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17/7/13

Matar y destruir.

goku_braveheart

 

Hace muchos años, Indro Montanelli, que por aquel entonces aún era famoso maestro de periodistas, cifró en pocas palabras lo más que los italianos esperaban de sus políticos: “que no roben y que nos dejen en paz”. ¿Quién no se conformaría con eso? Por desgracia, es imposible: ¿de qué iban a vivir, de qué iban a alimentar su ego?

Además, los italianos son unos aficionados, como lo demuestra que teniendo –como tienen- políticos, grandes empresarios y líderes sindicales, aún dejen espacio para que sobrevivan la Mafia, la Camorra o la N’Dranghetta, arcaicas entidades que en España no durarían dos telediarios porque nuestros jefes no tienen la menor necesidad de repartir con parásitos folklóricos.

Los políticos tienen que robar. Se meten a políticos para ser poderosos, y los poderosos tienen que robar. ¿Para qué querría uno ser poderoso si no pudiera robar? La peregrina idea de que un político debería no robar sólo se le puede ocurrir a un buen burgués como Montanelli. El poder es mío y, con él, hago lo que quiero, que para eso es poder. Ya no necesito sicarios que vayan a torturar a los campesinos para que confiesen dónde han escondido la cosecha y el cerdo. Sencillamente, no tienen la menor posibilidad de ocultarlos. No hay posibilidad de que los campesinos se subleven, ni Irmandiños, ni Payeses de Remensa, ni Segadors, ni Comuneros: no corro peligro de acabar con las barbas atadas al rabo de una mula entre escupitajos del vulgo. No hay posible Robin Hood ni Curro Jiménez. Hoy, si a alguien se le ocurriera robar al rico para dárselo al pobre, el pobre rechazaría el botín y lo denunciaría. No porque no lo necesite, si no porque no ha tenido huevos de robarlo él mismo y no lo va a reconocer. Porque, si tuviera huevos, también robaría. Por eso se pone de parte del rico contra los demás pobres, por no reconocer que no tiene huevos. No tengo miedo, se la chupo porque quiero. The Economist llama a esto “sorprendente tolerancia de los españoles hacia la corrupción.”

Y es que rebelarse implica, antes que nada, reconocer que te pisotean, te escupen y te mean la oreja. Y eso no: yo soy clase media, no un currito de mierda. No se la chupo a los que mandan porque esté acojonado, sino porque exigir que cumplan lo que prometen es de ingenuos; exigir que no roben es demagogia y exigir que me paguen las horas extras es de jornaleros. Una educación de mierda y unos padres castrados han acabado en una generación con los preceptos más sagrados: responder a los golpes, no chivarte, que tus padres no se enteren; saber quién es tu enemigo y cuáles son las reglas.

Esa caterva de votantes, mamis y papis ablandadores de niños superdotados e hiperactivos , esos que regalan móviles a sus hijos para tenerlos geolocalizados y que los instan a chivarse y poner la otra mejilla para no ponerse al nivel de los malos, son los que mantienen al poder. Son los sicarios.

Sus hijos, sin Dios y sin un fusil, están perdidos. Sólo espero que, cuando esos fanáticos que incuban del Call of Duty, del Counter Strike y demás campos de entrenamiento virtuales pasen a la acción, no tengan piedad.

 

P.S.- Por esto no escribía, porque no tengo nada que decir. No voy a titular el postio “Bárcenas tira de la manta”, “Rajoy manipula la rueda de prensa”, “Rubalcaba plantea una moción de censura”, “En los ERES de Andalucía estaba pringado hasta el apuntador”, etc., etc. Pues, oiga, no. Felices vacaciones.



29/11/12

Lo que han demostrado las elecciones en Cataluña

El Tambor del Bruch

 Es que no hay nada como la épica para distraer la atención de lo esencial, oiga.

 Ya sabemos que el súbito ardor independentista del Señor Mas sirvió para que los medios dedicaran a las delicias/horrores de una  eventual independencia de Cataluña el espacio que quitaban a la catástrofe económica y social producida por nuestra casta política. Así han tenido a la gente distraída discutiendo en los bares con sus iguales en vez de pedir cabezas: “Si Mas gana, va a acabar con el cáncer en Catalunya” - “No sé qué hace el gobierno que no saca los tanques a la calle”. A la vista del resultado electoral, me llama mucho la atención que a nadie parezca sorprenderle que Mas haya liado la que ha liado para nada. Bueno, para nada, no: para perder 12 diputados así, sin ton ni son.

Porque, vamos, aunque llegué a pensarlo, he desechado la idea de que Rajoy le mandara a Mas unos albanokosovares diciéndole “¡Venga Artur, monta un pollo o te parto las piernas!”. No, he llegado a la conclusión de que se creyó que iba a arrasar. Pero, hombre de Dios, ¿no vio en la Diada la cantidad de senyeras que tenían una estrellita? En fin…

Esa actuación me parece prueba evidente de que esos señores que se supone que nos gobiernan viven absolutamente al margen de la realidad. Como buenos sátrapas, no tienen la más mínima idea de lo que le pasa a la gente normal, ni les interesa. Su percepción de las cosas está fabricada por una cohorte de asesores y empresas demoscópicas cuya única función es manipular al populacho a la opinión pública, para mantener sus sinecuras y, una vez que han convencido al sátrapa de que es el más listo y el más guapo… ¡hombre!, no van a desilusionarlo contándole que lo que realmente piensa la gente es que es un gilipollas o un delincuente. Igual los despide y pone en su puesto a otros que le laman el culo con más ahínco. En fin, ese es el tipo de gente que nos manda, Y nos gusta, porque los votamos.

A mí, lo anterior me parece evidente per se, pero no debe de ser así para todo el mundo; por lo menos, no para los augures, arúspices y demás creadores de opinión. Porque he leído innúmeras columnas y artículos que hablan de relaciones de fuerzas y errores de cálculo, pero ninguna que describa los hechos con el término que a cualquier persona no alienada le viene inmediatamente a la cabeza: Estupidez. Pura y simple estupidez.

Constatar definitivamente que nuestros amados líderes, no sólo parecen estúpidos, sino que, por lo visto, lo son y que, encima, no se cortan de exhibir su estupidez en público (lo que significa que no son conscientes de ella), me permite albergar cierta esperanza y es que igual cunde el ejemplo y esto sólo es el inicio de una epidemia de suicidios políticos.

Tenue esperanza, en verdad, porque sé que la memoria de pez (ictiomemoria) del pueblo soberano les seguirá permitiendo perpetrar estupideces cada vez más novedosas con los votos de la ciudadani@.

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P.D. Mis mejores deseos desde aquí al Partido Pirata, que ha hecho lo que ha podido en este primer intento.



10/1/12

Entrenando para el desastre II.

 

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La del pirata es la vida mejor

 

Cuando yo iba al colegio, sabía perfectamente que ciertos comportamientos estaban prohibidos y que infringir la prohibición implicaba castigos terribles. Eso era así. Como es lógico, todo lo que estaba prohibido molaba: si no, no lo habrían prohibido.

Ante tal situación, la mayoría nos buscábamos la vida para burlar la prohibición, mientras que otros la acataban por miedo al castigo. Esforzarse en burlar la prohibición suponía desarrollar esas capacidades de sigilo, vigilancia, planificación y búsqueda de información sobre el enemigo y el campo de batalla que tradicionalmente se consideran necesarias para la supervivencia de la especie. En realidad, muchas veces, lo prohibido no molaba tanto; lo que verdaderamente molaba era –eso- que estaba prohibido: molaba el riesgo, notar ese cosquilleo en las tripas, sentir que te atrevías.

