18/9/09

Mi modesta opinión sobre Afganistán



NO, si ya lo decíamos hace tiempor...

Los consejos del capitán

Noticias de Afganistán

Llegó el deshielo a Afganistán

Están todos como putas cabras

Afganistán I

Afganistán II

La boñiga autorreferencial

Más sobre Pakistán

Lo que sigue es una opinión a vuelatecla, ahora que parece que ha vuelto a ponerse de moda. Hay que ver, oye, les obligamos (y pagamos una pasta por ello) para que hagan elecciones, que lo más probable, como cualquiera con un mínimo sentido común prevería es que desemboquen en un rifirrafe de cierta importancia, y nos cabreamos porque, según los patrones europeos, hay un 25% de fraude. Y tenemos el hocico de decirles que eso no vale y que es inaceptable. Y pretendemos mantener la ficción de que no están ocupados y que son un país soberano que cuenta con nuestra ayuda desinteresada. Curioso, curioso.

Vaya por delante que mi opinión es que lo mejor que podría hacer el Gobierno español sería sacar de allí a los efectivos militares y civiles que tenemos. Asunto complicado y que tendría graves consecuencias políticas (ya se sabe que los políticos son u8na gente que está pendiente de las encuestas que valoran las gilipolleces que han hecho creer previamente al populacho. ¡Huy, perdón!, ciudadanía.

Ya no está el tema para alegrías tipo Irak. Aunque los italianos ya se lo estaban planteando antes de sus paracaidistas muertos ayer. Bueno, yo soy partidario más que nada, porque lo que están haciendo –que hacen lo que pueden, como siempre- en su labor de “reconstrucción y estabilización”, aunque meritorio, por desgracia no sirve para nada; ni va a servir. En cuanto al riesgo, va en el sueldo del soldado, siempre –eso sí- que se la esté jugando en defensa de intereses muy serios de los españoles.

La bifronte intervención de Occidente, Libertad Duradera/ISAF, está empantanada en una guerra de guerrillas clásica que se está perdiendo, por las mismas razones por las que suelen perderse esta clase de guerras. Entendámonos: que suelen perderlas los ocupantes, que es lo que son los occidentales para la mayor´´ia de los afganos.

Principalmente, porque no se tiene un objetivo claro de qué coño se quiere hacer, aparte de pretender –faltaría más- “derrotar al enemigo”, sin saber muy bien qué significa exactamente “derrotar” y “enemigo”; y sin estar dispuesto (los gobernantes, no los militares) a hacer lo necesario para ello. Y, por supuesto, siguiendo una estrategia equivocada. Como mandan los cánones.

Pero, claro, ¿cómo va uno a emplear una estrategia acertada si no sabe cuál es su objetivo estratégico?

¿Qué se pretendía al invadir Afganistán?

Principalmente, venganza. Dar una sensación de fortaleza ante el mundo y sobre todo ante la opinión pública de Estados Unidos, conmocionada tras el 11-S.

Militarmente”, derrocar al régimen talibán y privar a Al Qaeda de su santuario, desde el que desarrollaba sus actividades con cierta tranquilidad, Este objetivo, de momento, se ha cumplido; aunque haya sido a costa de desestabilizar Pakistán (más), lo que puede ser aún más peligroso. Pero, de momento, conseguido, está. Aunque haya sido como pegar una patada a un avispero y Al Qaeda se haya esparcido aún más por el mundo, desde Somalia hasta el Sahel y, según dicen, el Amazonas (¡Cágate lorito! Sí, sí, cágate lorito, pero esa es una de las excusas para las bases en Colombia, aunque… no nos vayamos por los cerros de Úbeda)

¿Entonces?

Pues que además, había:

a) La consabida “agenda oculta” y

b) La consabida excusa “moral”.

La agenda oculta era ese plan escolar de desplazar a Rusia como actor determinante en Asia Central, pasando los Estados Unidos a controlar las reservas energéticas en la zona y el territorio afgano comp paso necesario que habría de conducir a territorio propio los ansiados hidrocarburos. Ahí, los rusos, que sí que parece que han aprendido algo del pasado reciente, no han tenido que hacer mucho más que sentarse a la puerta de su casa y esperar; a pesar de las bases americanas en territorio de la antigua Unión Soviética y de las subsiguientes revoluciones de colorines (¿quién se acuerda de ellas?)

