del sistema actual en la II República, que ahora resulta que fue una Edad Dorada en que florecieron todas las virtudes, mientras Yupi andaba sobre la Tierra haciendo el bien, hasta que fue sumergida por la negra noche del fascismo. Todos los españoles son buenos y benéficos (es decir, republicanos) y sólo merced a una salvaje represión de la Falange, el Ejército y la Iglesia los españoles tuvieron que vivir durante cuarenta años bajo Franco.

Eso es rigurosamente falso. La guerra civil no fue librada (o no sólo) por las fuerzas del fascismo, cuyo ejército estaba compuesto de falangistas, mercenarios, moros, alemanes e italianos. Fue librada por media España contra la otra media. Otra cosa es que no nos guste. Pero España estaba rota en dos mitades (y cada mitad en trozos diversos) y, como vemos, lo sigue estando. No hay más que recordar la legislatura anterior y el grado de aberración sectaria al que llegó la trifulca político-mediática.

Si aún hay gente que piensa que detrás de las bombas del 11-M está el PSOE, ¿cómo dudar que la gente que se alistaba voluntaria para luchar contra la República creía que en el levantamiento de Asturias del 34 los mineros habían sacado los ojos a los niños de los guardias civiles y en el mercado se vendía carne de cura al peso?

La República, aparte de ser muy de derechas durante la mayor parte de su existencia prebélica, no pasó -no pudo pasar- de ser un cúmulo de buenas intenciones gobernado por una banda de incompetentes y acosado por los que veían peligrar lo que consideraban de su propiedad. Se dieron algunos pasos en la dirección correcta, en Educación y secularización, por ejemplo, pero actuando como un elefante en una cacharrería. En cuanto a la libertad de prensa, la censura no desapareció casi en ningún momento.

¿Alguien se imagina en este mundo políticamente correcto que un tipo que sugería a los militantes de su partido entrar en los claustros y elevar a las monjas a la categoría de madres, llegara a presidente del Gobierno? Pues llegó, y para más regocijo, era de derechas.

La República fue ferozmente anticlerical (yo lo soy bastante, ojo) en un país mayoritariamente católico. Sus actuaciones encendieron a buena parte del país. La reforma agraria, la modernización de la economía, no se pudieron hacer, porque no basta con el voluntarismo; pero habían despertado -y frustrado- la esperanza de millones de trabajadores explotados, reprimidos y, literalmente, hambrientos. España era un país del siglo XIX. La razón faltaba bastante entre los políticos, y muchos de los que más o menos eran
razonables, eran cobardes o incompetentes: Azaña.

Es un ejemplo: Azaña expulsando a los Jesuitas. Azaña viendo tembloroso cómo le quemaban conventos. Azaña poniendo orden: Casasviejas. Azaña negándose a declarar el Estado de guerra. Azaña pidiendo paz, piedad y perdón mientras la República de la que por desgracia era presidente luchaba por su existencia. Azaña traicionando a la República y buscando la rendición a espaldas del Gobierno de Negrín, mientras lo mejor del Ejército republicano se desangraba en la batalla del Ebro, defendiendo esa misma República. Azaña muriéndose de tristeza en Francia mientras miles de republicanos españoles morían de otras cosas en los campos de concentración franceses, ahí al lado. Pobre.

La guinda de esa costumbre de inventarnos la Historia como nos habría gustado que fuera, la puso Bono el otro día al recibir a Sarkozy en el Congreso. Agradeció a Francia la acogida de los exiliados españoles tras la guerra civil. Es para abofetearlo. Imagino que habrá por ahí gente cuyos padres o abuelos padecieran la hospitalidad francesa en Argélès sur Mer, o en Argelia.

Cuando Franco tuvo a bien morirse, la mayoría de los españoles habíamos nacido después de la guerra, bastante después. El régimen era una cosa bastante ridícula, aunque muy molesta. La sede clandestina del PSOE ilegal en la calle Jacometrezo de Madrid tenía discreta escolta policial. Escolta, no vigilancia. Bueno, o las dos cosas.

La mayoría de los españoles nunca se enfrentó al régimen. Un régimen es algo que se da por supuesto. Lo que intentas es adaptarte a lo que hay y vivir lo mejor posible. Y por eso las dictaduras intentan mantener la paz social: casas baratas, comida, seguros sociales, bares, fútbol... esas cosas.

