He descubierto esta breve exhortación del Almirante Yamamoto Isoroku a los oficiales subalternos de la Armada Imperial Japonesa en el año 1939. Muestra que en verdad era un genio de la estrategia y también por qué los americanos se lo cargaron de aquella manera tan poco elegante.
"Puedes averiguar la personalidad de un hombre por su forma de abordar a una mujer. Los hombres como vosotros, por ejemplo, cuando la flota se halla en puerto, parece que hagáis tan sólo dos cosas: en primer lugar, le decís directamente a la mujer en cuestión: "Eh, ¿qué tal un polvo?" Lo cierto es que cualquier mujer, hasta la peor de las fulanas, va a rechazaros si se lo planteáis de ese modo. Bueno, y ¿qué hacéis entonces? Pues os sentís insultados y os ponéis groseros, u os rendís de inmediato y os largáis a probar la misma táctica con otra mujer. Eso es todo de lo que sois capaces. Pero echadles un vistazo a los hombres occidentales, pues ellos son muy distintos. Una vez que le han echado el ojo a una mujer, la invitan a una copa, o a cenar, o a bailar. De esa manera van minando gradualmente sus defensas hasta que, al final consiguen lo que quieren, y además con elegancia. Cuando se trata de conseguir un objetivo particular, ésa es desde luego una forma mucho más sabia de hacer las cosas. En todo caso, ésa es la clase de hombres a los que vais a enfrentaros si se declara una guerra, de manera que más os vale pensar un poco en ello."
Al almirante Yamamoto sólo le faltó hablar de los pagafantas... quizás por eso no entró en guerra con España, imagino.
ResponderEliminarFer, siempre hay que desconfiar de una mujer que pretende ser invitada a una fanta.
ResponderEliminarPara arengar a las tropas no está mal, pero se ve que no conoció al Macho Ibéricus en acción.
ResponderEliminarVale , pero los pagafantas se llevan a las mejores ...:) eso del homo sapiens proveedor sigue funcionando
ResponderEliminarGracias por todo.
ResponderEliminartomo nota de yamamoto.
ResponderEliminarMe pregunto en que paises occidentales los hombres ligan con elegancia.
ResponderEliminarPorque aquí en España desde luego que no
Frozen, eran otros tiempos!
ResponderEliminarGenial el discurso de Yamamoto.
salu2!
Mantengo la elegancia; lamento que a Peggy sólo la acosen pagafantas; pero tiene razón Yamamoto; ahora, jamás conseguirás que te cuente el secreto de la galaxia para dejarlas rendidas en los bancos delos parques, porque lo heredé directamente de unos escritos de D. Torcuato del Río, y esas cosas ya sabes: son sagradas.
ResponderEliminar¿rendidas en los bancos de los parques? Cerbatana con curare.
ResponderEliminarBueno, bueno... Yo mantengo la elegancia en la medida de lo posible, pero me inclino más por la abstinencia, que a mi edad el síndrome del coyote mañanero es malísimo.
ResponderEliminar¡Ah, Don Torcuato del Río...! Nadie llevó la chistera con más prestancia, yo creo que ni el mismísimo Mr. Pickwick.
O sea, que gracias al Yamamoto de los cojones es por lo que tenemos que estar meses dorando la píldora mientras ella se va con los japos que le ponen.
ResponderEliminarA mi me jodió Dalí. Como el, Esperaba llegar a los cuarenta y dejar de tener erecciones "sin sentido" pero es una leyenda; con lo cual pues dado el asunto doy cumplido trámite con adecuadas santas varonas; cuando el bar esté en horario nocturno ya te explicaré yo a tí unas cosas que se pueden hacer con la Chistera de d. Torcuato junto a la tapia del cementerio.
ResponderEliminarSeñor de la Galaxia , esos polvos de ultratumba , lo digo por el cementerio , tan escatologicos dan miedo .....me quedo con mis pagafantas :)
ResponderEliminarYamamoto solo conocía a la gente bien occidental de su paso por EEUU e Inglaterra. De ahí que pensara que en occidente fuéramos tan educados, cosa que me extraña en un hombre inteligente como él.
ResponderEliminarMás leer y menos pagafantas y tendrás acceso a los grandes y no a los pagadfantas modositos.
ResponderEliminarCon chistera y en la tapia del cementrio implica mucho nivel, demasiado.
Y pocos llegamos a tan altos menesteres; sabemos rendirlas bien en los bancos del parque pero no nos valen todas para la tapia: cosas de la sabiduría.