26/2/10

Aquellos maravillosos años: El 23-F


Lean, lean, ¿Les recuerda a algo? (lo mejor: “la transición ha terminado” ABC, 22 de febrero de 1981)



Este año parece que la crisis ha sumergido un tanto las habituales rememoraciones del 23-F. Este postio pensaba haberlo colgado el  martes, como correspondía, pero mi natural desidia me lo ha impedido una vez más.

¡Parece que fue ayer…! El 23 de febrero de 1.981, yo me encontraba ejerciendo de becario de kiosquero, que es de lo que oficiaba a la sazón el Profesor Borodin. Si la memoria no me engaña (y que el aludido me corrija si es necesario) aquella tarde nos encontrábamos los dos dedicados con empeño digno de mejor causa a intentar extraer las monedas que se les caían a los clientes entre el soporte de las revistas y el frontal del kiosko. Para ello usábamos algo tan clásico como un palito con un chicle masticado en la punta.
A fin de comprender mejor lo anterior, he aquí una sección longitudinal de esa parte del kiosko:

kiosko


Entretenidos como estábamos con esa labor, no nos habíamos dado cuenta de que no había nadie por la calle, ni las adolescentes que venían a comprar fortunas (o ducados ¡aaaay…!) sueltos, ni cromos, ni chuches; ni los habituales de los periódicos de la tarde (en aquellos días, el Diario 16 tenía 3 ediciones diarias, tan rápido iban las cosas).

Estábamos dentro del kiosko y la calle se veía desierta. Hay que tener en cuenta para quien nunca haya frecuentado el interior de un kiosko de prensa, que la sensación es un cruce entre confesionario y pantalla de cine. Ves el cuadro de la calle como un plano fijo por el que pasan la gente y los coches. En ese momento, pasó de izquierda a derecha una madre arrastrando a un niño. A ambos nos recordó (aunque esto puede ser una construcción teórica posterior mía) a la típica imagen de la madre arrastrando al niño mientras suena la sirena de alarma aérea.

-- Pero, ¿qué hacéis ahí abiertos?

-- Pues… ¿qué pasa?

-- Pero, ¿no os habéis enterado? Ha habido un atentado de ETA (¡ya entonces!) en el Congreso y está la Guardia Civil, y ha habido muertos.

Dicho esto, la madre salió pitando.

Nosotros nos miramos con cara de “Joé…” y pusimos la radio, como todos los días a esa hora, para escuchar “Clásicos Populares”.
En lugar de clásicos populares, nuestro cubículo retumbó al son marcial de “Los voluntarios”, música que le sonará a cualquiera que haya hecho la mili. Aquí sí que nos miramos con más cara aún de “Joé…”. De hecho, creo que la cara pasó de “Joé…” a “¡Jooodeeer…!”, porque eso sí que era raro.

-- A ver si han dado el golpe por fin.

-- Pues sí que es raro, sí. (Nosotros no perdíamos la compostura tan fácilmente, como se ve)

Y el caso es que no había mucho de qué sorprenderse. Al fin y al cabo, todo el mundo estaba esperando “el golpe”. La prensa llevaba meses anunciándolo, todo el mundo sabía que buena parte de los militares estaban dispuestos a hacer cualquier cosa. La extrema derecha campaba por sus respetos con la protección y beneplácito de muchas autoridades y algunos generales se presentaban en Presidencia del Gobierno como Pedro por su casa a decirle a Suárez que se andara o anduviese con mucho ojito con lo que hacía.

A nivel callejero, el nuestro, la cosa era parecida: los de Fuerza Nueva o los de Falange, se te presentaban cuando les daba la gana a vaciar a hostias el bar de la Facultad perfectamente uniformados (unos con boina roja, otros sin ella) y si le decías algo al Rector que era nada menos que Martínez Montávez ( o sea, rojo y decente), te decía aquello de que “yo es que voy a llamar a la Policía y luego ellos ya sabéis a quién pegan” (respuesta: a los que ya habían pegado los fachas).

Todavía era normal que en las manifestaciones (y había muchas) hubiera uno o dos muertos a tiros, tiros que nadie sabía luego quién había disparado. Bueno, y sigue sin saberse. Lo único, que los cientos de muertos de izquierdas o asimilados que hubo durante la transición, asesinados por los fachas, por las así llamadas “Fuerzas de Orden Público”, o por una extraña conjunción de ambos, parece ser que fueron una alucinación pasajera y nunca han existido. Aunque nosotros conociéramos de vez en cuando a alguno.

Qué bonitos eran los desfiles de Fuerza Nueva por Madrid, esas banderas al viento, todos esos jóvenes erguidos bajo sus camisas azules y sus boinas rojas (o negras, si eran realmente peligrosos), formados por centurias mostrando lo que era La Verdadera España. Era guay. Y duró hasta entraditos los 80.

