10/1/12

Entrenando para el desastre II.

 

Treasure_Island-Scribner's-1911

La del pirata es la vida mejor

 

Cuando yo iba al colegio, sabía perfectamente que ciertos comportamientos estaban prohibidos y que infringir la prohibición implicaba castigos terribles. Eso era así. Como es lógico, todo lo que estaba prohibido molaba: si no, no lo habrían prohibido.

Ante tal situación, la mayoría nos buscábamos la vida para burlar la prohibición, mientras que otros la acataban por miedo al castigo. Esforzarse en burlar la prohibición suponía desarrollar esas capacidades de sigilo, vigilancia, planificación y búsqueda de información sobre el enemigo y el campo de batalla que tradicionalmente se consideran necesarias para la supervivencia de la especie. En realidad, muchas veces, lo prohibido no molaba tanto; lo que verdaderamente molaba era –eso- que estaba prohibido: molaba el riesgo, notar ese cosquilleo en las tripas, sentir que te atrevías.

Pero había otros que acataban la prohibición, ya digo. Éstos se escudaban en criterios morales: si la autoridad había decidido prohibir algo, es que ese algo era malo. Como reconocer que, por ejemplo, no entraban en la capilla a deshoras a ver si de verdad había un fantasma por miedo a que los castigaran, debía de ser muy duro para su autoestima (palabra que, por cierto, aún no existía), pretendían hacer creer que ellos no lo hacían, no porque fueran unos gallinas, sino porque eran buenos, no como nosotros. Como solían compensar su cobardía estudiando mucho, cuando el profesor elogiaba en público su asqueroso comportamiento, ellos en lugar de avergonzarse, se esponjaban cual gato persa mientras los demás vomitábamos mentalmente. Con el tiempo, a fuerza de comportarse así, llegaban a creerse que poseían un elevado sentido moral del que nosotros carecíamos y que les evitaba remordimientos por su nulo compañerismo, incluso cuando se despeñaban por la más baja sima de lo abyecto, que era -claro está- chivarse.

Un chivato era lo peor. Para no sentirse un mierda, se había identificado con el poder hasta creer que el profesor era su amigo, y que sus enemigos éramos nosotros. Así que se hundían en la mierda sin posibilidad de redención: no cabía el perdón para el chivato, sólo el vacío y la venganza.

Ha pasado una eternidad, miro a mi alrededor y ¿qué veo? Un mundo donde los chivatos imponen su ley. Han aprendido, por ejemplo, que no hay que quitar la vista de encima a sus hijos ni un momento, no vayan a hacer lo que hacen los niños sanos, o sea, desobedecer. Por eso, se pasan la vida en el colegio, para vergüenza de sus retoños, cabildeando con los profesores o, si los profesores son personas normales, haciéndoles la vida imposible. Por eso, no dejan a sus hijos salir solos a la calle ¡ni para ir al colegio! Como ellos eran unos cobardes, necesitan que sus hijos lo sean también (igual que antes: para no sentirse unos mierdas) y se pasan la vida asustándolos con lo peligrosos que son los coches y que el mundo es un lugar tenebroso lleno de pederastas que raptan a los niños. Por eso, hacen los deberes con ellos, y supervisan sus juegos, no les vaya a dar por pegarse o por leer algo interesante en vez de los pestiños que les mandan en el cole; les obligan a hacer cosas absurdas cuando acaban las clases – inglés, ballet, lo que sea antes que dejarlos jugar en paz- no porque los niños quieran (que lo que querrían es perder de vista a sus padres por lo menos un rato) sino porque lo quieren ellos (poder decir que su niña es más superdotada que las demás), y, aunque no lo quieran, lo harán de todas formas para no ser escarnecidos por los demás papis y mamis: “Fulanita es una mala madre: su niño no va a ballet.” De ir al colegio solos, ni hablamos, claro. Un niño de 11 años que cogiera el autobús para ir a clase sería algo tan grave como en mis tiempos no estar bautizado. Imagino que el AMPA denunciaría a sus padres para que les quitaran la custodia. Eso sí, para que los niños no protesten por tenerlos presos, los papis y mamis los sobornan, o tratan de sobornarlos, llevándoles las mochilas, comprándoles ropa cara y artilugios cibernéticos de unos precios impropios de su edad. Ya se sabe, es el viejo truco: el objetivo de la cárcel es reinsertar al delincuente, aunque, en este caso, ni siquiera: se trata de insertarlo y luego, claro, salen niños que escriben cartas a El País.

