El sistema básico de la intoxicación informativa es el mismo del humor británico: la creación de premisas.
Por ejemplo: un hecho que, fuera de contexto, no tiene especial gracia, se convierte en algo muy gracioso cuando ya conocemos al personaje y estamos en condiciones de anticipar cómo va a reaccionar ante determinada situación.
Hay un hecho al que conviene dar determinada interpretación y convencer a la gente de que es la buena. Bien. Pues cogemos el hecho y la interpretación y los relacionamos por medio de pseudohechos que tergiversamos o, directamente, nos inventamos.
Luego, vamos inventándonos más hechos cuya veracidad acreditamos porque concuerdan con los hechos que nos habíamos inventado previamente. Los tales "hechos" pueden ser meros argumentos de "autoridad", como por ejemplo, que lo ha dicho Fulanito (quien, a su vez, se lo ha inventado o tergiversado también) Al cabo de poco tiempo, ya hemos olvidado los hechos reales y sólo quedan los inventados (o su reflejo). El proceso está completo cuando cualquier hecho nuevo, aunque sea real, es interpretado por el público intoxicado a la luz de las premisas que le hemos dado. Dicha interpretación es ya espontánea, porque no nos hemos limitado a hacerle creer en unos hechos falsos, sino que le hemos dotado de una línea interpretativa que aplicará automáticamente ante cualquier suceso.
En la mayor parte de los casos, el proceso es tan amplio y tan antiguo que basta ya que determinada "autoridad" (verbigracia: Jiménez Losantos) diga algo, para que su público habitual -que conoce las principales premisas falsas- ni siquiera se tome el trabajo mental de poner en relación los datos falsos y establecer una conexión: automáticamente lo da por bueno.
El sistema se completa a sí mismo porque las diversas "autoridades", se dedican a citarse entre sí, sin ninguna referencia a ningún autor ajeno al círculo. Si uno se toma la molestia de leer un artículo (o incluso un libro) de, pongamos por caso, ese eximio intelectual llamado Germán Yanke, encontrará numerosas referencias a otras obras de, digamos, César Vidal, Jiménez Losantos y Pío Moa. si busca en las fuentes, observará que, por ejemplo, César Vidal cita a Germán Yanke, siendo, a su vez citado por Jiménez Losantos o Pío Moa, descubriendo con cierta inquietud que nos hallamos ante un sistema autorreferencial.
Resulta que la cadena de citas que tratan de conferir una apariencia de respetabilidad al libro, se cierra sobre sí mismas y que, al final, no hay ningún hecho.
Un caso paradigmático de esto lo cuenta Bob Woodward (sí: el de Watergate) en su libro VEIL, sobre las operaciones clandestinas de la CIA en tiempos de Reagan. La CIA lanza una campaña de intoxicación informativa contra Libia, acusando a Gaddafi de estar detrás de determinados atentados contra intereses Estadounidenses. el sistema habitual: se le cuenta off the record a los periodistas en nómina para que propaguen la mentira. Hasta ahí, todo bien. El problema es que mientras tanto, la CIA investigaba quién estaba realmente detrás de los atentados, y sus fuentes le llevaron a la convicción de que era Gaddafi. Con el tiempo, atando cabos, descubrieron que sus fuentes habían sido intoxicadas con la información falsa difundida por la propia CIA y que, en resumen, la información falsa, tras pasar por el circuito habitual, había vuelto a su origen.
Justicia poética.
Por ejemplo: todo el mundo sabe que los rusos son malos. Por ejemplo: todo el mundo sabe que los socialistas son corruptos. Por ejemplo: todo el mundo sabe que quien realmente gobierna España es Polanco.
En los casos extremos (en España, muchos millones de personas) ni siquiera hace falta mentir. Basta con narrar el hecho real adecuado para que el avisado lector ya "sepa" de qué le están hablando "realmente".
En otros casos, en general, se juega con el hecho (hablo de prensa escrita, en papel o en internet; en la tele y la radio la cosa es más burda) de la estadística:
a) Un pequeño porcentaje de la población lee periódicos.
b) De esos, todos leen los titulares.
c) De ellos, un porcentaje significativo lee la entradilla.
d) De esos, un porcentaje mucho menor se lee el artículo entero.
e) De esos, un porcentaje despreciable posee datos previos suficientes (en general, simplemente memoria) para interpretar libremente lo que le están contando.
Resulta que, muchas veces, tras un titular sesgado, hay un cuerpo del artículo que da información relativamente objetiva y, lo que es más sorprendente: contradictoria con el titular.
En resumidas cuentas: al final la cosa se reduce a crear un "nosotros" y un "ellos". Los resultados de absoluta irracionalidad son impresionantes. A propósito del proyecto de Estatuto catalán, y en algo tan absolutamente claro como es la organización judicial, tuve una discusión con una persona de menos de 30 años, licenciada en Derecho y con un Máster.
Alegaba que el Estatuto era inconstitucional porque hacía culminar la organización judicial en el territorio de la Comunidad Autónoma en el Tribunal Superior de Justicia (sin perjuicio de las funciones del Tribunal Supremo para unificación de Doctrina, que significa, para que todos los Tribunales de España interpreten las leyes del mismo modo)
Traté de hacerle ver que eso está previsto en la Constitución (1978) y en la Ley Orgánica del Poder Judicial (1985). Y que en la jurisdicción laboral y contencioso-administrativa, es así en la práctica desde hace un montón de años, cosa que cualquier abogado sabe y que cualquier estudiante de Derecho ha tenido por fuerza que estudiar y tener muy claro si ha aprobado. Hasta intenté mostrarle los artículos pertinentes de las leyes.
Lo negaba.
Se negó a leer los artículos de la Constitución, de la Ley Orgánica del Poder Judicial, de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa y de la Ley de Procedimiento Laboral (cuyas últimas redacciones las hizo el Gobierno de Aznar). El BOE estaba en contra de sus creencias. Por consiguiente, negaba el BOE. Es decir: la realidad.
Claro, que, previamente, había salido el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial mintiendo ignominiosamente. Si la persona que culmina la organización judicial, cuya función es interpretar y aplicar la Ley, miente a los ciudadanos con absoluto conocimiento de causa y aquí no pasa nada, ¿qué vamos a esperar de un joven licenciado en Derecho?
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Maravilloso articulo... o columna, o texto, como se le quiera llamar... a mi me estremece esto de que a base de repetir mil veces una mentira está se convierta en verdad.
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