En resumen, que algo pasaba y nosotros no teníamos forma de saber qué porque no venía ningún distribuidor a traernos una edición especial de periódico alguno. Lo que sí estaba claro, es que debía ser algo gordo, porque no había una puñetera emisora de radio que funcionara y dijese algo coherente.

En esas estábamos, planteándonos si no sería mejor chapar, ya que no venía nadie, cuando aparecieron la hermana y el hermano del Prof.. Borodin en el coche.

-- Pero bueno, ¿estáis gilipollas? Vamos a cerrar.

-- Pero ¿qué pasa?

-- Joder, que se ha presentado el Tejero en el Congreso, se ha liado a tiros y están todos ahí metidos, Joder y Fulanito, que es radioaficionado, dice que en Valencia el Milans ha sacado los tanques a la calle y la ciudad está tomada.

Lo de “el Tejero” no era sorprendente, ya que hacía poco que había sido detenido y sometido a uno de esos simulacros de juicio que les hacían a los golpistas. Por supuesto, para toda la prensa facha (buena parte de la existente) todo había sido una conspiración de los rojos (los de UCD eran rojos) para mancillar su honor y el de Ynestrillas padre y, a través de ellos, el de todo el Ejército. Ya, claro.

Lo del “el Milans”, tampoco era sorprendente. En fin, entonces nadie se cuidaba de dejar de dar su opinión sobre la degeneración que suponía la democracia. Ya se sabe, “Para eso hemos ganado una guerra” Se suponía que los de la UCD (o sea, ex jerarcas o funcionarios franquistas en buena parte) querían dar la vuelta a la tortilla y volver al caos al que tuvo que poner fin el Alzamiento Nacional. Y entregar España a los rojos.

En fin, chapamos. Nos dimos una vuelta a ver cómo andaba la cosa. Nos acercamos por los aledaños de las Cortes donde había formado un berenjenal de tres pares de narices, todo lleno de Policías, Guardias Civiles y falangistas vociferantes junto con algún tímido rojo, todo ello en promiscua confusión. Vimos que no teníamos nada que hacer allí y nos fuimos cada uno a nuestra casa.

En mi casa, estaban de los nervios porque no tenían ni idea de dónde estaba yo y -recordemos- faltaban muchos años para que hubiera móviles. Mi padre era militar. Había llamado a su jefe y éste le había dicho que se estuviera quieto y localizable por si acaso, pero que no hiciera nada. La vecina de mis padres se había presentado allí a ver la tele con ellos con la idea de brindar con champán por esos valientes que iban a devolver a España a su verdadera senda, que nunca debiera haber abandonado. (pocos años después, era concejala del PP de uno de esos sitios de cerca de Madrid)

Parecía que las cosas andaban más o menos bajo control, salió el Rey de uniforme y soltó su famosa alocución diciendo que él no autorizaba eso y el último susto lo dio José María García en directo desde la plaza de las Cortes, cuando se puso a gritar que llegaba el Ejército Español (nadie sabía muy bien a hacer qué). Una caravana de Land Rover de la Brigada XII de El Goloso, ya se sabe. Como al cabo de pocos años, yo hice la mili allí, me contaron un montón de cosas jugosísimas de lo que pasó allí aquella noche (con todos esos carros y TOAs que había), que mejor que queden en el olvido.
Y, reconozco, que me fui a la cama, dormí como un bendito, y a la mañana siguiente que, por cierto, no fui a la Facultad, vi en la tele el espectáculo de los guardias civiles escapándose por las ventanas del Congreso.

En definitiva, a pesar del tono épico que se le ha ido confiriendo al asunto, era algo que no sorprendió a nadie y a lo que no se le dio tanta importancia. Sencillamente porque formaba parte del paisaje, estábamos aún demasiado acostumbrados a esos espectáculos sainetescos y nos parecía que era normal que pasaran esas cosas en España.

Lo peor de esa España que ahora se está poniendo de moda echar de menos es que era cutre de cojones.

19/2/10

Algunos datos sobre la Primera Guerra Mundial

 

TreatyOfSevres_(corrected)

 

 

Al encargarse Trotsky de la Comisaría de Negocios Extranjeros de la República Socialista rusa, hizo públicos, en noviembre de 1917, los tratados secretos concertados durante la guerra con las potencias de la Múltiple Alianza. El hecho, por lo insólito, conmovió el mundo de la diplomacia y a los gobernantes de todos los países.

