B.H. Liddell Hart. Historia de la Segunda Guerra Mundial. Mapa de Libia y Egipto en la segunda guerra mundial
Los historiadores no se cansan de repetir que el empleo de la analogía en Historia es peligroso. Y -añado yo- más peligroso aún cuando la memoria histórica del analogista tiene una duración de quince días.
Digo esto a cuenta de Libia y de lo que está por venir. Tras comparar lo de Túnez con la Revolución de los Claveles, comparamos el proceso que se está desarrollando en el mundo árabe con la caída de los regímenes del socialismo real a partir de 1989. Y esa memoria de quince días llevó a dar por supuesto que Gadafi se marcharía al exilio después de unas cuantas manifestaciones pacíficas.
Pero, obviamente, no ha sido así. Lo que está pasando en Libia, sea lo que sea, parece el comienzo de una guerra civil, aunque realmente no lo sabemos. Sorprende que, de repente, no haya ni una sola imagen de los combates, ni de los bombardeos de civiles por la aviación gadafista; ni siquiera de las montañas de cadáveres que debe de haber tirados por la calle. Los vídeos escalofriantes que circulan por you tube, son escalofriantes porque nos dicen que son escalofriantes; pero los que yo he visto podrían corresponder a la semana grande de Bilbao de hace unos años. Ya, ya sé que los mercenarios subsaharianos del muñeco diabólico (que cobran 3.000, 5.000, 10.000 dólares al día, según escribe prensa sin rebozo) se dedican a limpiar la calle por las noches; pero ni aún así.
De cara a la propaganda, Gadafi tiene la enorme ventaja sobre Mubarak y Ben Alí (vamos a ver, ¿quién había oído hablar de Ben Alí antes de que lo echaran?) de que ha sido malo oficial durante tanto tiempo, (salvo el breve período en que la comunidad internacional decidió que era tontería no hacer más negocios con él).
Ayer salía en los medios que los rebeldes libios han pedido directamente la intervención internacional, incluso han pedido ataques aéreos, ¿quiénes los han pedido?, ¿a quién representan?, ¿ha sido algún heroico bloguero?
Como de costumbre, la nota de cordura la ponen los militares estadounidenses, que se limitan a advertir que establecer una zona de exclusión aérea, como pretenden los bienpensantes, implica destruir previamente la defensa antiaérea libia. O sea, bombardear por todo el país (con sus daños colaterales, añado yo). O sea: ir a la guerra. A otra guerra.
Hasta ahora, el gobierno estadounidense se ha portado de una forma inusualmente razonable en el caso de Túnez, y también en Egipto (ya lo tenían todo hablado con la cúpula de las Fuerzas Armadas, según se va sabiendo) Pero Gadafi parece despertar instintos atávicos y reaganianos. Alguien debería darse cuenta de que después de la intervención pirática de Bush y sus secuaces en Irak y la destrucción del país para entregárselo a otra banda de filibusteros, nadie en el mundo árabe –me refiero a la gente normal- quiere otra invasión occidental disfrazada de intervención humanitaria.
Si realmente se ha tomado partido por los rebeldes libios, por favor, que le dejen a la CIA darles pasta y abastecerlos clandestinamente de armas compradas de tapadillo en Egipto (como los franceses en Ruanda) o en Ucrania (ellos mismos en Sudán del Sur) y montar campos de entrenamiento en… no sé, en Chad, por ejemplo, que el ejército francés ya tiene allí montada toda la infraestructura necesaria.
Fíjense cómo vendieron lo de Darfur, que nadie se ha enterado de nada a pesar de las advertencias del mismísimo Bin Laden; o cómo se han fabricado en Kosovo un no-país para tener bases militares en Europa sin responder ante nadie; o cómo han hecho en Sudán del Sur otro no-país a la medida, situando la frontera donde terminan los campos petrolíferos. Si allí se han tapado dos millones de muertos sin que la cosa trascendiera más allá de las revistas de los misioneros, ¿qué no se puede tapar?
Lo que de ninguna manera hay que hacer es repetir la cagada de Bosnia. O te metes, o no te metes; o estás con Gadafi o con los rebeldes, pero no puedes dedicarte humanitariamente a mantener con mimo una masacre civil para, al final, acabar quedando mal con todo el mundo.
Lo único que hay que hacer es que los rebeldes de junten, digan que han formado gobierno, le den a Obama (o a Hillary) un número de teléfono y que las petroleras pasen de Gadafi y firmen sus contratos con ellos. Así nos ahorraremos el coñazo del Consejo de Seguridad y convencer a los pesados de los rusos y los chinos. Que hagan lo que quieran, como siempre; que nos mantengan en la ignorancia, pero, por favor, que no pretendan otra vez que los jaleemos.
Y… que Dios, el Compasivo, el Misericordioso, reparta suerte.
P.D. Es que cuando oigo hablar de embargos de armas, siempre me viene a la cabeza la actuación de las democracias occidentales en la guerra civil española.