Pero, incluso gente como Cheney o Rumsfeld tienen capacidad intelectual –siquiera embrionaria- para darse cuenta de que un objetivo resulta inalcanzable por el momento y –bueno- dejarlo estar. Más aún, cuando la gente a la que representaban se lo ha llevado muerto a cuenta de los supuestos fondos (extraídos de nuestros impuestos) internacionales para la así llamada reconstrucción.

Lo malo es b), La excusa para una sociedad ética (o sea, light), consistía en llevar la democracia y la igualdad de género a un sitio como Afganistán; que las mujeres, por decreto igualitario, dejaran de ir por ahí con burka y todo eso. Y, lo peor de todo, para que parezca a la prensa occidental que hay democracia, tiene que haber elecciones.

En vez de dejar a los afganos que hagan sus cosas a su manera, como parecía al principio, cuando la invasión (¿se acuerdan de la Loya Jirga y del anciano rey?); o sea, volver a dar pasta a los viejos colegas hoy pomposamente llamados “Señores de la Guerra”, ya financiados en los 80 por el contubernio estadounidense-saudí-pakistaní, y que se ocupen ellos de que los Talibán y Al Qaeda no levanten cabeza, pues no: ponemos un propio, Karzai, que estaba tan tranquilo en Estados Unidos, tan corrupto como ellos, pero sin ejército significativo y, ¡Hala!, a montar elecciones y democracia vendible. Es decir, a introducir la discordia y, además, desde afuera. O sea: a que los invasores extranjeros impongan a los afganos su blasfema visión del mundo y de las coas. Guay.

Si lo que se pretende con la guerra y los bombardeos indiscriminados de civiles es que Afganistán se convierta en el país de Heidi, lo llevamos claro. Habría que ser, eso, claro: “Ciudadanos del Occidente postcristiano, lo que pretendemos es que esos sucios moros se pongan las bombas aquí, entre ellos, y no nos las pongan en casa.”

¿Los afganos nos quieren ahí? En general, no. Nuestros soldados son invasores. Salvo los que se quedan con la pasta de la reconstrucción y los esperanzados (que a lo mejor en los 80 habían estudiado en la Unión Soviética, o en Checoslovaquia) que pensaban que sus hijas podrían ir a la universidad algún día, como ellos, pocos verían con malos ojos que la situación se aclarase de una vez.

Es evidente que los occidentales terminarán marchándose, americanos incluidos. Entonces, ¿qué quieren, que me comprometa para que cuando me dejen tirado como una colilla y Karzai se vuelva a Estados Unidos, me corten el cuello o me hagan la camiseta? Pues mire usted: soy afgano, no gilipollas.

Deberíamos tener claro que a nosotros nos importa un huevo que las afganas lleven burka, ni que a las novias levantiscas les echen ácido en la cara (lanzamiento de vitriolo, se llamaba en España en tiempos), ni que quemen las escuelas donde van niñas, incluso con ellas dentro. Eso no es lo suficientemente importante para nosotros como para mandar tropas a invadir un país. De hecho, creo que no existen planes para invadir Arabia Saudí, ni Nigeria, pongo por caso.

Lo que nos importa es ponérselo difícil a los que quieren jodernos aquí y se iban allí a que les enseñaran cómo hacerlo (o a Bosnia, o a Chechenia en su momento). La hipotética estabilidad de Afganistán nos importa nada; sólo nos interesaría que Afganistán fuera un país vagamente normal si eso sirviera para que no nos jodan desde allí. Si nuestros ilustres próceres consideran que tener a nuestros soldados (los occidentales, no sólo los nuestros) metidos en ese berenjenal, sólo para que los muyahidín estén entretenidos con ellos, pues vale. No me parece bien, pero vale. Pero, oye, que nos lo digan así.

Lo que no nos dicen es que los que andan por ahí pegando tiros no son sólo talibanes, y que si los talibanes controlaran el país pero no dejaran a Bin Laden y su gente tocar los cataplines, nos valdrían igual y más barato. Y si se tuvieran que pegar con el recién rehabilitado e inmarchitable Dostum y demás parentela, pues mejor aún.

Pero, claro, nuestros ilustres son víctimas de su propia retórica. Como en todas las guerras coloniales. Y, si encima eres socialdemócrata, pues peor lo llevas.

11/9/09

El verano

Vaaaaleee... Cuento algo.

Llega agosto, huyes del curro cuando por fin ya se puede y vas a ver a los seres queridos (facción Cádiz) Dejas el macuto y te dicen (radiantes. Radiante)

- "Tengo un regalito"

Barrington Moore Jr. : " Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia.- El señor y el campesino en la formación del mundo moderno."