Incidentalmente, estuvo a punto de costarle un disgusto muy serio a Lawrence de Arabia, cuando los turcos le enseñaron al Jerife Hussein de La Meca el texto de lo que pensaban hacer el Gobierno de Su Graciosa Majestad y el de la República Francesa con los territorios por cuya liberación estaban luchando los árabes.

Lo malo de los documentos secretos publicados es que dejaban a la intemperie el verdadero carácter de la Primera Guerra Mundial, como una vasta operación mercantil y de saqueo de los débiles imperios austrohúngaro y otomano. Austria fue desde entonces “lo que quede”, y Turquía se mantuvo en Anatolia sólo por la inesperada resistencia kemalista al desmembramiento total previsto por las potencias occidentales.

Como castigo a Rusia por firmar la paz separada con los imperios centrales, pasó de desmembradora a desmembrada, en una guerra civil y de invasión  que duró años, financiada por las democracias occidentales, cuyos muertos se han cargado en la cuenta de Stalin. Pero esto ya es otra historia. De rebote, Polonia se encontró con su independencia, que nadie había previsto.

Por su parte, Japón se quedó con todas las colonias alemanas del Pacífico (Sociedad de Naciones mediante) y partes de China que luego escandalizaron mucho cuando las ocupó.

Ni que decir tiene que los gobiernos concernidos hicieron lo posible por negar la veracidad de tales documentos y en evitar su difusión. Por supuesto, se trataba de una turbia maniobra de los bolcheviques para desmoralizar a las democracias y cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia.

El hecho de que lo que ocurrió en los sucesivos “tratados de paz” coincidiera en algunos casos punto por punto con lo que sigue, parece significar algo, ¿no?

Resumen (de la edición española de 1919, publicada por Mariano García Cortés)

TRATADOS SECRETOS

“Según los tratados secretos contenidos en este volumen, los “desinteresados” campeones de la causa de la libertad de los pueblos se distribuirán el siguiente botín:

INGLATERRA RECIBIRÁ:

  1. La zona neutral de Persia.
  2. La Mesopotamia meridional con Bagdad.
  3. Halfa y Akke, en Siria.
  4. Parte de las colonias alemanas.

FRANCIA RECIBIRÁ:

  1. La Siria.
  2. El bajalato de Adana y otros territorios en Asia Menor.
  3. Alsacia y Lorena, con el valle del Sarre, y todo el distrito minero Lorenés.
  4. Ocupación temporal de la orilla izquierda del Rhin.
  5. Parte de las colonias alemanas.

ITALIA RECIBIRÁ:

  1. El Trentino y el sur del Tirol.
  2. El condado de Gorizia y de Gradisca.
  3. Trieste y la Istria.
  4. La Dalmacia.
  5. Las islas de Istria y de Dalmacia.
  6. Valona y sus inmediaciones.
  7. Las islas del mar egeo.
  8. Adalia y una parte de Asia Menor.
  9. Una parte de la indemnización de guerra.
  10. Nuevos territorios coloniales en África.

JAPÓN RECLAMA:

  1. Chantoung.
  2. Islas del Pacífico.

RUMANÍA RECIBIRÁ:

  1. La Transilvania hasta Heisa.
  2. El Banato de Tenosvar.
  3. La Bucovina.

SERVIA Y MONTENEGRO RECIBIRÁN:

  1. La costa de la Dalmacia meridional.
  2. Spelato, Ragusa, Cattaro y San Juan de Medua (en Albania)
  3. Anexión de los distritos de Albania Septentrional.

RUSIA (hubiera recibido si continúa en la guerra hasta el fin):

  1. Constantinopla y casi toda la Turquía de Europa.
  2. El Bósforo, los Dardanelos y el mar de Mármara.
  3. Imbros y Tenedos.
  4. Completa libertad de acción en la Persia septentrional, comprendido Ispahan y Yezd.
  5. Trebisonda, Erzeroum, Van y Bitlis y otros territorios del Asia Menor.”

5/2/10

Sahara Occidental (III)







Mapa de Canarias y las costas de Berberia de Pedro Agustín del Castelo León (1686) En T. García Figueras, Santa Cruz de Mar Pequeña, Ifni-Sahara. 1941.

Desde que se inició la conquista de Canarias, en el s.XV, la costa frontera de África fue objeto del interés de los expedicionarios castellanos y después de los canarios. Las necesidades de la pesca requerían contar con asentamientos en tierra firme y cierta seguridad para las aguadas y en caso de naufragio (problema éste que continuó hasta principios del s. XX). Por otra parte, durante los siglos XV y parte del XVI, se sucedieron continuas entradas en la costa saharaui y de lo que hoy es el Sur de Marruecos (Sus y Nun) por parte de los canarios a la caza de esclavos para trabajar en las plantaciones isleñas.