Pero había otros que acataban la prohibición, ya digo. Éstos se escudaban en criterios morales: si la autoridad había decidido prohibir algo, es que ese algo era malo. Como reconocer que, por ejemplo, no entraban en la capilla a deshoras a ver si de verdad había un fantasma por miedo a que los castigaran, debía de ser muy duro para su autoestima (palabra que, por cierto, aún no existía), pretendían hacer creer que ellos no lo hacían, no porque fueran unos gallinas, sino porque eran buenos, no como nosotros. Como solían compensar su cobardía estudiando mucho, cuando el profesor elogiaba en público su asqueroso comportamiento, ellos en lugar de avergonzarse, se esponjaban cual gato persa mientras los demás vomitábamos mentalmente. Con el tiempo, a fuerza de comportarse así, llegaban a creerse que poseían un elevado sentido moral del que nosotros carecíamos y que les evitaba remordimientos por su nulo compañerismo, incluso cuando se despeñaban por la más baja sima de lo abyecto, que era -claro está- chivarse.

Un chivato era lo peor. Para no sentirse un mierda, se había identificado con el poder hasta creer que el profesor era su amigo, y que sus enemigos éramos nosotros. Así que se hundían en la mierda sin posibilidad de redención: no cabía el perdón para el chivato, sólo el vacío y la venganza.

Ha pasado una eternidad, miro a mi alrededor y ¿qué veo? Un mundo donde los chivatos imponen su ley. Han aprendido, por ejemplo, que no hay que quitar la vista de encima a sus hijos ni un momento, no vayan a hacer lo que hacen los niños sanos, o sea, desobedecer. Por eso, se pasan la vida en el colegio, para vergüenza de sus retoños, cabildeando con los profesores o, si los profesores son personas normales, haciéndoles la vida imposible. Por eso, no dejan a sus hijos salir solos a la calle ¡ni para ir al colegio! Como ellos eran unos cobardes, necesitan que sus hijos lo sean también (igual que antes: para no sentirse unos mierdas) y se pasan la vida asustándolos con lo peligrosos que son los coches y que el mundo es un lugar tenebroso lleno de pederastas que raptan a los niños. Por eso, hacen los deberes con ellos, y supervisan sus juegos, no les vaya a dar por pegarse o por leer algo interesante en vez de los pestiños que les mandan en el cole; les obligan a hacer cosas absurdas cuando acaban las clases – inglés, ballet, lo que sea antes que dejarlos jugar en paz- no porque los niños quieran (que lo que querrían es perder de vista a sus padres por lo menos un rato) sino porque lo quieren ellos (poder decir que su niña es más superdotada que las demás), y, aunque no lo quieran, lo harán de todas formas para no ser escarnecidos por los demás papis y mamis: “Fulanita es una mala madre: su niño no va a ballet.” De ir al colegio solos, ni hablamos, claro. Un niño de 11 años que cogiera el autobús para ir a clase sería algo tan grave como en mis tiempos no estar bautizado. Imagino que el AMPA denunciaría a sus padres para que les quitaran la custodia. Eso sí, para que los niños no protesten por tenerlos presos, los papis y mamis los sobornan, o tratan de sobornarlos, llevándoles las mochilas, comprándoles ropa cara y artilugios cibernéticos de unos precios impropios de su edad. Ya se sabe, es el viejo truco: el objetivo de la cárcel es reinsertar al delincuente, aunque, en este caso, ni siquiera: se trata de insertarlo y luego, claro, salen niños que escriben cartas a El País.

En resumen, que aquellos chivatos que tanto asco nos daban de niños, han tomado el poder y están a punto de dominar el mundo. Ante tal estado de cosas, sólo queda un valladar que salve el futuro de la humanidad: los tíos. Por suerte, casi siempre hay un tío, una oveja negra de la familia, alguien a quien los propios papis y mamis hacen propaganda al revestirlo del atractivo de lo prohibido. Tenemos una responsabilidad: cada encuentro con el tío –escasos: si se pasara la vida con la familia, no sería una oveja negra- ha de ser un refuerzo positivo del comportamiento normal.

A partir de los cinco años, ya podemos hacer grandes cosas. Para empezar, seremos los únicos que hablaremos con el niño como si fuera una persona normal y no un gilipollas; por eso, nos referiremos siempre a mami como es debido, o sea: tu vieja. A esa edad, ya podemos empezar a enseñarles palabras reales, términos que hagan perder los nervios a papi: cosas sencillas como “puta”, “cabrón”, “gilipollas” o “súbete aquí y da pedales.”

A los seis años, (es tarde, pero no siempre estamos ahí) le enseñaremos a nuestro sobrino o sobrina que, realmente, puede cruzar la calle solo, sin sufrir la humillación de ir de la mano de su vieja. Lo único que tienes que hacer, colega, es mirar a izquierda y derecha  y asegurarte bien de que no vienen  coches. El enano lo hará y comprobará que, no lo atropella un coche fantasma surgido de la nada.

A los siete (lo más tardar) le enseñaremos que, si le pega otro niño, lo que tiene que hacer es pegarle también. Da igual que ganes o no; lo que importa es que los demás se enteren de que pegarse contigo no es rentable. De hecho, habrá que enseñarles algunos trucos: cómo se cierra el puño, sitios en los que, si aprietas, duele un huevo, etc.. Pero, sobre todo, nada de chivarse, ni a tu vieja ni al profesor que, no sólo no van a arreglar tu problema, sino que, encima de que has cobrado, aprovecharán para hundirte en la mierda convenciéndote de que eres una pobre víctima acosada y te llevarán al psicólogo para que te lave el cerebro.

A los ocho, ya va siendo hora de que nos camelemos a los padres (asistir a algún evento familiar sin dar la nota puede bastar) y consigamos que nos dejen llevarnos a nuestro sobrino a la montaña. Si hace falta, nos juntaremos un par de tíos y nos usamos mutuamente de coartada: “no te preocupes, Fulanita se trae a su sobrina también.” Los niños fliparán al ver que esos horizontes que salen en las películas cursis que les llevan a ver sus viejos al cine del centro comercial, existen y que ellos pueden ir allí. Aunque es cansado y hace frío, pero mola, ¿a que sí? Comeremos con las manos, haremos concursos de regüeldos y nos tiraremos pedos, lejos de los padres y los profesores. A esa edad, ya se les puede enseñar a rapelar, que es muy disfrutón y los hará sentirse superiores por un tiempo.

Eso sí, a los nueve como muy tarde, (lo suyo sería antes, pero tenemos que luchar contra un sistema educativo que intenta que aprendan poco y despacio) les regalaremos por su cumpleaños La Isla del Tesoro. Cuando conozcan a John Silver El Largo, lo tendrán más fácil.



13/12/11

Rescindir el contrato social

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El contrato social.

 

Cuando yo estudiaba, mis profesores pretendían venderme una moto consistente en que existía algo que llamaban “Contrato social.” La idea, al parecer, se le había ocurrido a un payaso con peluca del siglo XVIII y había hecho fortuna. Los términos de dicho contrato implicaban que la gente renunciaba a su libertad personal (por ejemplo, la de ejecutar a los saqueadores) y aceptaba delegar sus funciones en el Estado para evitar el caos (por ejemplo, delegar el ejercicio legítimo de la violencia), asumiendo una serie de normas de conducta (por ejemplo, en vez de ejecutar a los saqueadores, denunciarlos, para que el Estado los juzgue y los absuelva o los indulte). A cambio de esta renuncia y aceptación, el susodicho Estado, se comprometía a cuidar de la gente. Formalmente, es un contrato clásico: yo renuncio a hacer lo que me dé la gana y te doy parte de lo que gano, y tú te comprometes a evitar que me roben (por ejemplo, ¿…?) o me asesinen y gastas los impuestos que yo te doy en cosas beneficiosas para todos (por ejemplo, financiar a los partidos políticos o a los bancos).

