Las ideas, o los ideales, políticos son construcciones superestructurales inventadas para dar un barniz intelectual a los instintos básicos que compartimos con los demás primates: hembras que fecundar y territorio donde alimentarse. Unos mandan y el resto obedece. La guerra sirve para quitar ambas cosas al enemigo o para evitar que nos las quite. Todo lo demás es farfolla.
Las ideas -o ideales- republicanos, se basan en la historia de la República romana inventada por Tito Livio y, con anterioridad, en una Atenas también inventada. A continuación, el texto inaugural: parte del discurso fúnebre de Pericles en honor de los primeros muertos atenienses en la guerra del Peloponeso, según Tucídides.
Propaganda de guerra ateniense. Tan buena que ha sobrevivido hasta hoy, cimentó la idea de que los europeos éramos superiores al resto del mundo y, entre la gente semiculta que queda, la especie de que Atenas era una democracia y Esparta una tiranía. La guerra del Peloponeso duró 27 años, arrasó Grecia y la carnicería se extendió desde el Asia Menor y Egipto, hasta Sicilia. La empezó Atenas. Y la perdió.
La inventiva política no ha introducido novedades en 2.400 años. En esta sarta de mentiras, bellamente discurseada por un Estrategos Autokrator que, de acuerdo con los parámetros actuales, sería cliente para el Tribunal de Nüremberg, se basa nuestra actual mitología política y la extraña pervivencia de republicanos entre nosotros. Con todos ustedes, los mundos de Yupi :
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Nuestro régimen político no trata de imitar las instituciones de los pueblos vecinos, porque nosotros somos más bien modelos que imitadores de otros. En cuanto a su nombre, es una democracia, porque la administración está en manos no de unos pocos, sino en las de la mayoría. Más si la ley es igual para todos en los intereses privados, es con arreglo a la consideración de cada ciudadano en alguna cosa y no por razón de su clase social, sino por la de sus méritos personales, que se prefieren para las funciones políticas; e, inversamente, la pobreza no traerá la consecuencia de que un hombre que sea capaz de prestar un servicio al Estado se vea entorpecido por su oscura condición social. Nosotros practicamos la libertad no sólo en la norma de gobierno en la vida pública, sino también en lo que viene a constituir recíproca sospecha en la vida cotidiana; nosotros no nos irritamos con nuestros vecinos si obran a su gusto, ni les ponemos mala cara, que no daña pero duele. Sin molestias en nuestras relaciones privadas, el temor nos retiene a ejecutar cualquier acto fuera de la ley, porque nosotros cumplimos con exactitud las disposiciones públicas obedeciendo siempre a los magistrados y las leyes, en especial las establecidas para proteger a las víctimas de la injusticia y las no escritas, cuya transgresión lleva consigo el desprecio general.
Además de esto, para descanso de las fatigas, hemos proporcionado al espíritu numerosos esparcimientos: tenemos concursos y fiestas religiosas que se suceden con regularidad a lo largo de todo el año, así como instalaciones lujosas, y el placer cotidiano que nos producen estas cosas aleja las contrariedades. Vemos llegar a nuestro país, gracias a la importancia de nuestra ciudad, todos los productos de todo el mundo, y así nos resulta tan familiar el gozar de los bienes de los otros países como de los de la misma Ática.