Realmente, ¿soy así? Debe de ser: nadie me conoce mejor. Buen libro, por cierto.

------------------------------

Para un tío de Letras, sujetar a una pitón reticulada (entre 4, ojo) mientras la ayudan a mudar -que en la Meseta el clima es muy árido- y la ponen una inyección de vitaminas, es de por sí una experiencia.

Para ellos, no. Mis amigos veterinarios están en lo cotidiano, la batalla, como el coronel Borges, vencedor en Junín.

Vale: una experiencia ya de por sí. Pero que, encima, te digan:

- "Cuidado, no te vaya a mear"

Implica tal familiaridad con las pitones reticuladas que ya es un exceso. No sólo sentirte un cruce semoviente entre Félix Rodríguez de la Fuente y Miguel de la Cuadra Salcedo en sus buenos tiempos, sino sujetar a una pitón (que no le gusta que la pinchen) y que, además, se mee, roza ya lo épico. Para uno de Letras, insisto.

En éstas y otras cosas he ocupado el verano. Excusas para tener desatendido el blós.

Volví a cagarla

Cagüentó... Otra vez, no sé que coño he hecho que he vuelto a borrar todos los enlaces a vuestros blogs. Porfa, si pasáis por aquí, mandadme un correo a pcbcarp@gmail.com con la url, o dejadme un comentario.

Mientras tanto, pondré las que me sé de memoria, que son pocas

9/9/09

Reflexiones reaccionarias

Actualización del postio: Po favó, mirad esto:

El día de mi cumpleaños, aparte de las disquisiciones metafísicas, discutimos sobre la educación en España. Inevitable, dado que estaban presentes nuestra pedagoga favorita y el amigo Palopelo.

Lo de siempre: la LOGSE es maravillosa y los profesores unos palurdos que no saben aplicarla y sólo se dedican a joder la autoestima del alumnado. Uno puede estar más o menos de acuerdo con que no hay que traumatizar a la gente haciéndole aprender la tabla de multiplicar; pero me he dado cuenta de que hemos decidido circunscribir al ámbito de la “educación” lo que es un problema de organización de toda la sociedad.

Digo “organización” porque escribo a vuelatecla y no me viene ahora el término adecuado. Mi idea es que asistimos a la descomposición de la civilización occidental tal como sale en los libros. Todas las referencias sobre política, sociedad, educación, la familia, los valores, la religión, etc., se hacen con respecto a una idea que cada cual tiene formada y que depende de su ideología; formada ésta última a lo largo de su historia personal: en qué familia ha nacido (y la pasta y los libros de que disponía), dónde se ha educado y estudiado, qué amigos ha tenido, qué preferencias políticas, si cree en algún dios… todo eso es una cuestión de perspectiva que viene dada por la gente con la que nos hemos ido relacionando.

Las instituciones, la educación reglada, los planteamientos psicoterapéuticos, el Derecho, la legislación en general… se refieren a un mundo que ya no existe. En los países islámicos puede que siga existiendo algo parecido; pero, desde luego, aquí ya no.

No digo que sea mejor ni peor; sencillamente, es. Para mí, que soy un ser individualista y antisocial, como me han definido en ocasiones, es mejor, más cómodo. Pero, para el conjunto de la sociedad, ya tengo mis dudas.

A propósito del inicio de la pijo-borroka en Pozuelo, sólo me cabe decir que en mi adolescencia, a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido asaltar una comisaría, salvo que tuviera buenos motivos y preparándolo con mucho cuidado. Si hubiera ocurrido, habría habido unos cuantos muertos y heridos de bala. Hoy día, se supone que nuestras acciones no tiene consecuencias. (Lo que es falso, por cierto)

Hasta los años 60-70, en Europa, no sólo en España, se vivía de acuerdo con unos patrones tradicionales que, a mi juicio, tienen que ver con la biología. Sobre todo la estructura familiar era una cosa sólida y la base sobre la que descansaba la organización social. Hoy día (y eso es cosa de mi generación) la familia tal y como se la concebía en mi infancia, ya no existe como regla general. Los adolescentes de hoy tienen un sistema de referencias completamente distintas que nosotros, causadas principalmente por los divorcios y los cambalaches parentales.