En resumen, que aquellos chivatos que tanto asco nos daban de niños, han tomado el poder y están a punto de dominar el mundo. Ante tal estado de cosas, sólo queda un valladar que salve el futuro de la humanidad: los tíos. Por suerte, casi siempre hay un tío, una oveja negra de la familia, alguien a quien los propios papis y mamis hacen propaganda al revestirlo del atractivo de lo prohibido. Tenemos una responsabilidad: cada encuentro con el tío –escasos: si se pasara la vida con la familia, no sería una oveja negra- ha de ser un refuerzo positivo del comportamiento normal.

A partir de los cinco años, ya podemos hacer grandes cosas. Para empezar, seremos los únicos que hablaremos con el niño como si fuera una persona normal y no un gilipollas; por eso, nos referiremos siempre a mami como es debido, o sea: tu vieja. A esa edad, ya podemos empezar a enseñarles palabras reales, términos que hagan perder los nervios a papi: cosas sencillas como “puta”, “cabrón”, “gilipollas” o “súbete aquí y da pedales.”

A los seis años, (es tarde, pero no siempre estamos ahí) le enseñaremos a nuestro sobrino o sobrina que, realmente, puede cruzar la calle solo, sin sufrir la humillación de ir de la mano de su vieja. Lo único que tienes que hacer, colega, es mirar a izquierda y derecha  y asegurarte bien de que no vienen  coches. El enano lo hará y comprobará que, no lo atropella un coche fantasma surgido de la nada.

A los siete (lo más tardar) le enseñaremos que, si le pega otro niño, lo que tiene que hacer es pegarle también. Da igual que ganes o no; lo que importa es que los demás se enteren de que pegarse contigo no es rentable. De hecho, habrá que enseñarles algunos trucos: cómo se cierra el puño, sitios en los que, si aprietas, duele un huevo, etc.. Pero, sobre todo, nada de chivarse, ni a tu vieja ni al profesor que, no sólo no van a arreglar tu problema, sino que, encima de que has cobrado, aprovecharán para hundirte en la mierda convenciéndote de que eres una pobre víctima acosada y te llevarán al psicólogo para que te lave el cerebro.

A los ocho, ya va siendo hora de que nos camelemos a los padres (asistir a algún evento familiar sin dar la nota puede bastar) y consigamos que nos dejen llevarnos a nuestro sobrino a la montaña. Si hace falta, nos juntaremos un par de tíos y nos usamos mutuamente de coartada: “no te preocupes, Fulanita se trae a su sobrina también.” Los niños fliparán al ver que esos horizontes que salen en las películas cursis que les llevan a ver sus viejos al cine del centro comercial, existen y que ellos pueden ir allí. Aunque es cansado y hace frío, pero mola, ¿a que sí? Comeremos con las manos, haremos concursos de regüeldos y nos tiraremos pedos, lejos de los padres y los profesores. A esa edad, ya se les puede enseñar a rapelar, que es muy disfrutón y los hará sentirse superiores por un tiempo.

Eso sí, a los nueve como muy tarde, (lo suyo sería antes, pero tenemos que luchar contra un sistema educativo que intenta que aprendan poco y despacio) les regalaremos por su cumpleaños La Isla del Tesoro. Cuando conozcan a John Silver El Largo, lo tendrán más fácil.



13 comentarios:

  1. ¡AH!
    ¡Qué bien me he sentido al verme reflejado!
    Este escrito debería quedar grabado para la posteridad.

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  2. Jajajaja........... me encanta... pero el tío lo va a tener chungo chungo... las cosas están muy mal y los chivatos en el poder...

    Un abrazo ¿tío?

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  3. Pau: es que los tíos somos así (señora)

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  4. Laura, los tíos somos inasequibles al desaliento como Palas Atenea, así que nada temas: la humanidad se salvará.

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  5. Nostalgia, ironía fina y mucha sabiduría. Siempre es un placer para mí visitar esta web. Un saludo.

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  6. ¿Algún consejo para "salvar" a un niño de 12 años al cual su madre le quita el bigote con cera?. La situación es dramática y me estoy viendo en la obligación de actuar como la tía rebelde, pero la verdad es que nunca lo he sido mucho.

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  7. ¿Le quita el bigote con cera? Oh, Dios mío, esto se va a la mierda sí o sí. Sra. "Anónimo", ante tal despropósito no tengo otra opción más que entregarme a su causa con toda mi energía.
    Creo que la opción más adecuada sería la de secuestrar al niño INMEDIATAMENTE. Si a los 12 años la madre sigue interviniendo en su cuerpo de esa manera, corre el riesgo de que -siento decirlo así- termine haciéndole pajas. No, no podemos permitirlo. Esto ya ha pasado de castaño oscuro.