En este sentido, los castellanos fundaron el establecimiento fortificado de Santa Cruz de Mar Pequeña, más o menos donde ahora se encuentra Ifni, en 1478, que, aunque sirvió para un intenso tráfico comercial, debió ser abandonado finalmente en 1527 por la guerra que le hacían los naturales. 

A partir del primer tercio del s. XVI, la creciente influencia otomana, que trajo consigo el asentamiento de los corsarios berberiscos en la costa atlántica, produjo un cambio de tornas, y así, fueron los musulmanes los que iniciaron sus expediciones sobre las Canarias con los mismos objetivos: pillaje y captura de esclavos, que se sucedieron hasta bien entrado el s. XVIII.

La creciente presión de los españoles y europeos, por una parte, intentando establecerse en la costa del sur de Marruecos y el Sahara, y, por otra, la expansión del Imperio otomano por el Magreb y Sahel, llevaron al Sultán saadí marroquí a preservar su independencia, asegurando su dominio del sur del imperio y de las principales rutas caravaneras. Y es que, si las caravanas que traían las mercancías del Sudán y de los reinos negros hubieran podido acortar el camino y negociar directamente con los europeos mucho más al Sur, sin necesidad de dirigirse a los centros autorizados por el gobierno marroquí, los perjuicios económicos que podrían derivarse para su imperio habrían sido gravísimos. A estos efectos, en la segunda mitad del s. XVI, se sucedieron las campañas sobre el Sus y el Nun, y al sur del Draa, en territorio saharaui.

En este sentido, se produjeron dos acontecimientos trascendentales: en 1577, la batalla de Alcazarquivir, o de los tres reyes, decidió la guerra civil por el trono de Marruecos, en la que Portugal apoyaba a uno de los bandos (el derrotado), en la que desapareció el rey Don Sebastián de Portugal, dando lugar indirectamente a que Felipe II hiciera valer sus derechos al trono portugués con las consecuencias conocidas.

Consolidado en su trono, el nuevo soberano Al Mansur, llevó al imperio de Marruecos a su máxima expansión desde los tiempos almorávides. En 1590 inició, con financiación inglesa, la conquista de Tombuctú, que se tomó en 1591. La odisea del ejército que atravesó el desierto, como ya dijimos al mando del renegado almeriense Yudar Pachá (también llamado Joder Pachá, es de suponer que por sus floridas interjecciones) y compuesto en gran medida de mercenarios y renegados españoles –los Arma- cuyos descendientes siguen allí, merece un postio aparte. Tras la toma de Tombuctú, el control de la zona se mantuvo con más o menos lasitud en manos de los pachás designados por el Sultán hasta principios del s. XVIII; aunque el control real de la corte marroquí se difuminó rápidamente hasta ser puramente ritual y finalizar con el sometimiento del territorio por las tribus tuareg. 


Relación de las tropas participantes en la expedición a Tombuctú de 1590. La palabra "elche", que se repite en el texto, significa renegado. En J. Corral, Ciudades de las caravanas. 1985.

Es de señalar la alianza entre el Sultán Al Mansur y el Gobierno de Isabel I de Inglaterra contra su común enemigo Felipe II. El famoso Walsingham, santo fundador del Intelligence Service británico, trató por todos los medios y a peso de oro de que el Sultán abriese un segundo frente en la costa sur de la Península que impidiera o retrasara el ataque de la Armada Invencible.


Máxima expansión del Imperio Saadí de Marruecos (wikipedia)

Hubo diversos episodios, como el plan fallido de establecer a los hugonotes franceses en la costa africana por cuenta de la corona española. Pero no fue hasta el s. XVIII, reinando Carlos III, cuando se reanudó el interés del Gobierno español por la costa del sur de Marruecos y del Sahara, rememorando la fundación de Santa Cruz de Mar Pequeña. Dicho interés, aparte de por los intereses de los pescadores canarios, venía dado sobre todo por los intentos británicos (que en cada guerra con España y Francia acosaban a las Canarias y obstaculizaban las comunicaciones con las islas) de hacerse con una base en la costa cercana que permitiera el bloqueo marítimo de las Canarias.

Ese peligro se consideró tan grave, que el ministro Grimaldi envió diversas embajadas, entre ellas una a cargo de Jorge Juan, para conseguir del Sultán un acuerdo que permitiera a España volver a establecerse en Santa Cruz de Mar Pequeña, a fin de disponer de una base que neutralizara las asechanzas inglesas, de lo que el soberano marroquí se excusaba alegando que no tenía control sobre el sur de su Imperio. Como veremos, éste fue uno de los leit motiv de las relaciones entre los sucesivos gobiernos de su Majestad Católica y del Sultán.