Pero sus profesores, sus psicólogos y los juristas que elaboran leyes y han de aplicarlas sobre dichos adolescentes, siguen aferrados a los patrones antiguos (los nuestros) y son incapaces de entender lo que bulle en la mente de un chaval de 14 años. Si mis padres se separan sin tenerme a mí en cuenta para nada y el puesto que debería ocupar mi padre (sea bueno o no) va cambiando varias veces de ocupante a lo largo de mi etapa formativa sin contar para nada conmigo, ¿qué actitud se pretende que yo tenga?, ¿qué referencias se supone que debo tener para enfrentarme a la vida? Si vosotros no asumís vuestras responsabilidades por haberme traído al mundo, ¿qué responsabilidades pretendéis que asuma yo? A eso no responde nadie. Bueno, salvo la Iglesia, pero ese es otro cantar porque ellos no es que lo comprendan, sino que siguen en sus trece desde el Concilio de Trento por sus propios motivos.

Entendámonos: no estoy haciendo una encendida defensa de la familia tradicional. Me limito a decir que estamos programados biológicamente, como primates que somos, para criarnos en una y que nuestra estructura social y nuestras leyes se basan en ella. Y ya no existe; o sea, que nuestra sociedad está girando en torno al vacío.

Eso sí: los chavales se adaptan y sobreviven, como los marines. Nosotros, no. Hace un par de años, una colega que a la sazón tenía 15 años, me contaba una charla con la psicóloga del Instituto. La psicóloga le preguntaba: “¿Entonces, tu vives con tu madre y con el novio de tu madre?” “Sí, y con mi hermano, que es de mi madre y su novio.” “¿Y te llevas bien con el novio de tu madre?” “Sí.” “¿Y con la novia de tu padre?” “También. Me llevo muy bien.” (esto último, me consta) La chica se daba cuenta de que la psicóloga la estaba sondeando en busca de alguna clase de trauma causado por su situación; mi joven amiga no se explicaba muy bien por qué, ya que sacaba buenas notas; pero, como la psicóloga insistía, le dijo, más o menos: “Pero es que ¿no te das cuenta de que para la gente de mi edad todo eso es normal?” La psicóloga se quedó nota. Tanto, que se puso en contacto con la madre para hablar del problema que tenía su hija. No entendía nada. Afortunadamente, la madre es una persona normal.

En otro caso, bastante cercano, años después de la separación, el chaval (que al producirse aquella tenía 14 años) me decía que le habría gustado que alguien le hubiera explicado qué estaba pasando. Ya era adulto cuando hablábamos; pero las había pasado putas sin que nadie se enterase. Obviamente: tú no cuentas conmigo, yo no cuento contigo. Lo de la play es un accesorio.

La relación con la madre empieza desde antes del parto y se prolonga durante la primera infancia. Así es entre los gorilas y así era entre los humanos hasta hace muy poco. Hasta hace una generación, en nuestro caso. La incorporación generalizada de la mujer al trabajo es necesaria para la independencia de la mujer y para expandir la economía; pero la estructura familiar clásica no estaba preparada para esto. Los bebés y los niños de tres o cuatro años ya no están pegados a su madre cual pegatina; están en una guardería, con los abuelos o a cargo de otra persona. Eso tiene que tener consecuencias en su evolución afectiva. Y tiene que reflejarse en su vida adulta.

Finalmente, todo lo anterior ha obtenido su culminación legal en la última reforma del Código Civil, en la que se suprimió la base legal para que los padres tengan derecho a educar a sus hijos. No me refiero al colegio, sino a lo que deben hacer unos padres, que es educar a sus hijos para que sean gente de bien. Ahora ya no existe legalmente la jerarquía dentro de la familia. Cualquier medida coercitiva, sea castigo o un azote, está prohibida. Antes ya, si un padre o madre le pegaba una paliza a su hijo, algo que entrase en el ámbito del Código Penal (que no hacía falta mucho) era punible; el cambio se ha vendido así, pero tiene mucha más trascendencia. Lo que se quiere decir es que los padres no tienen ningún derecho a imponer su criterio a sus hijos menores. Es un ataque frontal a la base de la sociedad. Es, en definitiva y si no se remedia, que no creo, el suicidio de la sociedad. Sobre todo, a medida que los jueces van aplicando la legislación actual, interviniendo en la intimidad familiar y metiendo en la cárcel a la madre que le da un guantazo a su hijo de 15 años que la ha agredido (o simplemente le ha faltado al respeto) y prohibiéndola acercarse a él durante años.

El otro problema serio, correlativo, es el proceso de infantilización permanente y progresivo de la sociedad. De eso hablaremos otro día.