    Sé que lo del secuestro es un poco drástico, al menos en este mundo que conocemos. Quizás una buena opción sería convencerlo de las virtudes del bigote. No sé, empezar a mostrarle personajes con bigote que molen. El inspector Clouseau, Bud Spencer, Charles Bronson, el tío de "Hotel"... ¡yo qué sé! O que se haga fan de Queen para que idolatre a Freddie Mercury. El caso es que el chaval desee tener bigote a toda costa para que le monte peloteras a su madre.
    No se dé por vencida, Sra. Anónimo. ¡Mucho ánimo!

    Sr. Carp, brutal su entrada. Sin embargo creo que el nivel de envenenamiento es tal que ni siquiera podemos confiar en los tíos. Al menos dudo que queden muchos conscientes del peligro que corren sus sobrinos. Vamos, que mi fe en el futuro es nula ¡qué le vamos a hacer!
    Gracias por enlazar mi post y perdón por la extensión, pero es que la situación de Anónimo me tiene preocupadísima.

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  8. Bueno, después de partirme el ojete con Mara Jade, tengo que suscribir punto por punto el post. Sí, La isla del tesoro, y Tom Sawyer, Huckleberry Finch, Guillermo y todas esas novelas con las que disfrutamos de niños y tantos otros niños antes que nosotros ... y no tan niños.
    Novelas disolventes, que inspiren en los niños la atracción abismal hacia la travesura, la gamberrada ... niños que se construyan una biografía a base de "te acuerdas cuando le cortaste el pelo a tu hermano pequeño?"
    Afortunadamente tengo hijas transgresoras y hoy, ya adultas (o eso dicen) manejan su vida con bastante solvencia.

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  9. Thescarletrevolutionary, bienvenido/a a éste su bar. Se agradecen los piropos.

    Estimada anónima: La situación de su sobrino es, ciertamente, inquietante. En mis tiempos, llegaba un momento en que el padre del interesado, ante el crecimiento de ese bozo repugnante que orla el labio superior de los adolescentes, le agarraba y le decía; hijo mío, esto es una maquinilla de afeitar, y esto espuma. Quítate eso. Se hace así.

    Intuyo que la madre del niño está divorciada y la mujer -seamos benévolos- tal vez no haya pensado que tiene un futuro como dragqueen; sino que se limita a emplear el instrumental al que ella está acostumbrada. Si es así -Quiéralo Zeus- a lo mejor la cosa se arregla si es Vd. quien le regala la maquinilla y la espuma de afeitar.

    En caso contrario... Siga Vd. los consejos de la Sra. Garland. Y deprisa.

    MJ: Lo de Freddie Mercury es un buen punto, a lo mejor si se le garantiza que va a ser gay, la madre le permite dejarse bigote.

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  10. Ejemplar planteamiento el del profesor, conforme a lo que nos tiene acostumbrados. La madre quitabozos (espero que sea la cuñá, y no la hermana de la comentarista) merece un severo correctivo; no basta con salvar al chaval. Hágase, pues, por vía del padre del niño, que, de seguro, reaccionará si se le señala que sin duda lo de la cera hará maricón al infante (por ejemplo). Sicología inversa por persona interpuesta, creo que lo llaman.

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  11. Lo siento, este año, concretamente, no me interesa el mundo ni lo que pase en el mismo.He decidido, cuál Mafalda, que lo paren que me bajo.
    "Toy burrida".
    Por cierto Capitán, que se acuerde de mi es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo...
    Sinceramente, La Hiena.
    P.D.¡Toma alago para tu ego!.Juás...

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  12. Genial.

    Como tío me han neutralizado. Todos mis hermanos y primos les han dicho a sus hijos que TODO lo que yo diga es mentira y que debe ser interpretado, en todo caso, al revés.

    Ni modo

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  13. ...debo considerarme afortunada...el tener una hermana mayor que trepaba a los árboles y jugaba al fútbol...el pasar vacaciones en un pueblo al que mis sobrinas siempre están locas por ir a pintar en la pared del cuarto de pintar o subir a la plaza...y el hecho que la pequeña sea inventora y quiera una navaja multiusos, con la consecuente hinchada de pecho de su progenitor masculino...no debe ser cosa habitual...pero procuro que las peques meneen el culo conmigo a ritmo de los Stones o cualquier música potente que suene (o procure hacer sonar)cada vez que voy a verlas, sigue siendo prioritario...por poner un ejemplo...

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