¡Bueeeno…! Pues ya he visto “Malditos bastardos”. Me lo he pasado muy bien y me he reído mucho (aunque en eso tal vez tuvo algo que ver la compañía, claro). No obstante, he de decir que:
Claro, es Tarantino, y uno ya sabe lo que va a ver. No importa que nos hayamos pasado la película previendo en voz baja lo que iba a pasar al momento siguiente y acertando (lo sé, es un comportamiento incívico; pero inevitable en estos casos). Ya se sabe: Tarantino homenajea todo el tiempo y uno ha visto algunas películas a lo largo de su vida. Como de costumbre, todo el cine ( y yo el primero), descojonado de risa ante escenas que, de aparecer en una película lacrimógena de, digamos, Spielberg, producirían al respetable sensaciones entre el llanto y la indignación moral frente a El Mal. Es Tarantino, es un comic, ergo, los destripamientos son divertidísimos.
Reservoir Dogs la vi en el noventa y pocos, cuando la estrenaron, y fue en el Alphaville, o en el Renoir, no me acuerdo; es decir, que fue considerada cine minoritario a efectos de distribución. Lógico: era una obra maestra. Luego vino ese gran musical que es Pulp Fiction. Inevitablemente, Tarantino ascendió por méritos propios al Olimpo y desde entonces no ha descendido de él, pese a todas las evidencias en su contra. Su público es incondicional y T. hace con su público lo que le da la gana. Lo ha sometido a un condicionamiento pavloviano que le permite entregarse impunemente a comportamientos impropios.
Lo peor de todo es que ni siquiera Tarantino es capaz de imponerse a los prejuicios del público norteamericano, o de las productoras, o del lobby de turno, y terminar la película de un modo sensato y razonable, es decir, con una escena años después en la que el standartenführer Landa y Brad Pitt rememoran sus andanzas en la ya lejana Segunda Guerra Mundial, riéndose un huevo de todas esas mutilaciones ante sendos vasos de whisky. O a lo mejor la ha terminado así porque, sencillamente, es así de gilipollas y resulta que no nos habíamos dado cuenta.
La única persona decente y normal que aparece en toda la peli, el sargento alemán de la emboscada del principio, es el contraste que sitúa todo en sus justos términos: una persona normal, consciente de haber caído en una realidad no standard regida por la mente de un colgado inimputable y que lo único que puede hacer es conservar su dignidad lo más intacta posible.
Tarantino está encantado de haberse conocido y de que se le perdone todo, porque su público va al cine a ver una de Tarantino y ya se sabe. Bien. Puestos en esos términos, el personaje que justifica el estreno de Malditos bastardos y que uno vaya a verla es, sin duda, el SS Standartenführer Hans Landa. Ese tío es un puto genio y su progresivo enloquecimiento a medida que se desarrolla el ¿guión? lo sustenta todo. Cada vez que aparece, así, de repente, como si la cosa no fuera con él, sabes que va a pasar algo sustancioso. Trasciende la caricatura de pérfido nazi cazajudíos para encarnar el arquetipo de malo malísimo. Y está a punto de trascender la idea de dos bandos en la guerra, cosa apuntada por los incívicos procedimientos de Pitt y sus chicos. Insisto: lástima que T. se crea obligado a la estupidez final. Pasa como con Hannibal Lecter, que al final es el que mejor te cae.
Por lo demás, es un compendio (obviamente, buscado) de todos los tópicos sobre el nazismo, buscando la caricatura absoluta. Un batiburrillo homenajístico a todas las películas denazis, espías y resistentes habidas y por haber, a la que se le perdonan todos los excesos porque en ningún momento se pretende el más leve atisbo de verosimilitud, como apreciarán quienes vayan a verla.
Eso sí, podría haber sido una muy buena película, hasta con mensaje altamente formativo para las jóvenes generaciones. Lástima, porque no todo el mundo dispone de la pasta y el talento necesarios para ello; T. los tiene, pero su afán histriónico es como que le puede.
En resumidas cuentas: vayan a verla, se reirán mucho.
Es cine obligado .....
ResponderEliminar¡Ole ole y ole! ¡Viva el Standartenführer Hans Landa!
ResponderEliminarPor cierto, en sus referencias Tarantínicas echo de menos alguna mención al cuarto bloque de Four Rooms, donde hay un guiño (guiñazo) importante hacia uno de los capítulos de Alfred Hitchcock Presenta, aquel en el que Tippi Hedren nos sorprendía al quitarse un guante y mostrarnos una mano repleta de amputaciones digitales. Qué momentazo, oiga.
Peggy: En efesto. Cine obligado. A eso me refería.
ResponderEliminarMJG: Eso, creo que voy a fundar un club de fans del Standartenführer Landa.
Pues mire Vd. por dónde, me acordé de Four Rooms, pero precisamente quería alejar de mi mente por un momento la idea de amputaciones digitales, ya sabe Vd. a qué me refiero.