8/9/09

Memento mori

 

Como este fin de semana ha sido mi cumpleaños (48 ya y sigo sobreviviéndome a mí mismo. Prodigioso) pues ya se sabe, las charlas del bar derivan a la metafísica… Algunas conclusiones provisionales:

Toda religión, aparte de procurar alivio a sus creyentes ante las adversidades de la vida y explicar el mundo de forma accesible al sentido común (ya se sabe: la tierra es plana, el sol se mueve por encima, etc.), y de servir para que la gente obedezca a alguien (por ejemplo, cuando lo mandan a matar a los vecinos en nombre de la patria –incluso vasca- o a que lo maten cuando es joven), establece por regla general que esta vida es una mierda, que nosotros somos una mierda y que si alguien se lo pasa bien en un momento dado es porque es culpable de algo. En eso, el Judaísmo y sus variantes cristiana e islámica, se llevan la palma.

Pero hay diferencias notables. Por ejemplo: ¿de qué murió el Fundador?

El nuestro, ya se sabe: traicionado, condenado, azotado, escupido, insultado, expuesto al escarnio del populacho que prefirió –encima- indultar a otro, coronado de espinas, crucificado y alanceado. Horroroso.

Mahoma, en cambio, canónicamente, falleció echando un polvo con su última esposa que, según algunas fuentes sin duda malintencionadas, era menor (lo que no tengo muy claro es cómo fue luego lo de ascender a los cielos montado a caballo). Buda, sin ningún género de dudas, murió de una indigestión de carne de jabalí. Desagradable, pero antes debió de pasárselo de puta madre, y es que tanto ayuno y tanta meditación debajo de una higuera tenían que dar mucha hambre. Casi me quedo con Mahoma.

El paraíso. Para que la gente se aguante con lo que hay, no moleste mucho y vaya a la guerra (incluso santa) cuando se le mande, hay que dar premio, como al perro la galletita. Esa es otra. El nuestro es un pestiño, al menos esa es mi opinión personal: toda la eternidad mirando a Dios, cosa que debe ser de lo más estresante, como puede imaginar cualquiera que haya sido niño y haya tenido que pasar eternidades interminables con su madre en la sala de espera del dentista, pongo por caso.

Los budistas y los hinduistas, en eso, son muy raros: uno se reencarna innúmeras veces a través de la rueda del Samsara dependiendo de los que haya hecho en este mundo inexistente, venga a pagar Karma, hasta que desapareces por fin. Puedes reencarnarte incluso en cucaracha. Sin comentarios.

Los musulmanes mejoran bastante. Ya se sabe que comparten con cristianos y judíos la obsesión con el sexo y, así, tienen un paraíso only for men consistente en jardines estupendos con unas tías estupendas a las que el creyente se dedica a desvirgar reiteradamente durante toda la eternidad. así, a primera vista, no suena mal. Siempre y cuando fuera cosa de quince días, un mes máximo. Y es que incluso alguien tan necesitado de afecto como yo, no digo una eternidad, sino un año, dale que te pego desvirgando vírgenes, le acaba cansando fijo.

Además, vale que las vírgenes (menores, supongo, ya que aún son vírgenes) tienen la ventaja de que no pueden comparar y no van a decirte “¿Ya?” o “¿Eso era todo, campeón?” y esas cosas tan crueles de las feministas; pero como no saben muy bien de qué va la cosa (son vírgenes) no colaboran nada y no las puedes decir que trabajen un poco. Bueno, si tienes tendencias pigmaliónicas, puedes entretenerte en adiestrarlas, pero… ¿toda una eternidad así? Daría para unos meses bastante divertidos si no fuera por el pequeño detalle de que en el Paraíso islámico fluyen arroyos que manan leche y miel, pero –¡joder!- ¿a quién coño se le puede ocurrir beber leche después de?, o antes, da lo mismo. De Mahou, ya sabemos que nada de nada. Ni Cruz Campo siquiera, ni Alhambra. Me temo que no me apunto.

El que mola de verdad es el de los vikingos: el Wallhalla que, ya, directamente, suena a bar, ¿que no? Un bar de la hostia, con todos los colegas, bebiendo cerveza (vale, si, hidromiel también, pero cerveza tienen) y papeando, servidos por unas taberneras impresionantes y montando una buena bronca de vez en cuando. Y –ojo- a la mañana siguiente no hay que madrugar, todo en orden y nada de resaca. Eso es un paraíso y lo demás son hostias: ¿os imagináis siempre en un bar, tomándola con los colegas y hablando de la mili sin que ninguna tía te eche la bronca por llegar tarde (y pedo) y te diga que eres un infantil por hablar de la mili?