Nos diferenciamos también de nuestros adversarios por la manera de prepararnos para la guerra. Nuestra ciudad está abierta a todo el mundo y nunca expulsamos a un extranjero o le privamos de aprender a ver alguna cosa que, al no estar oculta, puede ser vista por un enemigo y serle útil; porque nuestra confianza se basa menos en los armamentos y las estratagemas que en el valor que poseemos en el momento de actuar. Y en cuanto a la educación, contrariamente a estas gentes, que establecen desde la juventud un entrenamiento penoso para conseguir la fortaleza viril, nosotros, con nuestro modo de vivir en libertad, no dejamos de hacer frente, por eso, con menos valor a los peligros proporcionados a nuestras fuerzas. Y aquí la prueba: los lacedemonios no vienen solos, sino con todos los aliados, a atacar nuestro territorio; nosotros, en cambio, vamos solos al país vecino y, a pesar de que luchamos en territorio extraño contra unos enemigos que defienden su patria, generalmente les vencemos sin grandes dificultades. Jamás todas nuestras fuerzas reunidas se han visto comprometidas contra un enemigo, puesto que hemos de atender a la vez a nuestra marina y enviar por tierra a nuestros soldados a numerosos objetivos; pero ellos, si tienen un encuentro con una parte de los nuestros y los derrotan, se envanecen como si las hubiesen rechazado a todas y, cuando son vencidos, proclaman que lo fueron por la totalidad. Sin embargo, si nosotros queremos afrontar los peligros más con despreocupación que no con una penosa instrucción y con un valor que proporcionan más los propios hábitos que no el regulado por las leyes, sacamos la ventaja de no anticiparnos a los sufrimientos que nos esperan y cuando nos llega la hora no nos mostramos con menos valor que los que se atormentan continuamente. Éste es uno de los aspectos por el que nuestra ciudad merece la admiración, aspecto al que hay que añadir otros todavía.
Nosotros amamos la belleza con simplicidad, y somos amantes de las cosas del espíritu sin dejarnos llevar de la molicie. Nosotros hacemos uso de la riqueza más para obrar convenientemente que para hablar con arrogancia, y la pobreza para nadie constituye una vergüenza, sino que es deshonroso el no hacer nada para salir de ella. Una misma persona, entre nosotros, se preocupa igual de sus asuntos privados que de los del Estado, y cuando ocupaciones diversas ocupan a personas diversas, pueden llegar a tener un juicio sobre política que no deja nada por desear. Pues somos los únicos que consideramos no como un tranquilo, sino como una persona inepta, al ciudadano que no toma parte en los asuntos públicos; y nosotros mismos juzgamos o consideramos detenidamente los asuntos, porque creemos que no son las palabras las que perjudican a la acción, sino el no haberse informado con anterioridad, por medio de la discusión, de lo que debe hacerse. También nos distinguimos porque demostramos la mayor audacia y calculamos a fondo la empresa que vamos a emprender, mientras que, en los otros, la ignorancia les arrastra a la audacia y el cálculo a la irresolución. Pues son los de espíritu fuerte los que, poseyendo una idea clara sobre las penas y placeres de la vida, no rehuyen los peligros. También en cuanto a generosidad nos diferenciamos de la mayoría, puesto que nos ganamos los amigos no recibiendo, sino haciendo favores. El bienhechor es un amigo más seguro, porque quiere con continuas muestras de afecto perpetuar la deuda de reconocimiento así creada; en cambio, el que es deudor es más débil, porque se da cuenta de que, al devolver el favor, no adquiere reconocimiento alguno, sino que simplemente se limita a satisfacer una deuda. Y somos los únicos que hacemos el bien siguiendo menos un cálculo de interés que la confianza propia en la libertad.
En resumen, afirmo que Atenas es en todo la escuela de Grecia, y me parece que cada uno de nosotros tiene en sí el poder de adaptación a las más diversas formas de actividad de modo gracioso. Y que lo que digo no es una baladronada inspirada por el momento, sino la verdad objetiva, lo indica el poder de nuestra ciudad, poder que hemos adquirido por nuestras cualidades. Sola entre todos los Estados actuales, se revela en la prueba como superior a su reputación; la única que no despierta entre los enemigos que la atacan irritación por sufrir una derrota en manos de tal adversario, ni queja en sus súbditos por ser gobernados por personas indignas. Y por las grandes pruebas, y ciertamente no sin testimonio, que hemos ofrecido de nuestro poder, seremos admirados por las generaciones presentes y futuras; no tenemos necesidad de las alabanzas de Homero ni de otros cuyos acentos pueden agradar de momento, pero que la verdad de los hechos destruye sus ficciones; hemos obligado a todos los mares y a todos los pueblos a ceder ante nuestra audacia, y por doquier hemos dejado monumentos imperecederos, recuerdos de fracasos y de éxitos. Tal es, pues, nuestra ciudad, por la que éstos han luchado y han muerto heróicamente, por no permitir que les fuera arrebatada, y asimismo, de entre los que quedan, cada uno debemos naturalmente aceptar el sufrir por ella.
(...)