Hay una escena. Todos los alemanes reunidos en el cine riendo y riendo viendo cómo un soldado nazi mata norteamericanos. Y un poco después nosotros reíamos en la butaca viendo cómo un soldado norteamericano mataba nazis.
ResponderEliminarCuando me di cuenta de esto, me dio miedo.
Situacionista, eso es puro metacine. El cabrón se las arregla para que la película continúe en el patio de butacas. Yo también me di cuenta. Por eso es un genio, el cabrón y me fastidia que se desperdigue tanto
ResponderEliminarA mí Tarantino me produce sentimientos contradictorios. Me puede encantar, por ejemplo, Kill Bill 1, pero aburrirme Kill Bill 2. O lograr que me enganche el inicio de Pulp Fiction y desengancharme a medida que pasa esa misma película.
ResponderEliminarComo los genios, es irregular. Como los genios, sabes que va a cumplir con su cuota de genialidad.
Por eso mismo no vi la película con ojos de historiador (cosa que me amarga muchas otras): era una de Tarantino, ergo no habría demasiada Historia. Esto es, la propia Historia sería un vehículo para que Tarantino se luciera incluso pasando por encima de ella.
Y ahí es cuando la película se disfruta. Porque Landa, de tan despreciable que es, se convierte en un cabrón al que no puedes evitar aplaudir (a la construcción del personaje, digo). También enamora la brutalidad de estos bastardos, así como la mandíbula prognata de Aldo Raine.
Quizás, como apuntó un amigo mío, Tarantino es un gran director y guionista de escenas, no de películas. No importa: es Tarantino.
Nueva obra maestra de nuestro amigo Quentin, hombre que nunca osa decepcionarme y en el que confío ciegamente cuando presenta una nueva película bajo su batuta de director, sin importar trama o género, espectacular.
ResponderEliminarUna vez más consigue impactarme con cada uno de sus tremendos diálogos que por momentos parece que no van a llegar a ningún sitio pero que sin embargo le da a sus obras un aire de realidad trivial así como un toque fascinante, increíble, logrando creerte cada punto del film para luego en un suspiro apoteósico dejarte boquiabierto, de nuevo consigue sorprenderme durante el transcurso de la historia con hechos que nunca se esperaría de una cinta de un director normal, de nuevo me trasmite algo diferente con esos planos, ángulos, planos que con su cámara maravillan al espectador.
Pasan los años pero Tarantino continua a la misma altura y seguirá creando admiración, expectación ante sus trabajos. Después de todo es el único director que a día de hoy cuando presenta una película, consigue que se hable más de él que de la cinta o sus actores aunque se trate de Brad Pitt.
Grande Tarantino
Creo recordar, que la pareja de Jonh Huston en aquel capítulo de Hitchcock Presenta, era Kim Novak. El guión iba sobre una partida de ruleta rusa en la que te jugabas (solo) un dedo con un cuchillo. La Novak estaba jamón y descubrir que fue mutilada, aunque solo digitalmente, te ponía los pelos de punta en todas las partes. En cambio, Heddren podría hacer de contrapunto a un desquiciado Monty Cliff en una partida de poker claustrofóbica, pero con Huston... Se necesita pasión y poder transmitir la fatalidad, como demostró Faye Dunaway en Chinatown. O, simplemente, hacer de cuerpo de sacrificio y cumplir fielmente las órdenes de Hitchcock, como Kim Novak en este caso.
ResponderEliminarLos grandes directores, entre otras cosas, se distinguen por elegir bien no solo al protagonista, sino a la pareja y al resto del elenco. Esto deberían aprender los políticos actuales. Cuando se ven elegitos en el casting, piensan que el resto lo harán el marketing y una promoción millonaría.
También son importantes el guión, la dirección y el feeling entre el cast.
La vi ayer y me pareció floja. Es mejor que las últimas cosas que ha hecho, pero es que superar Death Proof es bastante fácil. Eso sí, el personaje de Hans Landa barre al resto.
ResponderEliminarYo cuando la vi me pareció lo mejor que ha hecho desde Pulp Fiction. Al menos esta vez tiene guión, personajes y mensaje establecido. El contraste del que hablas entre el alemán de la emboscada y el resto de personajes es la clave de todo. Un saludo.
ResponderEliminarPara piolet:
ResponderEliminarhttp://unabomber.lacoctelera.net/post/2007/09/07/-el-hombre-del-sur-taquicardia-frente-al-televisor
Es Tarantino, y ya está todo dicho. Sus morosos tiempos descriptivos son conocidos: nadie se puede enfadar por los constantes cambio de ritmo. En cuanto a la conexión relato-realidad, irrelevante. Y es que es Tarantino.
ResponderEliminarPulp Fiction es una de las mejores películas bestias que he visto en mi vida, si no la mejor, y tanto ahí como en Reservoir Dogs el colega gestiona lo de la BSO con una destreza (sicótica) impresionante.
Grande Tarantino.