En descargo del Cristianismo, habrá que decir que tiene a su favor que el acto fundamental ocurrió en un bar (según algunas fuentes, un asador) y que incluía papeo y bebercio con los colegas. Lo malo es que luego algo se torció. Los políticos, ya se sabe.

 

3/9/09

Bucle eterno





Cita textual:


“Todos los logros que ha alcanzado el genio inventivo de la humanidad a lo largo de los últimos cien años nos habrían permitido vivir en un estado de despreocupada felicidad si la capacidad organizativa del hombre hubiera corrido paralela a los avances técnicos. Dado el estado de las cosas, los cuestionables logros obtenidos por nuestra generación en la era de las máquinas son tan peligrosos como una cuchilla de afeitar en manos de un niño de tres años. La posesión de unos medios de producción extraordinarios no ha aportado libertad, sino preocupaciones y hambrunas.



Lo peor de todo es el desarrollo técnico que posibilita los medios para la destrucción de la vida humana, y los productos de laboratorio creados con tanto esfuerzo. Los que contamos con más años ya pasamos por aquello, muertos de miedo, en la Guerra Mundial. Pero la inútil servidumbre a la que la guerra ha arrastrado a las personas se me antoja aún peor. ¿No es terrible que la comunidad nos obligue a efectuar acciones que cualquier persona consideraría los delitos más terribles? Muy pocos tienen suficiente altura moral para resistirse; a mis ojos, son los verdaderos héroes de la Guerra Mundial.



Pero queda un rayo de esperanza. tengo la impresión de que los dirigentes más responsables de los distintos países, en general, tienen la sincera intención de acabar con la guerra. La oposición a este avance, cuya necesidad es incuestionable, se encuentra en las desafortunadas tradiciones que se transmiten de generación en generación, como una enfermedad hereditaria, a causa de nuestro defectuoso aparato educativo.



Ni que decir tiene que esta tradición se sustenta principalmente en la formación militar y en las grandes industrias. No puede haber una paz duradera sin desarme; por el contrario, la prolongación del armamento militar, como se entiende actualmente, conducirá sin lugar a dudas a nuevas catástrofes.



De ahí que la convención sobre el desarme que se celebrará en Ginebra en 1932 vaya a ser decisiva para la generación actual y la venidera. Si pensamos en los lamentables resultados obtenidos en las convenciones internacionales celebradas hasta el momento, salta a la luz que todos los seres humanos conscientes y responsables deben ejercer una y otra vez todas sus facultades con el fin de informar a la opinión pública sobre la importancia de la convención de 1932. Los hombres de estado sólo pueden alcanzar su importante meta si logran inculcar la voluntad de alcanzar la paz en una gran mayoría de la población de sus países. Todos los seres humanos, con todas sus acciones y todas sus palabras, comparten la responsabilidad de consolidar esta opinión pública a favor del desarme.



La convención estaría abocada al fracaso si los delegados llegaran a Ginebra con instrucciones e intenciones prefijadas, cuya obtención se convirtiera de repente en asunto de prestigio nacional. Esto es lo que parece primar siempre que se reúnen los dirigentes de dos estados; últimamente hemos presenciado varios ejemplos, ya que siempre que se reúnen dos estadistas, el debate sobre el desarme se utiliza para allanar el terreno de la convención. Este procedimiento me parece muy afortunado, ya que, por lo general, dos personas, o dos grupos, se suelen comportar de la forma más sensata, honrada y desapasionada si no hablan para un tercero al que consideren que deben tener en cuenta o contentar en sus parlamentos. No podemos esperar sino que esta importantísima convención tome un derrotero favorable, siempre que se haya preparado exhaustivamente con reuniones previas para eliminar la posibilidad de sorpresas, y siempre que se ejerza la buena voluntad para crear eficazmente una atmósfera de confianza mutua.



El éxito en asuntos de semejante magnitud no es cuestión de inteligencia, ni siquiera de habilidad, sino de comportamiento honrado y confianza recíproca. A este respecto, no se puede sustituir la moral por el intelecto; me atrevería a decir que menos mal.



La tarea de las personas que vivimos en estos tiempos cruciales no consiste únicamente en esperar los resultados y criticarlos; debemos aportar a esta gran causa todo lo que podamos. Porque el destino de la humanidad será el que, verdaderamente, nos hayamos ganado y merecido.”


Albert Einstein: “La convención sobre el desarme de 1932”


Berlín, 4 de septiembre de 1931.