2/6/10

Banderas victoriosas 6.

 

 

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6.

Méndez, aparte de ser de la Construcción, tenía otras inquietudes. Antes de la guerra era de los que aprovechaban la biblioteca de la Casa del Pueblo y se leía todo. No sólo cosas sobre Lenin y Marx, también novelas, libros de Historia, de Historia Natural… Le gustaba aprender. Además, por entonces todavía era eso que se llamaba un proletario consciente, y pensaba que era su deber hacerse una cultura; que la cultura no era sólo para los burgueses, que era necesaria para hacer la revolución. Es decir, que siempre intentaba aprender cosas nuevas. Decía que de todo se aprende.

Pero una cosa era aprender cosas nuevas y otra sentir el ridículo que sentía de rodillas al lado del páter tocando unas campanillas, también ridículas, mientras el cura levantaba una especie de galleta que decía que era su Dios, y todo el batallón tenía que ponerse de rodillas en el barro para adorar a la galleta. La verdad es que, si no fuera porque sabía que lo iban a fusilar cualquier día de éstos, le habría parecido hasta gracioso. Tal vez fuera eso, el saber que vivía con tiempo prestado, lo que le permitía mirar las cosas con distancia. Le daba la impresión de ver todo desde fuera: al páter hablando en Latín con su galleta, al hijoputa del capitán comiendo una galleta más pequeña con cara de no haber roto un plato en su vida, a un batallón entero de ateos cagándose en dios porque la humedad helada les penetraba por las rodillas a través del pantalón harapiento, al postrarse ante la sagrada galleta. Y todo al son de sus campanillas, ni siquiera de un cornetín.

4 comentarios:

  1. La verdad es que los ritos religiosos en general suelen ser bastante ridículos, igual que muchas convenciones sociales vistas con un mínimo de distancia. Eso sí, lo de los monaguillos clama al cielo.

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  2. Muy gracioso este trozo y muy descriptivo, hilarante y deprimente a la vez. Y ahora... dos muestras de jocosidad y fino humor:

    Gracieta 1:
    Entonces, según esto, Pio XII era el monstruo de las galletas...
    Gracieta 2:
    ¡Estas galletas son la hostia!

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  3. ¡Bueno, pues ya me he puesto al día! Que aún no había leído nada del relato.
    Me está gustando; me quedo con ganas de seguir.

    Un abrazo.

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