Había quien militaba, básicamente en el PCE, "el Partido" por antonomasia, o en la CNT, luego en Comisiones o UGT, bueno y bajo otras mil siglas. Gente que se sacrificó por algo en lo que creía (que, por cierto, no era precisamente esta democracia) Pero el grueso de los españoles no se planteaba nada. Una de las razones de que la economía estuviera hecha unos zorros en el 75 fue que el régimen se había dedicado al proteccionismo que impidió la modernización, y que cuando llegó la crisis petrolera del 73, se hizo todo lo posible para que no llegara al bolsillo de la gente, aún a costa de arruinar al Estado y a las empresas. Todo para que la gente no se calentase.

Esa es la clave: Mientras la gente viva medio bien, no tiene motivos para jugársela. ¿Qué provocó la Revolución de los claveles? En Portugal se vivía más o menos como en España y el régimen era bastante similar. Sí, pero tenían tres guerras coloniales imposibles de ganar y a los chicos los mandaban allí a hacer la mili. Los capitanes de abril sabían lo que eran esas guerras, porque las libraban ellos y, además, sabían que ellos eran los malos y no querían serlo. Y los civiles de casa, estaban hartos de recibir los cadáveres de sus hijos, o lo que quedaba de ellos. Era una buena razón para jugársela. Aquí no la teníamos.

(De todas formas, aprenden: por eso el siguiente paso en la democracia moderna es suprimir la mili y hacer ejércitos profesionales)

Al morir Franco, la mitad, pongamos, de la población española se identificaba más o menos con el régimen, aunque fuera por inercia. Y a mucha más de esa mitad, le daba lo mismo a qué jugaran los políticos mientras sus hijos pudieran encontrar una colocación y asegurarse un sueldo. La mayoría de la gente tenía tanto miedo a lo que podía pasar al morir Franco, que acogió con bastante alivio el hecho de que no pasara nada. Y no pasó nada, precisamente porque casi nadie quería que pasara. Si hubiéramos vivido como se vivía en el 36, habría pasado. Todo lo demás, 23-F incluido, son anécdotas.

¿Cuál es la diferencia más importante entre el régimen franquista y el actual? Básicamente, que puedo poner a parir al Gobierno en el bar sin que el parroquiano de al lado me enseñe una placa y me lleve a la comisaría a que me den unas hostias, o me metan la cabeza en la bañera. Que no es poco.

Otra cosa buena es que se meten mucho menos en tu vida; en nuestro caso, la Iglesia se mete mucho menos en tu vida. Y así, puedes ser homosexual sin que te metan en la cárcel, follar sin estar casado, divorciarte y no pasa nada... en fin, esas cosas. Se sustituye el Tribunal de Orden Público por la libertad de prensa y muchas cadenas de tele y radio. Que no es poco.

En cuanto a tener alguna intervención en el gobierno del país, mis posibilidades son exactamente las mismas que entonces. Antes, tenías que ser afecto al régimen, conseguir acercarte a la camarilla de alguien que estuviera situado, ser sumiso, darte a conocer, medrar a su sombra... Ahora, tienes que empezar por afiliarte a un partido. Hemos pasado del monopolio al oligopolio.

En democracia se vive mucho mejor, eres más libre... Claro, en un país rico, esa es la evolución natural de las cosas. En Francia o en Bélgica, que eran democracias, en los 60-70 todavía se mataba a tiros a la gente en las manifestaciones y se torturaba sin demasiados problemas.

La diferencia es sobre todo de marketing. Una dictadura es más tosca. El que manda, manda, por la gracia de Dios, y te dice: esto es así porque lo digo yo. Eso puede humillarte y hacerte desafecto, en cuyo caso tienes serios problemas. En una democracia, lo hacen mejor: nada de gracia de Dios: Puedes votarme a mí o a éste. En cuanto a las órdenes, te las dan por tu bien y casi como que te ordenan por favor y, sobre todo, te dejan quejarte, que es lo bueno, ya digo. Como te puedes desfogar en el tasco, no sientes el impulso de ponerte a conspirar.