27/10/09

El búnker de Conil (II)


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TACATAC TACATACATAC TACATAC


Ráfagas cortas. Tres o cuatro tiros, no más. El cabo Expósito, mirando por los gemelos con retícula del sargento –de la Wehrmacht, Zeiss: cojonudos- dirigía el tiro de una de las ametralladoras. Le gustaban las ametralladoras. Como decía el sargento, tenían su técnica.

-- ¡Quince a la izquierda, Feli! –vociferó, porque dentro del búnker ya les pitaban los oídos del ruido-

El soldado Felisardo giró el tambor graduado de la máquina y apretó el manillar: TACATACATAC.

-- Un pelín más a la izquierda.

TACATACATAC TACATATACATAC

Las botellas saltaron hechas añicos. El cabo Expósito palmeó la espalda a los servidores de la ametralladora, o sea, de la máquina. No se lo ponía fácil el sargento, joder: darles a unas botellas a más de cien metros.

-- Muy bien chavales –el sargento Cano esbozó lo más parecido a una sonrisa que era capaz de esbozar- ¿veis como es fácil?

Más nos vale no tener que disparar de verdad”, pensó el sargento Cano. La verdad es que no le gustaba nada, pero lo que se dice nada, esta posición. Vale que el búnker era de puta madre, muy bien hecho. Ahí, los de Ingenieros se habían salido: todo de hormigón, con muros de un metro de espesor y forrado de piedras por fuera para camuflarlo con el acantilado. Tenía dos pisos: arriba, el emplazamiento de las piezas contracarro y abajo las ametralladoras, con tres troneras, una a cada lado, que cubrían la playa de enfilada, y otra en medio, hacia el mar. Como piezas contracarro no había, la parte de arriba la usaban de observatorio y de camareta.

Desde luego, si los ingleses o los yankis desembarcaban, les iban a hacer un destrozo del copón: les iban a matar un montón de gente; pero el sargento Cano tenía claro que de ahí no salían. La única puerta del búnker daba a una rampa lateral y luego había que coger el camino que subía el acantilado. Y a ver quién subía por ahí con los ingleses en la playa.

O sea, que el sargento Cano tenía claro que, si la cosa les pillaba en el búnker, ellos iban a cumplir como buenos cargándose a todos los que pudieran y luego la iban a cagar bien cagada; porque cuando se asalta un búnker con lanzallamas –que es lo propio, él lo había hecho- lo que pasa es que te achicharran vivo y, una vez achicharrado, no se te puede ni hacer prisionero. Así que, por más valor acreditado –destacado, ojo- que tuviera y por más Cruz de Hierro y Rusia y cabeza de puente del Wolchow, esperaba que el desembarco (si llegaba) no les pillase en su rotación.

Estaba en esas cuando sonó el teléfono.

-- Mi sargento: el teniente.

-- A sus órdenes, mi teniente. Sin novedad.

-- Cano, vente para la compañía, que el capitán quiere hablar con los mandos.

-- A sus órdenes, mi teniente. El sargento Cano le devolvió el auricular al telefonista y sonrió satisfecho. “Los mandos”: el teniente lo respetaba. El chaval se sentía un poco fuera de lugar, pero hacía esfuerzos. Estaba recién salido de la Academia y se veía encajonado entre el capitán y él, dos perros viejos con mucha, pero que mucha mili. el capitán le tenía mucha confianza a Cano, porque los dos habían estado juntos en Rusia y los dos habían estado a punto de palmar en Possad hacía poco, tirando contra los rusos con todo lo que tenían a mano.

6 comentarios:

  1. Eso ya me gusta más, demostrando la inhumana violencia innata a cualquier militar.
    Sería estúpido pensar que esos enfermos ávidos de guerra y muerte (porque en aquella época no había soldadas alistadas en el/la ejercit@) son capaces de nada mejor que disparar a enemigos imaginarios.

    ¿Quiere un diccionario progresí-español?

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  2. Como llena la escena ese personaje tan carismatico del Sgto. Cano.

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  3. Tranqui, Maese Folken, todo se andará. Por cierto, claro que quiero ese diccionario, que últimamente a veces me pierdo al leer el dominical de El País.

    Capazorros: ¿verdad que sí? Debe de ser cosa de familia

    MJG, espera y verás.

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  4. Va molando el relato, a fe mía que si. Justa medida de elemento técnico, cantidad exacta de rigor histórico, presencias poderosas y previsión de amenos sucedidos. Grande Hauptmann Carpzovius.

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  5. Gracias, Meister Hans. Es un divertimento, ruego tu condescendencia con los detalles. Licencias literarias, ya sabes, como lo del halcón británico.

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