Hasta ahí, todo bien; el único defecto que le veo es que yo no he firmado ese contrato, ni le he dado poderes a nadie para que lo firme por mí. De hecho, mis padres tampoco lo firmaron, ni ninguno de mis abuelos; ni conozco –la verdad sea dicha- a nadie que conozca a nadie que lo haya firmado. Tampoco conozco a nadie que haya visto la escritura ni me sepa decir cuáles son las cláusulas concretas. Por todo ello, después de mucho pensar, he llegado a la conclusión de que ese contrato no existe. Sí, sí, por asombroso que parezca, creo que se lo han inventado. Hay antecedentes, lo concedo, como la relación clientelar de los romanos o el pacto feudovasallático en época más reciente; pero aquéllos sí que eran verdaderos contratos –con cláusulas conocidas- que, al menos en teoría, podían rescindirse si una de las partes lo incumplía (por ejemplo, si venía una algara de moros y el conde, en lugar de convocar su mesnada y cabalgar a echarte una mano, se encerraba en su castillo hasta que pasara la tormenta) y, si no aceptaba la rescisión, y tú seguías con vida, siempre podías amotinarte, reunir a las gentes del común y, juntos y airados, tomar por asalto la guarida del señor felón, colgarlo de una almena o pasear su cabeza en lo alto de una pica y recuperar todas las provisiones que guardaba en su despensa: era el derecho a la rebelión y al tiranicidio, glosados por Platón, Aristóteles, Cicerón, Santo Tomás de Aquino, Francisco Suárez, Juan de Mariana y muchos pensadores anglosajones. Los tiranos en general son poco dados a reconocer estos derechos, cosa lógica, ya que nadie en su sano juicio aceptaría como justo que el populacho enardecido enarbolara su cabeza en la punta de una pica y pusiera en los caminos sus despojos hechos cuartos. Bueno, lo aceptan si los tiranos son otros y les molestan por algo; pero eso no importa, porque son derechos naturales que uno puede ejercer si la ocasión se presta, independientemente de la opinión del tirano. Además, no siempre hace falta ejecutarlo: puede bastar con meterlo en la cárcel y confiscar sus bienes. En Islandia lo han hecho y no parece que les vaya mal.

El único problema que veo es que, para ejercer el derecho de rebelión (dejemos de momento el tiranicidio para personas menos civilizadas, gobiernos de la OTAN y gente así ) hace falta ser consciente de que hay motivos para rebelarse y, si en algo se gastan la pasta los tiranos, es en distraer al populacho de esos motivos. Para ello, los tiranos se reunieron un día en un castillo de los Cárpatos, junto al sarcófago de su fundador, y acordaron poner en marcha un proceso de ingeniería social con dos vertientes:

a) El proceso de imbecilación.

b) El proceso de blandengación. (ellos lo denominaron “proceso de mariconación”, pero como hay Gays y lesbianas más bestias que Terminator, como Aquiles Pélida o la Monja Alférez, he acuñado “blandengación” como término provisional)

Ambos procesos, para convertirnos en unos imbéciles blandengues, están inextricablemente unidos y a cargo, básicamente de la televisión, la escuela (“cole”, en su lenguaje) y los padres (“papis y mamis”). Su objetivo, a estas alturas a punto de cumplirse por completo, es convertir a los humanos, sobre todo a los de los países ricos, a los que no se puede exterminar impunemente, en borregos aterrorizados por las amenazas más absurdas capaces de creerse que sus saqueadores son buenos y tiemblen ante la sola idea de sufrir algún tipo de dolor o privación, por leve que sea. Pero hay que darse cuenta de que para dolor y privación, los que Ellos nos producen y que, la verdad, no compensa quedarse de brazos cruzados, intentando convencernos a nosotros mismos de que los sicarios que “elegimos” para que nos gobiernen o jueguen con el poco dinero que ganamos son buenos y cuidan de nosotros. Porque no es verdad. Desde su punto de vista, somos presas; y nuestros escasos bienes, son su botín. Por lo menos, habría que  oponer un poco de resistencia.

 

primera-guerra-mundial-ametralladora Oponiendo un poco de resistencia.

 

Resumiendo: que como lo más probable es que el contrato social no exista y, en el improbable caso de que existiera, habría caído en desuso, se puede rescindir. De hecho, si nos quedara un mínimo de dignidad, lo rescindiríamos. Os animo a ello.



2/12/11

Por qué llevo un mes sin escribir.

stafa 

Ante la inactividad del Banco Central Europeo, hay alternativas creíbles para salir de la crisis.

 

Vale, de acuerdo, llevo más de un mes sin escribir nada. Bueno, sin escribir, no: sin publicar. Pero es que todo lo que me salía de la tecla era parecido a esto: 

"Vivimos en un mundo de gilipollas. Gilipollas alienados desde que nacen por unos padres tarados, un sistema educativo estúpido y unos medios de comunicación a sueldo o con delirios de grandeza (y a sueldo). Todo ello con el objetivo de que los neonatos (“criaturas”, según la nueva denominación oficial), sean incapaces de comprender que sus actos tienen consecuencias y sean esclavos obedientes que dirijan su ira y su frustración única y exclusivamente contra sus iguales: los otros gilipollas que se intoxican con estupideces un poco diferentes (sacar los huesos del generalísimo del valle de los caídos, escribir con x en lugar de con @ –que ya tiene delito-  poner cámaras en todas las gasolineras para detectar ministros del PSOE, que UPyD tiene que tener grupo parlamentario, pero Amaiur, no; que ahora que Zapatero se va, pierde el Barça y gana el Madrid, como debe ser; el estilista de Cristiano Ronaldo) Las discusiones en los bares han descendido a su nivel más bajo desde la muerte de Franco. La gente a tu alrededor discute -citando textualmente frases enteras de El País o de El Mundo del día- sobre la crisis económica, el hijo de Paquirrín, el terrorismo, los inmigrantes, la violencia de género, la vuelta de Mecano o el hambre en el mundo repitiendo como papagayos las consignas que su líder mental les ha lanzado ese día. Hasta los taberneros han perdido nivel: ya sólo responden cuando se habla de fútbol y, aún así, con problemas; porque como hoy en día tienen que opinar también de tenis, de coches, de motos, de baloncesto (cuando juega la Selección) y hasta de golf, se me están liando los pobres. La semana pasada me corté el pelo y el peluquero tenía puesto en la tele un partido de fútbol sala. De aquí a nada, me hablará de cómo quiero que me corte el pelo y no tendré más remedio que buscarme otro peluquero.”

O bien:

“Hay que recortar gastos en educación y sanidad, paralizar la inversión en infraestructuras (útiles, en los aeropuertos de Castellón y Ciudad Real, no: ayer me informaron de que se han presupuestado 300.000 € para halcones y halconeros en éste último) porque el Estado debe cumplir sus objetivos de déficit para que baje la prima de riesgo. Si la gente que votó el domingo supiera leer y escribir, sabrían que el Estado prácticamente cumple los objetivos de déficit (a costa de todo lo anterior) y que la deuda pública española es de las menores de Europa. Que el problema, el riesgo país, no viene de la Administración (lo que resulta milagroso: si robaran menos, no habría déficit), sino del pufo bancario. Los bancos están pillados con su cartera inmobiliaria, los créditos incobrables a promotores y las hipotecas en riesgo de impago. No hacen nada (o mucho menos de lo que debieran) para adecuar sus cuentas al valor real de lo que tienen porque quedarían fatal y, además, no les hace falta porque papá Estado garantiza que no les va a pasar nada. 3.000 millones de euros para un banco valenciano de mierda que podría haber quebrado perfectamente: quiebra, sus directivos van a la cárcel, el Fondo de Garantía de Depósitos se hace cargo de lo que tenga que hacerse cargo y aquí paz y después gloria. Pero no: lo que por un lado se ahorra echando interinos a la calle o negando asistencia sanitaria a los parados, se gasta en tapar los agujeros de un banco de tercera fila. Eso sí: el mismo tipo que le regala a ese ¿banco? 3.000 millones de euros, no pierde ocasión de hacer declaraciones exigiendo que los trabajadores cobren menos, que con esos sueldazos de mil euros no saldremos de la crisis jamás.”