Podrían darle este discurso al negrito cambiando Esparta por Afganistán, y no quedaría tan mal.
ResponderEliminarSeguro que lo leería muy bien.
Que bonita es la historia, ¡que maravilla cuando se repiten los errores!
ResponderEliminarpcbcarp, empece estas navidades "La gran guerra por la civilizacion", gran libro que recomendaste y pasito a pasito lo voy avanzando. Me mosquea muchas veces leer y no quedarme con las ideas generales, cosa que tambien me pasa con este libro, pero hay algo que ya se me ha fijado:
1)Estamos condenados a repetir los errores del pasado.
2)Al final todo se sabe.
3) de (1)y(2) Riete en vez de llorar.
salu2!
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ResponderEliminarEstimado anónimo, comprendo su inquietud por el destino de sus impuestos y por la previsible condenación eterna de la sra. Pajín, pero le sugiero que abra un Blog dedicado exclusivamente a seguir la pista de tan apasionante personaje en lugar de venir a contárnoslo a nosotros que estábamos tan ticamente con Pericles.
ResponderEliminarPues va ser cierto , solo hay algo fiable es "el determinismo biológico" de los cromañones , pero dado la clase de animal que somos , intensamente curiosos , exploratorios , inventivos , constantemente imaginamos nuevos proyectos experiencias y retos para nuestra "tribu " y eso son las ideas de la "cultura " , somos depredadores que asumen riesgos , probamos las estrategias que mas nos convienen y son útiles para la supervivencia , unas persisten , otras se diluyen ...a mi me divierte ver lo cambiante de los planteamientos , rastrear las causas históricas y su evolucion ...pero claro una es una escéptica relativista de las ideas y por supuesto de la política ...
ResponderEliminarEl pobrico sólo quería decirte que Pajín fue cubierta en otra reencarnación de esas por Pericles.
ResponderEliminarMaese Folken, me ha quitado las palabras del teclado. Si es que está todo dicho e inventado.
ResponderEliminarGracias Pcb por refrescarnos la memoria y deleitar instruyendo.
Estoy con Alicia: gracias por traer a colación el texto de marras.
ResponderEliminarSi es que somos animales de costumbre y, en cuanto nos sale un argumento polivalente, lo quemamos para excusarnos por cualquier cosa. Ya está tardando Obama, como apunta Folken, en tirar de transliteración.
PD: no sé qué carajo diría el anónimo acerca de la Pajín, pero intrigado me has.
Si , lo de la Pajin es un punto negro a descubrir....
ResponderEliminarDoña Peggy, a mi entender, el problema es que nuestras invenciones están encaminadas a cubrir lo que demandan nuestros instintos básicos primátidos, pero como vivimos hacinados en un mundo mucho más complicado que la selva, con internés y bombas atómcas, tenemos el pene hecho un lío (esa es más o menos mi idea de la "cultura")
ResponderEliminarA todos: el sr. Anónimo se despachaba con un rollo acerca de la Sra. Pajín más o menos tan largo y tedioso como todo mi postio. De hecho, la longitud ha sido la causa fundamental de que lo haya censurado.
En realidad, dije en principio que no censuraría a nadie salvo que se metiera con mi santa madre. Pero tres años dan mucho de sí y he aprendido algunas cosas, sobre todo gracias a mi amigo Capazorros, que dice que como su blog es suyo, bora a quien quiere. Pues oye, a veces da un gusto de narices.
Resumo: Leyendas urbanas intereconimescas: la Sra. Pajín tiene la osadía de pretender usar la sala VIPS de un aeropuerto balear basándose en un argumento tan absurdo como ser Secretaria de Estado. Por lo visto, al ser del PSOE, no tiene derecho. Se mamó con otras autoridades en un vuelo, molesando al personal, etc. en fin, un rollo larguísimo y cansno. Sólo faltaba que me demandaran por permitir esos comentarios, oye. (igual fue una trampa de la SGAE)
Gracias por aclarar lo de la Pajín, Pcbcarp, la verdad es que no me había enterado del asunto. Eso sí, mientras está Aznar rebuznando en los mítines... ¡cortina de humo!
ResponderEliminarPD: y sí, tienes todo el derecho a censurar, que el blog es tuyo, cojones.