27/7/11

Los voluntarios del rey Don Carlos (III)

 

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El páter recordaba los años anteriores a la guerra, cuando los sacerdotes clamaban desde el púlpito contra la República impía y en los montes de Navarra los requetés jugaban a la guerra con viejos fusiles y escopetas de caza. En febrero del treinta y seis el Frente Popular ganó las elecciones y comenzaron allegar –nadie sabía cómo- armas modernas: mosquetones italianos relucientes de grasa, con sus bayonetas y su munición; ametralladoras Breda. Y en los montes aparecieron oficiales en activo; de paisano, pero se los distinguía a la legua por su porte y sus bigotitos. Les enseñaron a maniobrar, a desplegar en guerrilla y a formar líneas de tiradores; se repartieron grados a los más despiertos. En la casa del páter, un día de julio, Padre los reunió a los hermanos. Sacó la boina del arcón y se la tendió al mayor, Miguel – Miguelón-, que la tomó con respeto.

-- Hijos, yo estoy muy viejo y ya veis que casi ni puedo andar, pero ha llegado la hora de salvar a España y que vuelva el Rey legítimo. Quiero estar orgulloso de vosotros. Ama, saca el vino.

Y allá que bebieron los cuatro bajo la mirada inquieta de la madre. El padre les recordó las hazañas de sus mayores en las guerras carlistas, luchando por Dios, por el Rey y por los Fueros. Pronto llegaron los vecinos, todos tocados de sus boinas rojas y hubo festejo hasta altas horas, cantando comiendo y bebiendo:

Átame las alpargatas, dame la boina, dame el fusil,

átame las alpargatas, dame la boina, dame el fusil,

que voy a matar más rojos que flores tienen mayo y abril.

A la mañana siguiente, con algo de resaca, los tres hermanos partieron a unirse al Tercio de requetés, el mediano de capellán. el dieciocho de julio, a la llamada del general Mola, formó una unidad variopinta, con boinas de larga memoria y, en el pecho, el Sagrado Corazón que detendría las balas, cosido por la madre o la novia del que la tenía; unos con fusiles, otros con escopetas, el zurrón al hombro y la bota de vino, como si la guerra fuera la fiesta de los carlistas. Marcharon al frente cantando:

Si nos preguntan alto quién vive

responderemos con recia voz:

los voluntarios del rey Don Carlos

vivan los fueros y religión.

Si nos insisten de qué comarca,

de qué provincia o de qué región

responderemos que eso no importa,

viva la madre que nos parió.

Pero la guerra resultó no ser divertida. Su primer combate –contra una columna anarquista que venía de Aragón- quedó en tablas por la bisoñez de los dos bandos, pero hubo que enterrar a Miguelón. En el primer tiroteo, mientras los anarquistas corrían a cubrirse entre las breñas, no se le ocurrió más que subirse a un peñasco y levantar la bota de vino hacia el enemigo:

-- ¡Rojillos! ¡A vuestra salud!

Y empinó el codo. Se conoce que a alguno de la FAI no le hizo gracia el brindis, porque le pegó un tiro que lo tumbó allí mismo.

Y, así, la boina familiar pasó al segundo hermano, que era el sacerdote capellán del Tercio y dio la extremaunción a su hermano mayor. Tomó la boina, vieja de sesenta o setenta años, resiguió con el dedo el cerco de saín formado por el uso, que se remontaba al abuelo y la última guerra civil. Le dio la vuelta reprimiendo las lágrimas porque todos los miraban y a ver cómo conforta el páter al rebaño si lo han visto llorar ante la muerte. Se la caló, cuidando que la borla cayera bien airosa; levantó la mirada y pronunció una breve arenga sobre la Cruzada contra el comunismo y los ateos y la sangre de los mártires, que irían directos a sentarse a la Diestra de Dios Padre si caían combatiendo por España y por la Fe.

1 comentario:

  1. ...y la guerra resultó no ser tan gloriosa como en las canciones de ambos bandos...

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