O más de lo mismo:

“La mejor prueba de que somos gilipollas es la crisis. Porque, en los tiempos que vivimos, sólo a un gilipollas se le puede ocurrir creerse que tiene un trabajo para toda la vida y endeudarse de por vida para comprar por 300.000 euros (más intereses) un piso que unos pocos años antes valía 85.000 (y lo pagabas en diez años) y, encima, jactarse de ello y tratar de irresponsables a las personas sensatas (o conscientes de su pobreza) que no hacen lo mismo. Y, tan gilipollas como él (bueno, algo menos) son los promotores y banqueros que montaron esta estafa piramidal, subiendo porque sí el precio de las viviendas (o sea: su margen de beneficios –los ladrillos no subieron) hasta que llegó el momento en que no quedaba nadie que pudiera comprarlas. La prueba de que no sólo son estafadores sino también gilipollas, la tenemos en el hecho de que, cuando cualquiera con dos dedos de frente veía que el chiringuito ya no daba más de sí, promotoras enormes seguían endeudándose para comprar un suelo en el que ya no iban a poder construir (ni vender) y los bancos seguían dándoles préstamos que ya no iban a poder devolver. Joder, si justo antes de que la burbuja reventara, Emilio Botín, que de esto sabe algo, liquidó todas las propiedades inmobiliarias del Banco Santander haciendo caja en el momento en que los precios alcanzaron su punto culminante, por algo sería.”

En resumen, pensamiento del mes:

“Al que es tonto de nación

la tinta se le indigesta,

quien tiene dura la testa

tonto vive y tonto morirá

que, lo que Natura no da,

Salamanca no lo presta.”

 

P.S.- En realidad, todo esto son excusas. Lo que pasa es que me he enganchado al Urban Terror y me lo paso pipa matando machanguitos. Voy progresando: el otro día maté a 44 en una partida. No es mucho, pero mejoraré.



9/2/11

Entrenando para el desastre.

 

noche madre

Hubo un tiempo en que las madres eran madres

La otra tarde asistí a un espectáculo estremecedor. Para variar, estaba yo en un bar (un bar decente, ojo; sin ir más lejos, la noche antes había habido una pelea, con banquetas volando, el camarero con las gafas rotas y, al remate, intervención de la policía local). Acuciado por el vicio, salí a la terraza a echar un pitillo y entregado a los placeres de la nicotina como estaba, mi mirada plácida se vio atraída por una madre que jugaba con su hijo al escondite. La madre tendría unos cuarenta años y el hijo cinco o seis. Hasta ahí, todo normal.

Bueno, normal relativamente; porque lo lógico hubiera sido que el niño estuviera jugando al escondite con otros niños, no con su madre. De hecho, siempre había pensado que uno de los fines de jugar al escondite era -precisamente- aprender a esconderse de los padres, ¿no? Pero, bueno, todos los demás niños estaban dentro del bar jugando con sus nintendos y ajenos al mundo circundante, así que a éste en particular, no le quedaba otra que jugar con la autora de sus días.

El caso es que había algo que no terminaba de cuadrarme, así que presté más atención y lo que vi me heló la sangre. La madre estaba contra la pared, contando muy concentrada y el niño estaba escondido tras un cajón minúsculo que no lo cubría en absoluto, ni de los fuegos, ni de las vistas del enemigo. ¡Qué niño tan torpe!, me dije.

Cuando la madre terminó de contar, empezó a dar vueltas muy sonriente y en apariencia sin ver al niño (cosa imposible, porque era un ceboncillo sedentario y sobresalía por todos los lados). Hablando con una voz de subnormal completa, se alejó de la pared: “¿Dónde estará este niño? ¡Huy! ¿Dónde se habrá escondido, que no le veo…?” Claro, el niño salió corriendo y gritó triunfal: “¡Por mí!”

Así que, ahora volvía a ligarla la madre. Pero no, por lo visto, no haberlo encontrado daba igual; al parecer tenían establecido un sistema de turnos independiente del resultado de la búsqueda. El niño se puso a contar y la madre fue a esconderse detrás de una de las estufas-seta de la terraza, con un espesor de unos ¿ocho? centímetros del que rebosaban evidentes las formas maternales. “¡Vaya mierda de madre!”, me dije yo, “¿no jugaba al escondite cuando era pequeña?”.

Para mi sorpresa, el niño terminó de contar y repitió gesto por gesto la pantomima que un minuto antes había interpretado su madre. Fingía no verla, y digo “fingía”, porque en mi mundo, los niños no son gilipollas; al menos no tan gilipollas como los adultos. Pero… este niño no era ciego; sin duda, veía a su madre, pero… ¡Claro! Su madre le había enseñado a jugar a su peculiar concepción del “escondite” y él creía sin duda honradamente que el juego no consistía en esconderse lo mejor posible, sino en fingir que no veías a quien ni siquiera intentaba esconderse. Es de suponer que la madre, lectora del dominical de El País e imbuida de sus tempranas lecturas de Lucía Etxebarría y Paulo Coelho, pretendía hacer del escondite un juego cooperativo y no frustrante, en lugar del feroz trasunto de la caza que siempre ha sido: un entrenamiento para encontrar a la presa y para no ser encontrado, ¿no?

Lanochedelcazador1

Robert Mitchum muestra cómo entrenar a los niños de forma no sexista

 

Pues vuestro humilde narrador estaba asistiendo al despliegue del “antientrenamiento”. La función de los padres en cualquier especie es entrenar a sus cachorros para la supervivencia, y el escondite es un juego paradigmático en ese sentido: sirve para sobrevivir. ¿Cómo coño piensan esas madres que se van a esconder correctamente sus niños si los persigue un pederasta, o un asesino en serie? ¿o, no lo quiera Dios, un vampiro? ¡Ay, mierda! Si ahora los vampiros resulta que son guays, son guapos y ni siquiera les huele el aliento a cadáver.

images manzanas Niños de los de antes, correctamente camuflados

 

Al parecer, ahora la función del juego es no frustrar al niño y dejarle claro para siempre que sus progenitores son unos seres absolutamente imbéciles que ni siquiera saben esconderse. Al parecer, para poder competir, adquirir habilidades  y superarse sin la intervención imbecilizante de sus ¿padres? sólo les queda el recurso a los videojuegos, que, aunque virtuales, son tan salvajemente competitivos como las peleas del colegio de nuestros tiempos.

6/7/10

Decencia

 

loreta

 

Acabo de leerme este libro, que recomiendo. Si bien San Leopoldo Abadía tiene esto de la crisis muy bien explicado, como era profesor de escuela de negocios, se queda en que el origen está en los bajos tipos de interés en Estados Unidos. Doña Loretta intenta enterarse de por qué estaban tan bajos.

Ambos dos coinciden en un punto: el origen de todo esto está en la indecencia.

Loretta Napoleoni, ya conocida nuestra por su libro anterior, “Economía canalla”, considera que los tipos estaban tan bajos porque había que financiar las frustradas operaciones de robo con homicidio a gran escala de los chicos de Bush sin subir los impuestos y la única forma era a base de endeudarse.

El libro puede resumirse así:

“La Administración Bush recibe de Bill Clinton un pequeño superávit y Barack Obama –que accede al poder en medio de la peor recesión desde la Gran Depresión- hereda una deuda pública de 10 billones de dólares, equivalente al 70% del PIB estadounidense, o mejor, al 18% de la economía mundial. ¿Dónde ha ido a parar todo ese dinero? Dos guerras aún activas y un sistema de seguridad tan ambicioso como inconsistente consumen las finanzas del Estado e incluyen a Estados Unidos en el grupo de países con la deuda pública más alta del mundo.

Todo esto no podría haber sucedido antes de la década de 1990, ya que los conflictos se pagaban con el erario público en vez de con la política de los bajos tipos de interés. ¿Cómo olvidar la histórica decisión de Lyndon Johnson, en la década de 1960 de aumentar la presión fiscal para hacer frente a los altos costes de la guerra de Vietnam? Fue una maniobra necesaria y, al mismo tiempo, profundamente impopular. En efecto, a nadie le gusta financiar de su bolsillo la maquinaria militar, aunque el objetivo sea destruir a un superterrorista como Osama Bin Laden o desembarazarse del dictador Saddam Hussein. A quienes se preguntan por qué estas guerras en Irak y en Afganistán, que parecen interminables y que no han suscitado un movimiento de oposición similar al que puso fin a la de Vietnam, se puede responder que mientras los gastos militares no afecten directamente a nuestro bolsillo o menoscaben nuestra libertad, obligándonos a ir al frente, los conflictos armados son virtuales, vividos exclusivamente a través del filtro de los medios de comunicación,”

(…)

“Con gran habilidad, los políticos y los medios de comunicación construyen en torno a esta psicosis la política del miedo que intenta presentar a Al Qaeda como el nuevo movimiento nazi y a Osama Bin Laden como la reencarnación de Adolf Hitler. Ha bastado esto para convencer a la población de que la supervivencia de la cultura occidental estaba de nuevo en peligro. Mientras quien la pulverizaba realmente, haciendo pedazos nuestro mundo y nuestro bienestar, no vivía en una región tribal de Pakistán ni iba vestido con harapos, sino que habitaba en Wall Street y en la City de Londres. Con sus trajes de diseño, viajando en jets privados, los destructores del moderno capitalismo eran halagados por los políticos y alabados por los medios de comunicación.”

(…)

“Las estadísticas y las falsas informaciones han saciado la sed inagotable de “noticias espantosas” de los medios de comunicación. Los políticos alteran los hechos, diseminan verdades hinchadas y, alguna vez incluso, mentiras. Los medios de comunicación las difunden. Nosotros nos angustiamos, tememos a cualquiera que tenga rasgos, ropas y costumbres diferentes de los nuestros, y ni siquiera se nos pasa por la cabeza echar un vistazo a lo que sucede en Wall Street, donde se dice que hacen dinero a paletadas. Es más, hacemos de todo para recoger las migajas de esta fiesta y no pensamos que es precisamente allí donde nuestra serenidad y nuestro sistema de valores están sufriendo el ataque más duro.”

(…)

“En la raíz de la crisis del crédito está la compraventa del riesgo bancario o financiero, como si se tratara de un bien, y la producción de riqueza ligada a este comercio. Las obligaciones estructuradas con paquetes de hipotecas subprime, así como las compuestas por los índices de los precios de las materias primas y los credit default swaps –apuestas sobre la insolvencia de los operadores financieros-, todas formaban parte de estos bienes ficticios ligados al riesgo, productos que durante años fueron intercambiados en los mercados. Los derivados cuantificaban su valor y precios. A diferencia de las obligaciones o de las acciones tradicionales –cuyo objetivo es recoger crédito para el crecimiento de los sectores público y privado-, estos falsos bienes acababan siendo usados por quien los producía y los vendía para aumentar swus beneficios y obtener un mayor estímulo del crédito. Y esta compraventa, que se producía electrónicamente, acababa creando riqueza, o mejor dicho, dando la ilusión de que la creaba.”

(…)

“En vez de reducir el riesgo a cero, de extirparlo como un cáncer de la economía globalizada, el Estado lo está desplazando de un sector a otro: del privado al público, y así empeora la situación. Está claro que esta política esconde la voluntad de mantener el statu quo ante, es decir, de salvar a toda costa una economía donde la creación y la comercialización del riesgo se han convertido en parte integrante del sistema. Naturalmente, esto ha sido posible gracias a la agresiva venta del crédito a precios regalados, es decir, a la política deflacionista perseguida desde la caída del Muro de Berlín, y a las finanzas estructuradas que lo ha transformado en un bien comerciable. Pero eso es una distorsión, una anomalía que debía ser corregida de inmediato. Es más, nunca habría debido verificarse.”

Loretta Napoleoni no tiene especial relación con perriflautas antisistema. Es economista y ha trabajado en el FMI, el Chase Manhattan y Laurie Milibank, ha sido consultora de la FAO y del BERD. Lo siento, de verdad.

10/3/09

Que no roben y que me dejen en paz


Esta mañana, mientras tomaba el café, he leído (con gran sobresalto) lo que sigue en la primera página del periódico:

"Los reyes cainitas de la Mesopotamia -los primeros pendragones del linaje mesiánico- seguían poseyendo una elevada sustancia anunnaki y, por lo tanto, eran alimentados con extractos del Fuego de las Estrellas anunnakis para incrementar su percepción, conciencia e intuición, de modo que llegasen a convertirse en maestros del saber, casi como si fuesen dioses, Al mismo tiempo, sus niveles de resistencia y sus sistemas inmunológicos eran notablemente fortalecidos de modo tal que las propiedades antienvejecimiento de la melatonina y la serotonina aununnaki regularmente ingeridas facilitaban unas expectativas de vida realmente extraordinarias. Todos los registros de aquella época confirman este extremo y, en este sentido, no hay razón alguna para mostrarse excesivamente escépticos acerca de las notables edades de los patriarcas que aparecen en el libro del Génesis."

¡Ay, no!, que me estoy liando. No sé qué me pasa últimamente que mi percepción de la realidad se está viendo alterada. Debe de ser que bebo poca Mahou y no me drogo.

Me parece que, en realidad, lo he leído en un libro que me prestó el camarada Domigongon (CHSF) para contrastar pareceres sobre las cosas nacionalistas en estos pagos.

El título de la obra -no tiene desperdicio- es "La estirpe del Santo Grial. La explosiva historia de la clonación genética y el antiguo linaje de Jesús", y se debe a la tecla impar de un tal Laurence Gardner, que cuenta con el respaldo (vid. La boñiga autorreferencial) de autoridades indiscutibles en la materia como son la Corte Imperial y Real del Dragón (Sarkany Rend 1408), Curia Regis et Ordo Draconis; el presidente del Consejo de los Príncipes de Europa y los directores de Mediaquest Internacional; S.A.R. príncipe Nicolás de Vere von Drakenberg y S.A.R. príncipe Miguel de Albania, por no hablar del Chevalier David Word, el barón Richard von Hymir de Duffon o el Chevalier Yuri Stoyanov, sin olvidar a la Escuela de Ilustración Ramtha.

Vale. Mi percepción alterada de la realidad (o, tal vez, mi estado de conciencia no estándar) se agrava. Pero, el caso es que no me extrañaría nada que, realmente, el texto anterior hubiera sido la portada de -digamos- El Mundo de hoy.

Después del último circo electoral, que ya veremos en qué acaba, hemos enunciado lo único que un ciudadano en su sano juicio puede pretender del gobierno que sea: "Que no roben y que me dejen en paz". Lo de que no roben es difícil, lo sé. Pero, por lo menos, que me dejen en paz y no se empeñen en que crea en los anunnakis.

Joder.

Nota bene: Por lo menos, ya se ha establecido como política de Estado recuperar la hermandad prerrevolucionaria con la Santa Rusia por la vía del comercio carnal. Vamos por buen camino. (Por si algún despistado no lo había visto, que se vea que no me invento nada)

Nota bene bis: Sólo falta que el Athletic gane la Copa de Su Magestad El Rey.


7/2/09

Historia de aquí


No hay nada como desenterrar documentos históricos para darse cuenta de la decadencia de la especie. Abriendo cajas me encuentro con unos cuantos ejemplares de la "Historia de aquí", de Forges, benemérita y kioskera colección fascicular publicada entre el 80 y el 81 por el amigo Forges con la bendición de Gabriel Jackson.

Constato no sin pesar que hoy día el pobre Forges habría sido masacrado. Es más: esta Historia de España no habría visto la luz. Primero, porque es una historia de "España" (premonitoriamente denominada "aquí") y, segundo, porque lo que entonces era normal, hoy día sería impensable: dice "maricona", "vascuence", vacila con la chapela, pretende que el "vascuence" (no estaban las cosas claras, ya que toda esta gilipollez de las autonomías aún andaba en proceso de inventarse: los madrileños todavía éramos castellanos, aunque por poco tiempo) tiene algo que ver con los iberos, dice "odía foca", incitando con toda claridad a la violencia de género... La pera. Eso sí: ya existía Marbella como paradigma.

Claro, que hoy día "La vida de Brian" tampoco se habría estrenado. Entonces se limitaban a tirar pintura o cócteles molotov a los cines, y no ya cuando estrenaban La vida de Brian, sino esa cursilada jipi llamada "Jesucristo Superstar"; pero por lo menos la gente normal no era considerada fascista-machista-homófoba-racista-xenófoba-etc. Hoy día, los Monty Python habrían sido escarnecidos por no respetar la sensibilidad ideológica de los lanzadores de cócteles molotov, y los dueños de las librerías cuya quema era deporte Nacional, serían unos laicistas opresores. ¡¡Y ni existía Arco, ni Moneo cubicaba!! La libertad de expresión alcanzó en aquellos prototiempos tal esplendor que incluso uno podía entrar en el Congreso con tricornio y lo sacaban por la tele. Sic transit gloria mundi.

9/1/09

Diccionario de neologismos de Carpzovius (II)

 

AMPA: Asociación de personas al margen de la Ley con hijos en edad escolar.

Cultura: Capítulo presupuestario cuya función consiste en subvencionar a gente que canta o realiza evoluciones sobre un escenario (grabadas o no) con la finalidad de que puedan acceder a un sueldo vitalicio gestionado por una rama privatizada de Hacienda denominada "entidades de gestión de derechos de propiedad intelectual".

Liberalismo: Escuela de pensamiento romántica basada en la obra de Dickens, cuyo ambiente londinense toma por modelo de organización social al que han de tender los esfuerzos de sus adeptos. (Vid. Oliver Twist)

Nota: Los papeles del Club Picwick son considerados apócrifos.

Padre: Ser que tuvo alguna oscura relación con mi madre en algún momento del pasado (vid: "maltratador")

Pedagogos: Secta de siervos del Señor Oscuro (allá en la tierra de Mordor, donde se extienden las sombras) que tiene encomendado el diseño del sistema educativo (vid. "Sistema educativo") Sus principios religiosos consisten fundamentalmente en el empleo de un lenguaje litúrgico caracterizado por las formas perifrásticas (vbgr: "segmento de ocio" = recreo; "áreas de conocimiento" = asignaturas, etc.) y el hacinamiento de oraciones subordinadas, con expresa abominación del punto y aparte.

Existen indicios no acreditados de su connivencia con una secta paralela, los "Psicólogos", en un experimento a escala mundial relacionado con el estudio de los límites de la resistencia al estrés de los profesores. Igualmente, hay datos no contrastados de la existencia de una iglesia sincrética denominada "los psicopedagogos".

Proceso de paz: Guerra en la que concurren dos requisitos:

a) Se produce entre dos o más enemigos de los cuales uno es más poderoso que los demás y

b) Intervienen organismos internacionales y oenegés que evitan la decisión del conflicto a fin de prolongarlo indefinidamente en el tiempo. (vid: "Bosnia", "Palestina", "Congo", "Sudán", etc.)

Resolución del Consejo de Seguridad: Prestigiosa marca de papel higiénico caracterizada por su suavidad al tacto y escasa capacidad de tracción.

Sistema educativo: Estructura burocrática encargada de mantener estabulados a los menores de edad mientras sus padres trabajan Se vale de diversos rituales académicos para inculcar a los menores un sistema de valores consistente en:

a) No hay que hacer ningún esfuerzo para conseguir nada.

b) Ningún acto tiene consecuencias.

Periódicamente una ley prolonga la estabulación a fin de reducir las estadísticas del paro.

Muchos profesores aún no se han percatado de esto y se estresan.

 

18/12/08

Los Ofidios y el Liberalismo


Nuevamente en la B.F.I. para tranquilizar a nuestro tabernero hongkonés, que me ha mandado un mensajito porque está preocupado el hombre, que llevo unos días sin venir y, claro, la caja se resiente. Como en la Facultad de Odontología están procediendo a la minuciosa demolición y desescombro de mi boca (esto sería tema de otro postio, cuando acaben conmigo) y me atiborran de antibióticos y otros fármacos, la única forma de no liarme es no comparecer.

Bueno, pues vengo y resulta que no hay nadie conocido. Siguen poniendo los 40 Latinos en la tele y, aunque llego a tiempo de presenciar por enésima vez cómo Shakira contorsiona los abdominales, cosa ésta que, por más vista que esté, nunca deja de ser agradable, en seguida la sustituye el Antonio Orozco, que cada vez tiene peor aspecto (especialmente en comparación con Shakira, aunque eso no signifique mucho). Yo imagino que es la mala conciencia que tiene de deberme una comida hace más de dos años, que no le deja dormir bien. Será eso.

En fin: que aquí siguen cuidando los detalles con su selecta clientela, sobre todo la parte musical. Ya hemos desistido.

En realidad, lo dicho hasta ahora no deja de ser una vulgar excusa para camuflar mi humor misántropo. Intento ir a sitios infrecuentes para no encontrarme a nadie. Pero, que si quieres arroz, Catalina: Ayer, sin ir más lejos, sostuve una animada charla acerca del concepto:

Liberalismo

Con uno de los tipos que más admiro del barrio. Un tipo que, no sólo ha sobrevivido a la mordedura de una serpiente de cascabel, que eso no deja de ser más o menos asumible, sino también a la de una víbora rinoceronte africana, que eso ya son palabras mayores. En este caso tuvieron que traerle el antídoto desde Suiza. Los suizos se lo traían en un caza -son suizos- a Torrejón en dos horas; pero, como nadie se hacía cargo de la factura, tuvo que conformarse con esperar un vuelo comercial. Y, a pesar de todo, sobrevivió. La prueba es que anoche discutía conmigo.

No sólo sobrevivió, etc...., sino que en su día modificó mi clasificación de la gente en función de su empleo de las medidas de capacidad. Véase:

Nuestro tabernero hongkonés nos explicaba en cierta ocasión el tamaño de algo, diciendo con ademanes abarcatorios:

-- Pues... como unos tallarines fritos para llevar.

Mi admirado vecino (superviviente de los tóxicos reptantes, no lo olvidemos) decía al día siguiente:

-- No sé... Como un cubo de zinc de los de dar de beber a los tigres.

Es decir, que estamos hablando de dos concepciones del mundo prácticamente excluyentes entre sí.

Bueno, en definitiva, ese es mi vecino. Yo discutía animadamente con él a horas ya avanzadas para ser martes y le comentaba con educados gritos, recios aunque por el momento comedidos, y en los que casi no aparecía la palabra "nazi", que tenía que someterse urgentemente a terapia y dejar de envenenarse la mente con Intereconomía, el Gato (esto más bien lo decía su compañera de piso) y nuestro inefable Talibán Matutino, para volver a los clásicos Ebro, que sin duda alguna relajarían su espíritu y devolverían la ecuanimidad a su ánimo, de ordinario objetivo y quirúrgico. Pero, como él estaba en otras cosas más etológicas, acabó discutiendo con otro vecino, éste de índole más bien sindicalista.

Y es que eso que hoy se llama ser liberal es una mierda

[breve inciso para mis apreciados blogueiros liberales: en todo lo que sigue no hay nada personal, son sólo negocios]

De hecho, es la antítesis del concepto tradicional de liberal, mecachis, un concepto tan nuestro, tan español, que el patrón de éste vuestro blog, Don Pedro Calderón de la Barca, dejó ya dicho para correteo y regocijo de la Ynfantería Española que:

"El dar y el pedir aquí

puesto en tan buen uso vive,

que tal vez al que recibe

quedar más airoso vi

que al que da, porque aquí es tal

el fruto de la opinión,

que es dádiva la ocasión

de hacer a otro liberal"

(Cosa ésta que deberéis tener muy en cuenta la próxima vez que os halléis en mi presencia y tengáis ocasión de pagaros una ronda)

El novedoso concepto de ser "liberal", enunciado tranquilamente, parece la mar de razonable: la libertad del individuo ante todo, libertad para decir lo que quiera, para elegir el trabajo que quiera, libertad para vivir donde quiera, libertad para elegir la educación de los padawan, etc., etc. Me recuerda a una entrevista con el hijo de Susan Sontag (icono progre donde los haya) que venía en el último dominical de El País: "Creo que me cogeré un piso en Londres para ver a mi hijo", venía a decir el muchacho.

¡Qué guay! Yo también llevo tiempo pensando en pillarme un pisito en Londres para pasar temporadas allí... La putada es que no tengo pasta, ni para pillarme el pisito, ni para pasar temporadas en Londres entregado al dolce far niente.

Y es que, cuando partimos de premisas falsas, pasa lo que pasa, y llegamos a defender (como hacía mi vecino, aunque es de justicia reconocer que las cervezas que ambos habíamos trasegado eran abundantes y, a nuestra edad, el hígado ya no procesa como antes) y se llega, en fin, a defender cosas como lo de las 65 horas semanales de curro.

Que es lo que estaba pasando. Ya se sabe: España es un país de vagos, etc. Ojo, yo no tengo nada (bueno, la verdad, sí) en contra de currar todo el tiempo que a uno le dé la gana o tenga necesidad de. En realidad, yo lo hago mucho últimamente y, aún así, me da tiempo de ir a los bares a perderlo (el tiempo). Pero es que yo no tengo jefe desde que terminé la mili. A veces, tengo mucha pasta, pero otras (por lo general), no.

La falacia está en lo de contar que es un derecho el dejar negociar al currito con el jefe al margen de los sindicatos corruptos (que lo son). Ello implica creerse la falacia fundacional, es decir:

"Yo soy igual a Don Emilio Botín"

Pongamos que yo tengo, no sé..., 24 años y empiezo a currar en La Casa. Don Emilio y yo nos sentamos relajadamente en el bar a tener un intercambio de impresiones, así, en plan campechano, sobre mi contrato:

-- Pues mira, chaval, como me has caído bien, que he pensado que por las 100 horas semanales que me vas a currar, como que te voy a dar 485 euros.

-- ¡Hombre! Emilio, qué cachondo eres... Yo, por ese precio, te curro 80 horas máximo.

-- Jejeje (palmadita en el muslo) eres un crack, colega... Mira, como hablas Alemán, te lo dejo en 87 horas semanales.

-- Guay, Emilito, pero me pagas 500.

-- ¡Joder, tío! Eres duro, ¿que no? Hecho. Necesitamos peña como tú, que sepa negociar. Tú llegarás, te lo digo yo, que de eso sé un huevo.

Vale. Un buen liberal me argumentará que el aspirante (salvo que tenga un par de hijos a su cargo, a quién se le ocurre) podría haberse levantado nada más empezar la conversación y declamar con gesto airado aquello que me gusta tanto de:

"Aqueso será, Señor,

como fuer galardonado,

porque allá en cualquier tyerra

dan sueldo a los fijosdalgo.

Por besar mano de rey

no me tengo por honrado,

porque la besó mi padre

me tengo por afrentado."

Pero, claro, es que Don Emilio contestaría sin dudar:

"Vete de mis tierras, Cid,

mal caballero probado,

y no me entres más en ellas

desde este día en un año."

(en román paladino: "quitadme de encima a esta escoria")

Bueno, vale... siempre tenemos la opción de seguir el rollo épico y, sin perder nuestro altanero continente, reponer:

"Pláceme, dijo el buen Cid,

pláceme, dijo de grado,

por ser la primera cosa

que mandas en tu reinado.

Por un año me destierras,

yo me destierro por cuatro..."

Y así podríamos seguir, ya lo sé. En realidad, da lo mismo. Os pongáis como os pongáis, lo único que a mi entender justifica proclamarse "liberal" en la actual acepción jimenezlosantina del término, es:

a) Tener pasta. (en tal caso, absolutamente justificado)

b) Tener el temperamento kamikaze.

c) Ser masoquista.

Y es que, ya lo sé, el dinero no da la felicidad, pero -desde luego- hace la vida mucho más agradable: puedes hacerte superpopular pagándote rondas en los bares, mandar a los padawan a colegios carísimos y frecuentar puticlubs más prestigiosos.

Además, el ejemplo es malísimo, porque Mío Cid el Campeador, aún viéndose abocado por aquel entonces a la movilidad geográfica, era un emprendedor que acababa de crear una empresa cojonuda de military consulting con un team de 300 caballeros (todos ellos hijosdalgo), cuya credibilidad aumentaba al haber fichado para su staff a valores emergentes como eran Álvar Fáñez, Per Vermúdez, Martín Antolínez (el burgalés leal) o Muño Gustioz (por no mencionar el respaldo de Raquel, Vidas & Co., Capital Riesgo)

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P.S. Al loro: he descubierto que los currantes del Cirque du Soleil han descubierto que la B.F.I. es el bar abierto más cercano al afamado chiringuito. Prometo jugoso postio sobre las condiciones de explotación laboral de multinacional tan guay.

8/10/08

Carpzovius y Walt Whitman





Acabo de asistir con cierto asombro a la conversación entre dos de mis vecinos del vagón de metro, prolongada al menos desde Príncipe Pío hasta Cuatro Caminos.

Lo califico de conversación incluyendo los monosílabos inarticulados y la comunicación no verbal como formas de expresión; porque, de atenernos a lo que es propiamente hablar, era –sin duda- un monólogo.

Dos especimenes humanos jóvenes (sobre los 25), aparentemente sanos. Él con toda la pinta de recién licenciado en alguna Filología en paro: pelo rizado, gafas y vestido con una de esas prendas de vestir que seguro que poseen un nombre concreto que yo desconozco, pero que son como una especie de chilaba corta de inspiración vagamente étnica y que se ponen los jipis para entretiempo.

Ella, artista –seguro- o aspirante a tal. O al menos ella se percibe a sí misma como artista, porque va toda de negro hasta los pies vestida y todo con una pinta como muy original, como de tienda especial para gente “diferente” sin demasiados recursos. La única nota de color la da el bolso, que es clónico de la bolsa de deportes que yo usaba a los 12 años para ir a Judo (y que odiaba), ya saben: de plástico-plástico, con esos rebordes de canutillo y todo. Sólo que ésta lleva una profanación posmoderna del careto del Che Guevara fumándose un porro y con los ojos rojos.

El monólogo era sobre poesía. Cágate lorito. Era evidente que el tío estaba aguantando el coñazo que le estaban dando con esa cara de estar interesadísimo y de que era todo como mazo de profundo, porque albergaba ciertas esperanzas de lograr un acceso carnal con la tía. No inmediato, desde luego, que eran las nueve de la mañana y la artista seguro que iba a desayunar en algún sitio con wifi y luego a visitar alguna galería de arte o algo así; pero, desde luego, el lo consideraba posible, dada la expresión con que le estudiaba disimuladamente las tetas. Deduje, pues, que el tipo es paciente.

Y la tía, dale que te pego.

- ¿Has leído a Whitman?
- ¿Eh?
- Walt Whitman. ¿Lo has leído?
- Eeh... No.
- Su poesía es...

Afortunadamente, los ruidos propios del metro enmascaraban parte de la conversación.

- Es, básicamente, poesía de amor... él ama, ¿vale? Pero... la realidad... la realidad y el deseo... la realidad se impone... etc.

Así durante un cuarto de hora de reloj. Cuando se bajaban, ella iba diciendo:

- Está considerado como uno de los mejores poetas que... (Y ahí se ha cerrado la puerta).
Yo, al final, estaba aguantándome las ganas de darle un grito al muchacho a ver si se espabilaba, que yo conozco a las artistas (a varias incluso en sentido bíblico, no se vayan a creer que hablo de oídas), de decirle: pero chico, di algo, hombre, cámbiate de ropa inmediatamente y apúntate a un cursillo de bondage o algo, que no te vas a comer una rosca, te lo digo yo. Pero, total, para qué... Hay cosas que hay que pasarlas. Y, la verdad, la tía no estaba tan buena, pero es que seguro que la próxima iba a ser llevarle de novedad al estarbuk con sus amigos gays que esos sí que tienen estilo y están desinhibidos.

Y, entre Cuatro Caminos y Nuevos Ministerios, me vino a la memoria la última vez que yo tuve una conversación sobre Whitman (bueno, y la única, creo)

Fue en el Sakara. El Sakara era un garito del barrio, felizmente cerrado ya, cuyas dos únicas virtudes eran que tenía billar y que cerraba a unas horas demenciales incluso entre semana. Lógicamente, funcionaba como vertedero de todos los demás bares del barrio, (incluido nuestro añorado Enredos, patria de todos los CHSF) y de todas las rupturas sentimentales del barrio.

Yo estaba levemente afectado y acababa de echar una partida de billar con una moza conocida de los bares de la zona y recientemente divorciada. Estábamos tomándonos una cerveza en la barra y, de pronto, me dice algo de Whitman. Yo, claro está, había echado un vistazo en la Facultad a “Hojas de hierba” o al “Canto a mí mismo” o algo de eso, más que nada para poder mantener a distancia a las novias de mis amigos; pero, justo en ese momento, daba la casualidad de que me estaba leyendo su diario de la guerra civil, cuando el hombre andaba por los hospitales de campaña ejerciendo de enfermero de almas sin titulación.

Eso me dio bastante juego, como es lógico, porque cuando una tía saca a Walt Whitman a colación se refiere siempre a la poesía, “Oh capitán, mi capitán” y todas esas cosas, y quedas de lo más culto, hablándoles de otra faceta suya. En realidad, ya estaba empezando a contarle (cosas de la Mahou) que es que al insigne vate de la barba florida le ponían los efebos de uniforme con grandes mutilaciones, cuando me di cuenta de que qué cojones hacía yo hablando de un poeta yanki (y encima maricón) (perdón, cosas de la Mahou) en la barra del Sákara a las tantas de un miércoles con la ex de un vecino. Obviamente, sólo había una respuesta: que padecía un trance de imbecilidad transitoria.

- Oye, fulanita: ¿a ti te parece que vamos a follar esta noche?
- Eeh... Pues yo creo que no.
- No, si lo digo porque es que si no, no se qué hago hablando de Walt Whitman con las horas que son, que mañana tengo que currar.
- Pero tío, ¿cómo puedes ser tan bestia?

Para eso, he de confesarlo, no tuve respuesta (cosas de la Mahou)

Nota bene: no me guardó rencor. De hecho, volvimos a jugar al billar alguna vez, pero no volvimos, ni a hablar de Whitman, ni a hacer intención de otra cosa.

11/9/08

No ha llegado el fin del mundo

(Escrito ayer en servilletas del Ávila antes de comer)

Esta mañana puede decirse que ha empezado a funcionar oficialmente el gran acelerador de partículas europeo (LHC) y no ha pasado nada grave. Por nada grave, me refiero a la aparición de un agujero negro que nos haya engullido en un pis pas.

Esta afirmación es estupenda, porque si pasa lo contrario –digamos, esta tarde- ningún blogueiro va a poder replicarme, colapsado gravitacionalmente como estará, en hiperdensa amalgama con su PC y su router.

Hace unos meses, leí que había varias demandas presentadas por ahí exigiendo que los jueces paralizasen con carácter de urgencia la puesta en marcha del acelerador de partículas porque iba a producir el susodicho agujero negro y, por ende, el fin del mundo.

Es sorprendente como, a medida que el conocimiento científico avanza, la resistencia contra el mismo crece (alguien debería escribir una elegante ecuación sobre ello) De momento, no vamos mal; pero me da la impresión de que, como no se tomen medidas con cierta urgencia para divulgar dicho conocimiento y hacerlo medianamente comprensible a los simples mortales, la cosa no pintará tan bien.

Y es que las fuerzas de la oscuridad, dirigidas por Sauron desde su Torre Oscura, no descansan, y sus acólitos, ya sea en forma de Nazgules del Vaticano, El Azahr o el exilio tibetano, u orcos de las facultades de pedagogía y telepredicadores del nuevo continente, van minando pacientemente la estructura mental de la civilización, (con los postjipis de la niu güei y los frustrados existenciales de toda laya seguidores de Iker Jiménez rellenando los intersticios)

Si dentro de unos años ya no queda gente cualificada para acceder a las facultades de Física o Exactas y los biólogos se dedican a demostrar que las especies no evolucionan, el trabajo estará hecho. Y el LHC tal vez sea conservado para mostrar a las generaciones futuras cómo nuestra época estaba tiranizada por un falso dios llamado Ciencia que ponía en cuestión la Palabra del Señor Oscuro y pretendía -¡oh vanidad de vanidades!- que el humano tenía derecho a intentar conocer la realidad.
Addenda del 12/09/08:
Es de justicia dar voz al criticado, así que, en el almacén de la barra virtual tenéis el affidavit de nuestros científicos apocalípticos presentado ante los tribunales hawaianos para detener el LHC. Versión original, incluido el curriculum vitae del científico Luis Sancho.
Además, por si alguien quiere comprarlos, aquí están los libros científicos de Luis Sancho:
Los ciclos de la economía y la historia: la III Guerra Mundial. (Ed. Arabea Kultur Taldea, Vitoria, 2004)
Los ciclos del tiempo: Dios, Universo y hombre. (Ed. arabea Kultur Taldea, Vitoria, 2008)
Sinopsis del primero:
De repente vivimos en una época distinta. La tranquilidad de los años 90, una década feliz, similar a los 'locos años 20', donde la gente gozaba de seguridad y riqueza, ha terminado. Y surge en su lugar bajo la ley del péndulo histórico un mundo orwelliano en crisis económica y guerra, parecido al mundo convulso que tras el gran crack bursátil del 29, trajo el fascismo y la II Guerra Mundial. ¿Cuál es el motivo de esos cambios cíclicos de la historia y la economía?Más allá de acontecimientos puntuales que ahondan en ese cambio, como la caída de las Torres Gemelas, esas transformaciones requieren de causas más profundas para poder ser explicadas. Este libro explora esas causas, relacionando los ciclos tecnológicos, económicos, políticos y culturales de la Historia Moderna y extendiendo su análisis al futuro más probable de esos ciclos.